La única explicación para probar nuevamente viejas recetas perimidas, de ineficacia comprobada es querer los mismos resultados que se consiguieron…: discrecionalidad, falta de transparencia, complicar la operatoria normal para incentivar una suerte de direccionamiento, y sin lugar a dudas aparecerán los viejos conocidos facilitadores que generarán toda una serie de mecanismos espurios.
No es una tesis, no es especulación, ni imaginación, es simplemente una relectura de la historia reciente, muy fresca de este tipo de medidas, y es que la discusión va más allá de si son 30.000 tn/día.
Dejando exportar solo un millón de toneladas de aquí a la nueva cosecha, sin razones técnicas que lo avalen, ya que el stock es superior al de un año atrás, y claramente no influirá en el precio en mostrador del pollo y de la carne donde sólo compone un 5% del valor final pagado por el consumidor, sino que es la falta de transparencia de estos sistemas distorsivos, las incertidumbres que hoy impactan más que las expectativas climáticas en las decisiones de la producción.
Aún en un contexto internacional favorable, se sigue dilapidando la confianza y los canales de diálogo con el sector productivo, desaciertos y mala praxis parecen signar este comienzo del 2021.
Esta es una industria a cielo abierto y requiere como tal certeza en los mecanismos de comercialización y estabilidad en las reglas de juego para que a través de la inversión en un alto paquete tecnológico pueda expresar todo su potencial.
«No existe una dicotomía entre el mercado interno y el de exportación, son complementarios», son palabras del Ministro de Producción de la República Argentina expresadas en Jonagro 2020, el Congreso de CRA, hace tan solo dos meses.
Hacernos creer que este tipo de medidas se realizan para cuidar la mesa de los argentinos y que no es para dar una ventaja económica a un grupo de vivos y volver a implementar un sistema discrecional de peajes y aportantes a la causa es simplemente agredirnos el intelecto.