Las conductas del gobierno nacional todas las semanas obligan a que los ciudadanos más interesados por la cosa pública recurran a sus especialistas de cabecera a la hora de catalogar actitudes que siempre aparecen en el límite o transgrediendo lo concebible para el buen funcionamiento del estado de derecho.
Esta semana, una vez más, el piquetero D’Elía llamó la atención cuando, en ejercicio abusivo de la función pública, abrió por la fuerza la tranquera de un campo correntino. Pero esto no pudo evitar que la terrible realidad en presente continuo de la inseguridad se minimice. Así es como el presidente Kirchner inauguró el reto en público, en este caso al ministro del área; dado que el ingeniero Juan Carlos Blumberg concentrará en la Plaza de Mayo, sumando adhesiones al reiterar su pedido de políticas concretas que combatan el estado de inseguridad que hoy reina contagiosamente en el cuerpo social de la Argentina.
La frase contundente de un analista en política internacional, el licenciado Fantini, a la hora de definir el conflicto de Medio Oriente, guarda su porción de similitud, si de seguridad hablamos, con estos lados. Fantini dijo: “El terrorismo triunfa aun cuando fracasa”. El tema de la inseguridad provoca un generalizado estupor aun en aquellos que, víctimas del delito, sienten como consuelo el alivio de haber salvado su vida. La inseguridad triunfa aún cuando fracasa. Hay una Argentina pendiente, y eso no aparece en el temario de los decretos de necesidad y urgencia, ni en los superpoderes, ni en las vasectomías, ni en el Consejo de la Magistratura. La oposición también adolece de esta falencia del oficialismo y el ciudadano lo percibe.
También la Argentina de la asignatura pendiente pone en alerta rojo el sistema energético, desnudando su fragilidad. Más allá de las tarifas que no guardan relación con las internacionales, cualquier inversor que mire para ese propósito a la Argentina deberá también hacer el ejercicio de mirar al cielo o consultar al meteorólogo de turno para saber si habrá inviernos cruentos o veranos muy tórridos. Lo cierto es que los distintos especialistas en energía señalan que la Argentina está al límite de su capacidad de autoabastecimiento. De no modificarse esta situación, poniendo el norte en políticas de Estado de inversión para exploración y producción, podría nuestro país empezar a desembolsar millones de dólares para abastecer el mercado interno. Cayendo en la contradicción de que lo obtenido por el crecimiento económico sostenido deba destinarse a la importación de materia energética.
Como dice el doctor Manuel Mondino, ex presidente de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA): “Estar cautivos en materia energética es muy peligroso, dado que el país deja de ser independiente”. Sin energía no hay economía, sin economía no hay bienestar, y si no hay bienestar es muy difícil que la gente se preocupe por otros problemas importantes, como por ejemplo el medio ambiente que tanto nos aflige.
Decía también el doctor Mondino que en el área nuclear la Argentina de la década de los 90 estuvo dentro de los diez países más importantes. A Atucha II se le suspendieron arbitrariamente las obras. En este terreno, los científicos especialistas envejecen junto con la espera del milagro de la resurrección. La Argentina del valor agregado, también. Mientras el mundo se nutre de las mejores tecnologías en energía, Argentina se esconde como una tortuga. En lo nuclear, el país tiene ventajas comparativas enormes. Tiene uranio, sin ser un país uranífero; además de contar con la tecnología para reducirlo y producir combustible. Según datos de la CNEA, en el año 1994 el punto de corte redituable para una central nuclear lo marcaban los 18 dólares de costo del barril de petróleo. Cuando el barril superaba esta cifra, la CNEA estaba en condiciones de suministrar energía nuclear más barata. Como se sabe, hoy el barril de petróleo está en 75, con una perspectiva de un piso de 70 dólares y posibilidades de llegar a 90. Hay un Estado que sistemáticamente desaprovecha lo que se hizo con años de esfuerzo dado que hay conducciones políticas analfabetas. Así es como la Argentina pierde generaciones.
No hay desarrollo sin planes a largo plazo. No hay crecimiento que derrame sin desarrollo. Hoy el país se encuentra, aunque lo ignore su dirigencia, ante la encrucijada del Hamlet: ser o no ser. El Hamlet histórico se debatiría y su ser se contentaría con los commodities, el resultado le daría positivo. El Hamlet de hoy vería vaciada su respuesta como vacía está la Argentina de políticas de Estado. Pareciera que instituir políticas de Estado no se condice con la idiosincrasia argentina. Hasta que la sociedad no supere esta adolescencia, al igual que un púber, se debatirá entre el amor y el odio, entre la protesta y la rebeldía.
María Herminia Grande
Fuente: diario El Ciudadano, Rosario, 13 de agosto de 2006.