Por Miguel Faigón.- Un estudio protagonizado por científicos del CONICET, publicado en la prestigiosa revista Science, establece un vínculo de causalidad entre la expansión de la frontera agrícola que tuvo lugar en la llanura chacopampeana en los últimos 40 años y el aumento de las zonas inundables dentro de esta misma planicie.
Cabe señalar que la provincia de Santa Fe se encuentra en el centro de la llanura chacopampeana. La misma se ubica en la zona centro y noreste de la Pampa, Argentina, hasta el Chaco paraguayo y boliviano. Extendiéndose por Argentina, Uruguay, Brasil, Paraguay y Bolivia.
Desde hace alrededor de veinte años, el Grupo de Estudios Ambientales del Instituto de Matemática Aplicada de San Luis (IMASL, CONICET-UNSL), dirigido por el investigador del Consejo, Esteban Jobbágy, estudia la dinámica del agua y su relación con el uso del suelo en la llanura argentina. A lo largo de este tiempo, el grupo publicó más de veinte trabajos científicos que apuntan a señalar que la agricultura de granos reduce la capacidad de los suelos para extraer agua, en comparación con lo que sucede en superficies cubiertas de bosques y pasturas, generando así alteraciones en el balance hidrológico.Imagen aérea de una inundación en Chaco en 2019.
«Hay que tener en cuenta que nuestra llanura experimentó un cambio de vegetación con una velocidad y en una superficie casi sin precedentes en el mundo. Se expandió la agricultura de granos, especialmente de soja y maíz, rápidamente, en áreas en las que antes había vegetación natural -bosques o pastizales- o cultivo de pasturas que se sembraban y estaban muchos años en los lotes», explica Jobbágy.
«Lo que no teníamos claro es como semejante transformación en el uso del suelo podría afectar la dinámica de inundaciones de la región», indica Javier Houspanossian, investigador del CONICET en el IMASL, profesor de la Universidad Nacional de San Luis (UNSL), y primer autor del trabajo. En este sentido, las inundaciones que les interesan no son aquellas veloces asociadas a un evento de lluvia particular, sino un tipo de inundación que se desarrolla gradualmente y que después se mantiene por mucho tiempo. A este tipo de inundaciones, históricamente, en la literatura se las vincula con las fluctuaciones climáticas y no con las transformaciones del uso de la tierra.
Para poder comprender mejor el fenómeno, Houspanossian, analizó mediante imágenes satelitales la historia de inundación de la región de los últimos 40 años, y logró establecer la existencia de una correlación a nivel regional entre los cambios en el uso del suelo y el surgimiento de nuevas áreas susceptibles de quedar cubiertas por agua.
«A nivel continental, en Sudamérica, hay áreas que se inundan y otras que no, y, por lo general, eso no cambia en el tiempo. Por el contrario, toda nuestra llanura se está inundando mucho más que hasta hace algunos años. Hay, además, un corrimiento del frente de inundación cada vez más hacia el norte y al oeste, que es paralelo al desplazamiento de la frontera agrícola hacia esos puntos, y abarca lugares históricamente secos donde nadie vivo recuerda que haya habido inundaciones antes», indica Houspanossian.
El ascenso de las napas freáticas
Gracias a la obtención de series de datos históricos que muestran la variación en el tiempo en la profundidad de las napas freáticas en distintos puntos de la llanura, se pudo corroborar que el vínculo entre los cambios en el uso de la tierra y el aumento de la frecuencia de las inundaciones está mediado por un considerable ascenso de las aguas subterráneas, que se desplazaron de una profundidad de entre doce y seis metros, a una profundidad de entre cuatro metros y unos pocos centímetros.
Las series temporales sobre la variación de la profundidad de las napas freáticas –que permitió a los científicos acceder a datos de las primeras décadas del siglo XX- muestran que en distintos lugares de la llanura ocurrió el mismo fenómeno de ascenso de las aguas subterráneas, aunque en distintos momentos, y que ese fenómeno coincide en espacio y tiempo con la ampliación de la frontera agrícola.
Houspanossian destaca, además, que el estudio a nivel regional con imágenes satelitales tiene como antecedente el trabajo de varios años, a niveles más locales, en el terreno: «Hablábamos con productores agropecuarios del oeste de la Pampa, este de San Luis, sur de Córdoba, Santa Fe, y Santiago del Estero, que nos comentaban básicamente lo mismo, que hacía poco más de una década tenían que hacer un pozo de doce metros para encontrar agua, y que ahora bastaba con escarbar algunos centímetros. Esto nos permitió advertir que había una transformación hidrológica muy grande, pero no sabíamos cuánto territorio abarcaba en extensión. Para eso nos valimos de las imágenes satelitales y verificamos que se trata de un fenómeno regional y no solo local», señala.
«La hipótesis central de este trabajo es que hubo un cambio en la hidrología de la región pampeana y recientemente en la chaqueña, que pasó de napas freáticas profundas a napas freáticas cercanas. Mientras antes necesitabas acumulación de muchas lluvias para que se produjera una inundación, ahora ya no se necesita que caiga tanta agua. Esta situación hace que el paisaje responda a las precipitaciones anuales de forma distinta y aumenta el riesgo de que se produzcan inundaciones», agrega Houspanossian.
Comparaciones entre lotes vecinos
Con el objetivo de comprobar la existencia de una relación de causalidad entre la expansión de la frontera agrícola -y los cambios en el uso del suelo- y la mayor propensión de los paisajes a sufrir inundaciones, el equipo de investigación realizó comparaciones, en distintos puntos de la llanura, entre lotes cultivados con soja y maíz, y lotes vecinos con relictos de bosque natural o cultivados con pasturas o con plantaciones de eucaliptus. Esto les permitió ver que, pese a estar muy cercanos entre sí, los lotes cultivados con pasturas o de bosque natural o con plantaciones de árboles tienen napas más profundas y, al mismo tiempo, consumen más agua subterránea que los lotes cultivados con granos.
Aunque las napas freáticas de los relictos boscosos o con cultivo de pasturas también terminan ascendiendo; de acuerdo con los investigadores, esto no se debe a que carguen el agua de la lluvia, sino a que por vasos comunicantes reciben el exceso de agua proveniente de los numerosos lotes ocupados por cultivos de granos que rodean estas pequeñas islas. En este sentido, los investigadores han podido comprobar, a partir de observaciones químicas, que el agua más cercana a la superficie en estos relictos boscosos es antigua y fue «empujada» hacia arriba por el agua que llega de lotes vecinos.
«Al deforestar y reducir drásticamente la superficie boscosa, o cultivada con pasturas o árboles, permitimos que empiecen a recargarse las napas y que se vuelvan inundables paisajes que hasta hace unos años no lo eran», indica Jobbágy.
La raíz del problema
Para avanzar en la comprensión del problema, los investigadores realizaron también una modelización computacional que les permitió reunir los distintos datos en un análisis integrador «La modelización nos muestra que la variable clave para determinar la profundidad de las napas es la longitud de las raíces de las plantas», señala Jobbágy,
El investigador explica que los cultivos de granos tienen raíces poco profundas, dado que viven poco y tienen que construirlas de cero cada año. En cambio, los eucaliptus, las pasturas y los árboles de bosque natural como algarrobos, caldenes o quebrachos tienen raíces extensas que viven muchos años.
«La paradoja es que la clave de las inundaciones no está en lo que ocurre en los años húmedos, sino en lo que sucede en los secos, porque es en esos períodos cuando podría bajar el nivel de las aguas subterráneas; pero si tras un año de pocas lluvias el nivel de las napas desciende poco por la limitada extensión de las raíces de los cultivos, cuando haya un año lluvioso no va a haber tanto volumen libre de agua para almacenar los nuevos excesos. La sequía actual nos da una prueba en ese sentido, porque los cultivos fracasaron terriblemente, pero el agua no bajó demasiado», indica Jobbágy.
Entre las principales implicancias del trabajo, Houspanossian advierte que el aumento en la frecuencia de las inundaciones, así como la extensión de la superficie inundable en la planicie argentina podría, eventualmente, afectar la productividad de ciertas zonas. «Nosotros notamos la existencia de terrenos que son abandonados porque ya no sirven para hacer agricultura por la acumulación de agua y posterior salinización». En este sentido, hay paisajes que se pueden convertir en humedales, que, por un lad,o dejan de ser productivos para la región, pero, por el otro, implican la creación de un nuevo hábitat. Esto significa que las implicancias que puede tener este proceso van más allá de un cambio hidrológico y abarcan lo productivo y ambiental», concluye.
Para finalizar, Jobbágy destaca la importancia del trabajo con diferentes actores sociales para aprender y manejar la nueva situación hidrológica: «En estos 20 años de trabajo, además de construir una base de evidencia de campo a partir de mediciones en toda la llanura, nuestro equipo construyó algo que tal vez es más importante aún, una red de cooperación con diversos actores de la producción y la gestión que han sido parte de la recopilación de información y de su aplicación casi inmediata a la toma de decisiones. En este sentido han sido fundamentales la cooperación con el INTA en San Luis, Marcos Juárez y Laboulaye, así como el trabajo de talleres e intercambio de datos e ideas con grupos de productores de AACREA y AAPRESID, y esperamos seguir trabajando con ellos en el futuro», concluye Jobbágy.
Del estudio también participaron especialistas de la Universidad de Lancaster (Reino Unido).
Fuente: https://www.ellitoral.com/