Por Joaquín Morales Solá.- SI predominara en el universo la lógica del kirchnerismo, Daniel Scioli y Mauricio Macri podrían sentirse víctimas de una acción destituyente por parte del gobierno nacional. Scioli fue públicamente desautorizado por el jefe del partido gobernante, Néstor Kirchner, delante de funcionarios que deberían respetar la autoridad del gobernador bonaerense. Fue casi una incitación a la sublevación. La pareja presidencial alentó, también en público, la insurrección estudiantil que se propone, según sus dirigentes, la destitución de Macri.
¿Hay, en verdad, ánimo destituyente en los Kirchner hacia esos eventuales competidores? ¿O se trata sólo del viejo estilo irreductible del matrimonio? Quizá todo sea, simplemente, consecuencia de la adversidad. Desde hace tres meses se frenó en seco la anterior tendencia creciente de la imagen positiva de los Kirchner, según una prestigiosa empresa de encuestas. Cristina Kirchner no se mueve del 36 por ciento de imagen positiva; su esposo apenas roza los 32 puntos. La imagen negativa de ambos creció, en cambio, tras la última embestida oficialista lanzada contra la prensa independiente. Un dato curioso consiste en que encuestadores más cercanos al Gobierno coinciden con esas mediciones.
¿El 36 por ciento de la Presidenta es poco o es mucho? El periodismo acaba de hacerse eco de lo que se consideró un desastroso derrumbe de Hugo Chávez en las encuestas. ¿Cuánto tiene Chávez de aceptación social en esas mediciones? El 36 por ciento. Es, a todas luces, una cifra magra, sobre todo si significara, como parece suceder en el caso de los Kirchner, un techo muy difícil de perforar. Kirchner sabe que está agotado, cuentan sus escasos confidentes.
El caso Scioli provocó en el acto una coalición de la corporación política peronista en solidaridad con el gobernador. Más que generosidad, prevaleció el natural instinto de supervivencia. Si le hace eso a Scioli, el más disciplinado y leal de todos, ¿qué nos espera a nosotros?, se alarmó un caudillo bonaerense.
Los intendentes del conurbano destilan bronca y críticas a Kirchner. Hugo Curto, el perpetuo caudillo de Tres de Febrero, presente en la reprimenda, ni siquiera aplaudió a Kirchner. El vapuleo a Scioli sucedió por un tema que tiene afligidos a todos los intendentes: la inseguridad. Pero son ellos los que les ven la cara a la muerte y a las familias de los muertos. Ninguno de nosotros, ni siquiera Scioli, necesita lecciones desde los jardines de Olivos, deslizó un intendente, con más furia que ironía.
Por esas mismas horas, ocho intendentes peronistas bonaerenses (La Plata, Tigre, Escobar, Olavarría, San Miguel, Malvinas Argentinas, Villegas y Hurlingham) se reunieron para dejar de lado el disimulo. Quieren refundar el peronismo y se comprometieron a no cruzar un límite electoral. Ese límite es Kirchner, al que resolvieron no apoyar. Algunos de ellos mencionaron a Macri y a Scioli, con el que se llevan muy bien, como eventuales candidatos presidenciales. No tomaron ninguna decisión todavía sobre eso. El grupo de los ocho tiene la importancia de haber dado el primer paso y de ser, al fin y al cabo, el primer núcleo de intendentes en abrir la puerta que permitiría la fuga del kirchnerismo por parte de otros barones peronistas del conurbano.
No hay peronistas ni intendentes ni encuestadores que no consideren a Carlos Reutemann como el gran tapado en la actual carrera presidencial. Todavía no están todos los jugadores en la cancha, aseguró hasta un hombre que suele frecuentar a Kirchner; ese jugador ausente es Reutemann. El senador es considerado como el único político que podría desequilibrar el aburrido empate actual entre tres tercios irredimibles: el kirchnerismo, el no peronismo y el peronismo disidente. Dicen que es, también, el único que podría convocar a una amplia alianza, que incluiría hasta a Elisa Carrió, en una especie de cohabitación entre los que quieren cambiar la política del kirchnerismo. Reutemann sigue diciendo que no. El «no» es su estrategia.
Eduardo Duhalde sueña con una interna con Reutemann o con Macri, pero no para ganarles, sino para potenciarlos. El que gane esa interna será presidente, dice Duhalde. Macri no ha sentido en las encuestas, fuertemente al menos, los escándalos por las escuchas telefónicas ni por la toma de los colegios de la Capital. Otro derrumbe con dos muertos lo acaba de sorprender en Europa. ¿Qué dirá la gente común?
Un sector importante de la sociedad parece entrever a Macri como víctima del kirchnerismo; es la misma ventaja que lleva Scioli, aunque éste ya no está lejos de la frontera que lo separaría de la estéril mansedumbre. Scioli tiene una sola opción: o toma distancia de los Kirchner o podría perder el respeto social. El gobernador lo sabe.
Los dos Kirchner alentaron públicamente a los estudiantes secundarios de la Capital. Bienvenidos al Mayo francés del 68. El problema es que ni el kirchnerismo ni el peronismo gobiernan a los estudiantes, y que la llamarada de la sublevación podría provocar un incendio nacional. ¿Las escuelas de la Capital están en mal estado? Es cierto, pero peor están los colegios de La Matanza. En Esteban Echeverría, los alumnos deben sentarse en el piso para tomar apuntes.
En el interior del país las cosas están más graves aún. Muchos gobernadores aspiran a destinarle más recursos a la educación, pero la coparticipación federal está en el mínimo porcentaje histórico. Los Kirchner se reservan para ellos lo que se llama «transferencias discrecionales» de recursos a las provincias. Dependen de la política, no de las necesidades.
Después de aquel aliento presidencial, cinco facultades de la Universidad de Buenos Aires fueron tomadas por los estudiantes. Más de 20 colegios de la Capital cayeron presa de la misma estudiantina. Un delegado del colegio Carlos Pellegrini reivindicó las «jornadas históricas» de 2001, cuando se «destituyó a un presidente de la Nación». Dijo que se proponían hacer lo mismo con Macri. Otro dirigente estudiantil traspoló hasta aquí la mística y la épica del Cordobazo de 1969. Los episodios de Córdoba sucedieron bajo una dictadura (la de Onganía) y fueron un plan político del gremialismo. ¿Quiénes les contaron a esos jóvenes, casi adolescentes, una historia tan manipulada? ¿A ese espíritu destituyente se sumaron los Kirchner?
Kirchner y Hugo Moyano anunciaron que implantarán un sistema de distribución de las ganancias empresarias entre los trabajadores para llegar al reparto de 1974. Bienvenidos a otro mundo que ya se fue. El viejo Estado de Bienestar de Europa cayó abatido en los últimos años por el factor China, país imperturbable en su decisión de conservar las peores condiciones laborales para exportar competitivamente. Ese fenómeno es ciertamente injusto y lamentable, pero el mundo es como es y no como lo imaginan Kirchner y Moyano. La Argentina, que necesita de la inversión privada interna y externa, sigue ciega, encerrada en sí misma.
A Moyano le sucede lo mismo que a Kirchner: su final podría estar muy cerca. Una amplia mayoría del comité confederal de la CGT ya tomó la decisión de relevar al caudillo de los camioneros del cargo de jefe de la central obrera. Los números están y la decisión también está. Sólo falta la oportunidad , dijeron importantes líderes sindicales. ¿Quién decidirá la oportunidad de ese instante de destitución? Los «gordos». Están esperando que Moyano alcance su pico más alto de impopularidad , respondió aquel dirigente. Moyano hará en la semana que se inicia otra orgía de boicoteos contra las empresas de Techint, que decidió no concederle nada. La industria está en peligro, porque podría quedarse sin los insumos básicos que provee Techint.
La ambición de Moyano, las caravanas de Luis D?Elía, la revolución permanente de los estudiantes y los desplantes públicos a Scioli y a Macri. Los Kirchner huyen de la clase media y ésta huye de ellos.
Fuente: diario La Nación, Buenos Aires, 12 de setiembre de 2010.