Por Emilio Grande (h.).- El domingo 4 de setiembre último fue beatificado Juan Pablo I en la Plaza San Pedro del Vaticano, bajo la lluvia, durante una ceremonia presidida por Francisco, intercediendo en la curación de Candela Giarda de Paraná en 2011, quien tenía 11 años.
“Fue una experiencia muy emocionante la beatificación de Albino Luciani, a pesar de la lluvia, terminó la misa y salió el sol. Se lo recuerda como el Papa de la sonrisa, quien estuvo 33 días en el sillón de Pedro. Fue un pontificado fugaz, pero fue un vértice en la historia de la Iglesia por muchos cambios que hizo e impulsó en ese escaso tiempo”, testimonió Roberto Dabusti desde la Plaza San Pedro, hermano del sacerdote José Dabusti, promotor de la causa, en el programa «Sábado 100» por radio El Espectador (FM 100,1) de Rafaela, conducido por quien firma esta entrevista.
Sobre el caso en cuestión, el entrevistado expresó: “Candela contrajo una enfermedad que era Fires (por la sigla en inglés), síndrome epiléptico por infección febril asociada, que lo agarra una persona en un millón y es una enfermedad rara; empezó a estar muy grave en la ciudad de Paraná y en 2011 la trasladaron a la Clínica Favaloro de Buenos Aires, donde estuvo internada varios meses. Su mamá Roxana, de una fe increíble, empezó a ir todos los mediodías a la misa en la parroquia Nuestra Señora de la Rábida, donde José era el párroco en ese momento y se conocieron. Candela iba empeorando hasta que un día de julio de ese año, la médica abrazó a Roxana y le dijo que Candela no pasaba esa noche. Entonces fue a la parroquia, lo buscó a José para que fuera a darle una bendición; fueron a la terapia intensiva infantil de la clínica, había dos enfermeras rezando conmovidas porque se habían encariñado con Candela y su familia. Por obra del Espíritu Santo, José invocó a Juan Pablo I para que Dios la curara, le puso las manos sobre la chica y José se quedó muy conmovido por la situación dolorosa. Al día siguiente, Roxana se acercó a la parroquia y le contó a mi hermano que pasó la noche, vieron rastros de mejoría, fueron pasando los días hasta que le dieron el alta y se volvieron a Paraná en setiembre”.
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“Pasó el tiempo -agregó-, en uno de los controles que le hicieron a Candela a principio de 2015 fueron a la parroquia Roxana y su hija de 15 años, muy alegre y sana, se pusieron en la fila del confesionario. Cuando se vieron, mi hermano le recordó a quien le rezaron y les dijo que esto algún día lo tenía que informar. Escribieron una carta Roxana y José, y yo la llevé al Vaticano; con el tiempo lo llamaron a José y ahí empezó la investigación, que duró más de 7 años y medio de trabajo y colaboración en la causa de beatificación, milagro que se había probado en octubre del año pasado”.
-En la crónica de Elisabetta Piqué publicada en diario La Nación, no sería el único milagro que intercedió Luciani, según cuenta tu hermano, hay de un matrimonio que no podía tener hijos y otro caso más, ¿es así?
-Exactamente. Los periodistas le preguntaron a mi hermano porque le rezó a Juan Pablo I y para él fue muy importante en el discernimiento de su vocación sacerdotal. Me acuerdo que en mi casa éramos fanáticos de River con poster en nuestro placard y él de 13 años tenía uno del papa Luciani y cuando murió en 1978 se puso muy triste porque lo admiraba. Cuando alguien venía a Roma, le preguntaban si necesitaba algo en particular, solamente pedía que vayan a la cripta de la Basílica y le recen a Juan Pablo I para que sea un buen cura. Fue muy conmovedor y emocionante lo que vivimos en la ceremonia porque enriquece a la Iglesia; es un Papa distinto, que hizo un quiebre, sacó muchos atributos que tenía y no hacen a la Iglesia de hoy.
-En su homilía Francisco dijo que Juan Pablo I vivió el evangelio sin concesiones y amando hasta el extremo.
-No solo siendo Papa, también cuando fue patriarca de Venecia y obispo del Beluno, no quería ser obispo menos aún Papa; era una persona de mucha fuerza, es conmovedora su historia, ha salvado a judíos del nazismo, se jugó por la gente, los más necesitados y más pobres. Mi hermano empezó a interiorizarse de su vida, hay documentales y películas. Francisco sintetizó en su homilía que él vivió como lo marca el evangelio, durante el poco tiempo que estuvo en las catequesis de los miércoles las dedicó a las tres virtudes teologales (fe, esperanza y caridad) y luego falleció. También se basaba en la caridad, su lema de obispo y de papa fue “Humilitas” (humildad).
-En tu caso tuviste que leer la segunda lectura de la ceremonia.
-Sí (risas), bajo la lluvia torrencial, no había un paraguas, le puse el pecho a la lluvia, estuvimos participando con una emoción muy grande, colaboramos varias personas en este proceso para la comprobación del milagro y los organizadores de la misa me designaron para que leyera la segunda lectura en castellano.
-Estás en la emblemática Plaza San Pedro con tanta historia, en el fondo la Basílica. ¿Cómo se vive esta experiencia?
-Vine varias veces en los últimos años por trabajo ad honorem en la causa de los santos; es duro, exigente y al máximo nivel. Esta semana fui a ver el Coliseo, mi familia y mis amigos me querían matar (risas).
-Tengo entendido que Candela no viajó a la beatificación porque unos días previos se lesionó un pie en el gimnasio.
-Fue así, se lastimó un pie y no podía apoyarlo. La mamá fue muy clara: “la palabra riesgo en Candela me genera miedo, la veo por televisión y ya habrá oportunidad de ir en algún momento a Roma”; quien te dice que sea en la canonización… Gracias por sacar este tema, este milagro de Candela tiene que dar fuerza a mucha gente con enfermos, teniendo esperanza porque no todo está perdido aunque así parezca.