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La noche de san Juan

Se sostiene que el fuego ahuyenta a los malos espíritus y purifica el alma. A pesar de la transformación impuesta por la nueva religión del Imperio, los cristianos continuaron celebrando los rituales del fuego, al igual que los paganos, encendiendo enormes hogueras para alejar a los malos espíritus.
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Por Ricardo Miguel Fessia.- El 24 de junio el santoral católico celebra el nacimiento de san Juan Bautista, pero las hogueras que se encienden en muchos lugares la noche del 23 tienen un origen pagano y ancestral.

Atendiendo a cierta tradición, se sostiene que el fuego ahuyenta a los malos espíritus y purifica el alma. La Noche de san Juan, una de las más cortas del año, celebrada en muchos lugares el día 23 de junio, es una de las fiestas muy esperadas.

Esa noche, los petardos estallan a discreción asustando a más de uno, y las hogueras, alimentadas con todo tipo de objetos (madera, cartones o cualquier cosa que sea susceptible de arder), se alzan orgullosas hasta el cielo. Hechizados por el magnetismo de las fogatas, niños, jóvenes y ancianos se han reunido desde tiempos inmemoriales alrededor del fuego, bailando, riendo, cantando y, los más osados, incluso saltando sobre las llamas.

Esa noche y la de Reyes, deben ser las más mágicas del año, y aunque sus orígenes son inciertos, es muy posible que estos se hallen en los cultos solares celebrados por distintas culturas desde hace miles de años. Para dar una explicación a la noche más corta del año -que tiene lugar el día 21 de junio-, en algunas antiguas leyendas se contaba que eso sucedía porque el Sol, enamorado de la Tierra, se negaba a abandonarla. A partir de ese día, cuando el Sol se mostraba en todo esplendor, era el momento en que los celtas celebraban el Alban Heurin, una festividad en la que se encendían hogueras para dar la bienvenida al buen tiempo, para pedirle al Sol que no abandonara el cielo y para ahuyentar los malos presagios y atraer la fertilidad de la Tierra.

Con la llegada del cristianismo, aquellas celebraciones de origen pagano sufrieron algún cambio, a pesar de que la esencia siguió siendo la misma. En la Biblia se cuenta que san Zacarías, esposo de santa Isabel, prima de la virgen María y madre de san Juan Bautista, ordenó encender una hoguera para anunciar el nacimiento su hijo. De hecho, la festividad del san Juan cristiano no coincide con la fiesta pagana del solsticio de verano -21 de junio-, ya que el nacimiento de san Juan Bautista se celebra el 24 de junio.

El 27 de febrero del año 380 tuvo lugar un cambio transcendental cuando el emperador Teodosio I firmó el Edicto de Tesalónica, también conocido como “Cunctos Populos”, por el cual la religión cristiana se convertía en la oficial del Imperio Romano. De este modo, la festividad pagana del culto al fuego iba a perder el mágico significado que había tenido hasta entonces. La leyenda del Sol y la Tierra fue sustituida por el relato bíblico del santo cuyo vínculo con el fuego se asemejaba a los ritos paganos ancestrales. Pero a pesar de la transformación impuesta por la nueva religión del Imperio, los cristianos continuaron celebrando los rituales del fuego, al igual que los paganos, encendiendo enormes hogueras para alejar a los malos espíritus.

Fue así como el ritual pagano fue asimilado por la tradición cristiana y arraigó profundamente en muchos lugares, entre ellos la península ibérica. La tradición de encender hogueras la noche del 23 de junio ha llegado intacta hasta nuestros días. Esa noche mágica en cierto modo se ha vuelto a paganizar ya que las hogueras simbolizan la llegada del verano y el inicio de las vacaciones en el hemisferio norte, y del invierno en el sur.

En el Perú la festividad de esta noche tiene mucho arraigo. El Inti Raymi, que se desarrolla en la ciudad de Cuzco. Se trata de una antigua celebración dedicada al dios del Sol, Inti, con la que los antiguos incas daban inicio al nuevo año.

Llena de magia y misticismo, la Noche de san Juan es poseedora de una larga lista de tradiciones como lavarse la cara cuando llega la media noche o adornar puertas y ventanas con ramas de pino o fresno.

Todo vale para que la celebración de esa mágica noche sirva para atraer a nuestras vidas la mejor de las suertes y alejar para siempre la desgracia.

El autor es rafaelino, radicado en la ciudad de Santa Fe. Abogado, profesor titular ordinario en la UNL, funcionario judicial, ensayista.

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