Por Guillermo Marcó.- Luego del cálido saludo y posterior reunión del presidente Javier Milei con el Papa Francisco me vino a la memoria lo que escribí en este mismo espacio en setiembre del año pasado, en plena contienda electoral, cuando alertada sobre el riesgo de creer en soluciones mesiánicas como parecía estar proponiendo un candidato y que, más allá del marketing y las promesas de campaña, ciertamente los argentinos no la íbamos a tener fácil.
Pero también afirmaba que en mi propia Iglesia había desconcierto ante una misa de desagravio al Papa por las descalificaciones a su persona proferidas por Javier Milei. Aquella misa, decía, no había terminado de convencer a muchos católicos, que también se sintieron molestos por los ataques verbales a Francisco.
En aquel momento estuve tratando de reflexionar sobre las descalificaciones y el desagravio tratando de tomar cierta distancia del apasionamiento del momento y, en el fin de semana, en la Liturgia de las Horas leí un texto de la carta a los Romanos que me dio un poco de luz: “Bendigan a los que los persiguen, bendigan, si, no maldigan” (Rm 12,14-15). Y señalaba que en la misa celebramos la entrega de Jesús a la muerte por nuestra salvación, perdonando incluso a los que lo crucificaron. Por eso, consideraba que hacer una misa de desagravio al Papa me parecía mucho.
Recordé que en los momentos difíciles de mi trabajo como vocero del entonces arzobispo de Buenos Aires, cuando estallaban las polémicas, podía salir a argumentar acerca de las situaciones y temas que estaban en la picota, explicitar las posturas de la Iglesia que asumía el entonces cardenal Jorge Bergoglio, pero a él no le gustaba mucho que saliera a defenderlo.
Creo que Francisco entendió mejor que nadie que la Iglesia Argentina estaba en una encerrona entre las descalificaciones a su persona y los desagravios. Como pastor de almas hizo lo que mejor sabe hacer: salió al encuentro del otro, elevándose por encima de los agravios. En el inusual llamado telefónico a Milei 36 horas después del balotaje para felicitarlo por el triunfo, desarmó con un gesto tan simple el juego del ofendido.
Cuánto tenemos para aprender los argentinos, los que integran la casta y el propio Gobierno, que es más fácil y conveniente dialogar que enfrentarse. Puede llegar a permitir pasar de considerar al otro “satanás” a llamarlo “santidad”. Eso no quiere decir que vayan a coincidir en muchas cosas, como de hecho ocurre, pero la cercanía generando confianza mutua construye un vínculo abierto a la fecundidad.
Y si una imagen vale más que mil palabras, el efusivo abrazo de Milei al Papa, lleno de emoción, al término de la canonización de Mama Antula -en la que el presidente quiso estar-, dejó atrás una etapa e inició un vínculo amical. Francisco también abrió su corazón y no se privó de sus expresiones simpáticas. “Te cortaste el pelo”, lo chanceó. “Me emprolijé un poco”, le contestó Milei. Nunca se habían visto personalmente, pero la sintonía fue inmediata.
A primera hora de la mañana del lunes, el Presidente atravesó con la comitiva la Puerta de Santa Ana, se detuvieron en el Patio de San Dámaso y fueron recibidos y escoltados por la Guardia Suiza por las imponentes escalinatas del Palacio Apostólico hasta el segundo piso. La canciller Diana Mondino; el ministro del Interior, Guillermo Francos; la ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello; la secretaria general de la presidencia, Karina Milei; el designado secretario de Culto, Francisco Sánchez, y el rabino Axel Wahnish, nombrado embajador en Israel, se quedaron en un salón contiguo a la Biblioteca Apostólica -donde se realizan las audiencias oficiales-, mientras Milei era recibido por el Papa.
El encuentro fue inusualmente largo. Insumió una hora cuando el protocolo para este tipo de visitas, siempre bastante estricto, prevé media. Al salir, la empatía entre ellos era evidente. Delante de la comitiva, Francisco le regaló una medalla de bronce inspirada en el baldaquino de la basílica de San Pedro, una colección de sus escritos con encuadernación en cuero rojo y detalles dorados, entre ellos los que se cuentan las encíclicas Laudato Si y Fratelli Tutti, y una copia de su mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de este año, centrado en la Inteligencia Artificial.
Milei le dio una copia ampliaba de la estampilla del Correo Argentino, conmemorativa de la beatificación, en 2016, de Mama Antula, una reproducción de una carta del canciller de la época designando a Juan Bautista Alberdi representante de la Argentina en Europa y una pelota de trapo hecha por chicos de la Villa 31 de Retiro que participan de los programas de Scholas Occurrentes.
Ahora, mucho se barajará seguramente en torno a una posible visita del Papa a su tierra a partir de buenas relaciones entre el Papa y el Presidente, que no significa comunión de ideas, pero sí la posibilidad de dialogar para encontrar caminos que permitan superar la difícil situación de la Argentina.
Fuente: https://www.clarin.com/ El autor es sacerdote de la Arquidiócesis de Buenos Aires.