,

«Ya no hay partidos, sino facciones políticas»

Es la visión del constitucionalista Gregorio Badeni ante la actualidad de la Argentina.Por Sebastián Dozo Moreno

“En la Argentina, los partidos políticos desaparecieron y en su lugar hay facciones políticas, es decir, grupos de personas que siguen a una figura carismática y que se dispersan cuando esa figura desaparece. Esto atenta contra los principios de la Constitución nacional, que establece que los partidos políticos son fundamentales para la existencia del sistema democrático”, afirma el constitucionalista Gregorio Badeni.

También dice que el valor simbólico y espiritual de la Constitución se desdibujó con la desaparición de los ideales patrióticos y las aspiraciones morales: “Hoy el individuo piensa más en el progreso material que en su responsabilidad como ciudadano”, asegura, y atribuye el fenómeno tanto a la pérdida de ideales del hombre común como a la supremacía de la política agonal, de la lucha por el poder, sobre la “política arquitectónica”, es decir, la que busca no la acumulación del poder sino la edificación de un país en todos sus aspectos. Como constitucionalista experto, Badeni sostiene que la reforma de 1994 fue un error, por haberse hecho en forma apresurada, y que la inserción del Consejo de la Magistratura en el texto constitucional fue un acto de esnobismo, ya que es una institución más propia de los sistemas parlamentarios europeos que de los regímenes presidencialistas como el nuestro.

Tiene la opinión de que el presidente Néstor Kirchner debió haber sido elegido con la mitad más uno de los votos, según lo establece la Carta Magna. «La Constitución no debe claudicar frente a los hechos políticos», sostiene.

Badeni dice que la esposa del Presidente, Cristina Kirchner, hubiera debido renunciar a su banca de senadora cuando su marido fue elegido como primer mandatario, para evitar el nepotismo, «que siempre ha sido un factor negativo para los sistemas democráticos».

Gregorio Badeni es doctor en Derecho y licenciado en Ciencia Política. Ejerce la docencia universitaria desde 1969. Actualmente, es profesor titular de Derecho Constitucional en la Facultad de Derecho de la UBA y de Régimen Jurídico de la Información en la UCA.

Es miembro titular y actual presidente de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas. Es autor de 13 libros individuales, de 24 libros colectivos y de más de 480 artículos publicados en diarios y revistas nacionales y extranjeros.

-A doce años de la reforma de la Constitución, ¿puede decirse que ha sido efectiva?

-Las mejoras que se anunciaron cuando se proyectó la reforma de la Constitución de 1994, tanto en el plano institucional como en el social, no se concretaron. Basta con advertir los altos niveles de pobreza y las continuas protestas sociales. La reforma no mejoró la situación del país. Es más, creo que esa reforma fue un error, porque no se le dio suficiente tiempo a la consolidación del sistema constitucional, de 1983 en adelante. Pero la reforma se hizo y tenemos que respetarla.

-En su opinión, ¿qué cambios fueron inadecuados?

-Yo fui adverso a la inserción del Consejo de la Magistratura, porque ésa es una institución propia de los sistemas parlamentarios, y no de los sistemas presidencialistas. En nuestro país, el mecanismo de asignación de los jueces funcionaba relativamente bien. Con la intervención del Consejo de la Magistratura se dilata sensiblemente el nombramiento de los jueces y tenemos una gran cantidad de vacantes. Por otro lado, el Consejo es un organismo corporativo, integrado por jueces, abogados y legisladores y no por el ciudadano común, y nuestra Constitución se opone a todo lo que sea corporativo. Pero el esnobismo constitucional que inspiró la reforma del 94 quiso trasplantar a nuestro país instituciones europeas extrañas a nuestra tradición histórico-política, y ahora estamos padeciendo las consecuencias.

-La Constitución defiende y promueve la libertad del ciudadano. ¿Qué ocurre con el valor simbólico de la Constitución cuando el ciudadano deviene hombre masa y no desea libertad, sino tan sólo pan y bienestar?

-Para que funcione nuestro sistema constitucional tienen que existir tres libertades: la económica, la social y la política. Ahora bien: en el siglo XX, los valores espirituales que contenía la Constitución, como los ideales de libertad, progreso, dignidad, respeto a los demás, tolerancia y pluralismo, se fueron desdibujando en función de ciertos valores materiales. Ya la bandera no representa aquellos ideales, sino, simplemente, el progreso material del individuo. Así que el valor simbólico y espiritual de la Constitución se ha desdibujado. El egoísmo individualista de los políticos se impone a su deber de preservar la libertad y la dignidad del ser humano y de los grupos sociales.

-¿Coincide con Maquiavelo en que los políticos, para poder ejercer el poder, deben ser amorales?

-No. De ninguna manera.

-¿Hay posibilidades de que la ética del hombre común coincida con la del político o el estadista?

-Tendría que coincidir, aunque muchas veces esto no sucede. Hay que distinguir, como lo hizo Santo Tomás de Aquino, entre la política agonal, signada por las luchas de poder, y la política arquitectónica, que busca el bien común. En la política agonal, la finalidad es la conquista y la conservación del poder, de modo que los principios de la ética individual no se trasladan al campo político ni al campo social. En cuanto a la política arquitectónica, que sí se inspira en principios morales, considero que ya hace varias décadas que está ausente en la vida política argentina.

-A estas alturas de los acontecimientos, ¿es una utopía irrealizable?

-Si le dijera que sí, estaría cometiendo un gravísimo error, porque el desarrollo de los pueblos es esencialmente dinámico. No podemos adoptar un criterio estático para su análisis. Lo que hoy nos parece malo, dentro de veinte años puede cambiar completamente y adecuarse a los valores que consideramos positivos para la sociedad.

-En un libro sobre el político francés José Fouché, el gran escritor austríaco Stefan Zweig afirma que los políticos que deciden el destino de los pueblos suelen ser hombres de carácter ambiguo e inteligencia precaria. ¿Qué opina al respecto?

-Stefan Zweig se debe de haber basado en la experiencia que se estaba registrando en la Europa de principios del siglo XX, cuando empezaron a aparecer los regímenes autocráticos, como el fascismo y el nacionalsocialismo. En ese contexto, su afirmación me parece perfectamente válida, pero quizá no lo sea en otros contextos.

-¿Por ejemplo?

-Por ejemplo, si pensamos en la personalidad de un De Gaulle, en Francia, o en la de un Franklin Roosevelt, en los Estados Unidos. Y en la Argentina, muchas personalidades destacadas del siglo pasado y de fines del siglo XIX también tuvieron un pensamiento superior al término medio.

-¿En quién está pensando?

-Creo que el último que tuvo un plan de país y visión de futuro fue Arturo Frondizi.

-Roque Sáenz Peña renunció a su banca de senador cuando su padre fue elegido presidente. ¿La senadora Kirchner debería haber renunciado a su banca cuando su marido asumió la presidencia de la República?

-Desde un punto de vista moral, sí. Yo creo que ella tendría que haberse apartado de la política. El nepotismo siempre ha sido un factor negativo para los sistemas democráticos. La designación de familiares para ocupar cargos públicos no les hace bien a la democracia ni a las instituciones, porque genera una imagen completamente negativa en la sociedad. La idea de que el gobierno está para servir al pueblo se convierte en la idea de que el gobierno está para servirse a sí mismo.

-¿Cree que debería ser inconstitucional que el familiar de un presidente ocupara un cargo público?

-No debería ser necesaria una ley para establecer esa prohibición. La prohibición tendría que nacer espontáneamente de la ciudadanía. Pero en verdad es muy difícil que sea comprendida una conducta como la de Roque Sáenz Peña, aunque haya sido una conducta que respondía a fines esencialmente republicanos.

-Según la Constitución, un requisito para ocupar un cargo público es la idoneidad técnica y moral. ¿En qué consistiría, exactamente, la idoneidad de tipo moral?

-En nuestra Constitución, la idoneidad moral es la que se corresponde con un sistema de tipo republicano. Los que tienen que juzgar la idoneidad de quienes son elegidos para ocupar cargos públicos son los ciudadanos.

-Si a la hora de votar los ciudadanos no tienen en cuenta la idoneidad moral y la capacidad técnica de un candidato, sino sólo sus conveniencias materiales, ¿puede hablarse, igualmente, de sistema republicano?

-Si los ciudadanos eligen a sus gobernantes, sí. Pero lamentablemente advertimos que ciertos funcionarios políticos incurren en faltas éticas graves y no son pasibles de sanción alguna, sino quizás, a veces, de una leve crítica por parte del periodismo o de unos pocos ciudadanos.

-El presidente Néstor Kirchner fue elegido con menos del cincuenta por ciento de los votos. ¿Tenemos un presidente inconstitucional?

-Si nos ajustamos estrictamente a la letra de la ley, sí, porque no fue elegido por la mayoría que impone la Constitución, como consecuencia de que no se realizó la segunda vuelta. La falta, en ese caso, residió en una mala redacción de la ley electoral.

-¿En qué consistió esa mala redacción?

-La ley debió prever, como se previó en 1972, que si una de las dos fórmulas mayoritarias no se presentaba en la segunda vuelta, ésta se podía realizar de todos modos, entre la primera y la tercera fuerza, siempre para obtener la mayoría que exige la Constitución. Pero muchas veces el incumplimiento de un texto constitucional queda avalado por los hechos políticos que se producen y por las decisiones que emanan de los tribunales. Ningún tribunal, y menos aún la Corte Suprema de Justicia, cuestionó ese acto electoral. Ni tampoco se registraron cuestionamientos de parte de ninguna agrupación política sólida.

-¿Por qué?

-Quizá por el momento delicado en el que se produjo la elección del Presidente. Estábamos en una situación muy particular, en la que había que buscar rápidamente la unidad para consolidar y permitir la subsistencia del sistema democrático.

-¿Esto había ocurrido antes en la Argentina?

-Algo similar había ocurrido en las elecciones de 1973, cuando la fórmula Cámpora-Solano Lima no había llegado a obtener la mitad más uno de los votos. Había unos centésimos que faltaban para ello, y el radicalismo optó por no presentarse a la segunda vuelta.

-¿Lo delicado que pueda ser un momento político convalida el avasallamiento constitucional?

-No. Esto es algo muy malo para una nación, porque altera la esencia del Estado de Derecho, en el que la ley se debe cumplir a rajatabla. Si algo no está bien, hay que modificar la ley, pero hasta que eso no acontezca la ley debe cumplirse sin concesiones. La Constitución no debe claudicar frente a los hechos políticos. Debemos tener la suficiente inteligencia, la suficiente capacidad de adecuar los hechos políticos a la normativa jurídica. Insisto: esto hace a la esencia de un Estado de Derecho.

-Cuando la elección presidencial se juega entre candidatos de un mismo partido, ¿peligra la validez de la Constitución?

-Este es un grave problema que tenemos hoy en día. Yo creo que hoy en la Argentina no hay partidos políticos, sino facciones políticas, es decir, grupos de personas que siguen a cierta figura carismática, y nada más. Cuando la figura política desaparece, la facción también se disuelve, a diferencia del partido político, que sobrevive a sus representantes.

-¿Habría que lamentar, entonces, el fin del sistema bipartidista?

-Siempre se dijo que en la Argentina existía un régimen multipartidista, lo cual es cierto. Históricamente, siempre hubo dos, pero también incluso tres, grandes fuerzas políticas bien organizadas. En los últimos quince años, en cambio, advertimos que se impuso una especie de partidocracia.

-¿Esto atenta contra el espíritu mismo de la Constitución?

-Sí, porque la Constitución establece que los partidos políticos son fundamentales para la existencia del sistema democrático.

Por Sebastián Dozo Moreno

Fuente: diario La Nación, Buenos Aires, 6 de enero de 2007.

El entrevistado estuvo en Rafaela en 1996 con motivo de sesionar ADEPA en el marco de los 75 años del diario La Opinión.

Archivos
Páginas
Scroll al inicio