«50 años después, queremos estar cerca de los más pobres, como el padre Carlos»

Expresó el arzobispo de Buenos Aires García Cuerva en la misa por los 50 años del asesinato del primer cura villero, que presidió en el Luna Park, tras una marcha desde la catedral porteña.
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El arzobispo de Buenos Aires, Jorge García Cuerva, presidió la misa por los 50 años del “martirio” del presbítero Carlos Mugica en el Luna Park, tras una marcha multitudinaria desde la catedral de Buenos Aires.

La Eucaristía fue concelebrada por el arzobispo de San Juan de Cuyo, Jorge Lozano; el obispo de San Isidro y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, Oscar Ojea; el obispo de Quilmes, Carlos Tissera; el obispo de San Justo, Eduardo García; el obispo de San Martín, Martín Fassi; los obispos auxiliares de Buenos Aires, Gustavo Carrara y  Alejandro Giorgi; Oscar Miñarro, obispo auxiliar de Merlo-Moreno; y unos cincuenta sacerdotes, muchos de ellos integrantes de la Pastoral de las villas de emergencia.

En la homilía, García Cuerva recordó que, en 2007, los obispos latinoamericanos reunidos en Aparecida, Brasil, escribían: “Seamos misioneros del Evangelio no sólo con la palabra, sino sobre todo con nuestra propia vida, entregándola en el servicio, inclusive hasta el martirio”.

“Hoy nos convoca recordar y hacer memoria agradecida de quien encarnó, hace 50 años, esas palabras: el padre Carlos Mugica, sacerdote de Cristo, del clero de Buenos Aires, pastor de la Iglesia que entregó su vida por Jesús y el Evangelio, jugándose por entero en la Argentina convulsionada y violenta de las décadas del sesenta y del setenta”, contextualizó.

“Queremos, con los ojos limpios por las lágrimas de tanto llanto de nuestro pueblo, por muchos fracasos, por promesas incumplidas y por una calidad de vida que se fue deteriorando a pasos agigantados a lo largo de estos cincuenta años, rezar juntos y hacerlo desde aquella oración de Mugica que conocemos y tiene aún tanta vigencia: ‘Meditación en la villa’, escrita por él en 1972”, expresó.

El arzobispo porteño hilvanó su reflexión con aquella meditación y reflexionó sobre algunos de los conceptos vertidos en ella: “Señor, perdóname por haberme acostumbrado a ver que los chicos que parecen tener ocho años, tengan trece”; “Señor, perdóname por haberme acostumbrado a chapotear por el barro: yo me puedo ir, ellos no”; “Señor, perdóname por haber aprendido a soportar el olor de las aguas servidas, de las que me puedo ir y ellos no”; y “Señor, perdóname por encender la luz y olvidarme de que ellos no pueden hacerlo”.

“Señor, yo puedo hacer huelga de hambre y ellos no, porque nadie hace huelga con su hambre”, prosiguió, y completó: “Señor, perdóname por decirles: ‘No sólo de pan vive el hombre’, y no luchar con todo para que rescaten su pan”; y “Señor, quiero quererlos por ellos y no por mí”.

Garcían Cuerva hizo hincapié en el vocablo “ayúdame”, y desgranó: “sueño con morir por ellos”, “ayúdame a vivir para ellos” y “Señor, quiero estar con ellos a la hora de la luz”.

“Al final de la ‘Meditación en la villa’, nuevamente, y desde lo más profundo de su corazón sacerdotal, el padre Carlos vuelve a decir al Señor: ‘Ayúdame’. Cincuenta años después, ayúdanos, Señor, a no bajar los brazos, ayúdanos a vivir como hermanos, ayúdanos a construir una Argentina grande, una Patria de hermanos, ayúdanos a no callar el anuncio del Evangelio, ayúdanos a seguirte con fidelidad y valentía, como el padre Carlos Mugica, entregándonos hasta dar la vida”, concluyó.

» Texto completo de la homilía

Fuente: https://aica.org/

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