«Olé, olé, olé, olé, Chelo, chelo», fue el canto espontáneo de todo el estadio. Acaso la mejor reacción, porque esa gente que había estado insultado y despotricando todo el partido contra sus propios jugadores, entendió que era una injusticia que justo Marcelo Barovero haya cometido un error decisivo.
En la cancha, el pibe venía haciendo un gran partido, era largamente la figura de su equipo y en esa pelota previa al gol dio un rebote fatal.
Los hinchas entendieron que se había equivocado, pero que era demasiado castigo reprocharle ese error justamente a él, el único que se salvaba del incendio generalizado.
¿Cómo hacer para reclamarle algo a Barovero que venía salvando un mano a mano tras otro, mientras sus compañeros no podían hilvanar una jugada colectiva más o menos rescatable? Si Agotegaray no encontraba su marca, si Semino se hacía expulsar de una forma poco explicable y encima peleaba con todos. Si Galleguillo estaba ausente sin aviso como en los últimos partidos, si los delanteros quedaban totalmente aislados y sin que les llegue juego. No había nada para reclamarle al «1», porque había sido el aval para mantener el cero en su arco.
Tal vez por eso, por haberse fijado en ese detalle y haber reivindicado la figura que debía rescatar es que la reacción de la gente tiene argumentos. Porque no es la primera vez que insulta a más no poder a sus jugadores, por una mala actuación.
Pasó en aquella noche fatídica ante Chacarita en el Apertura o ante Chicago en el Clausura, que cuando el equipo ganaba 2 a 0 el estadio insultaba desde los cuatro costados. Y pasó ayer.
La impaciencia de la gente no se hizo esperar. No habrían pasado 20 minutos del primer tiempo y al segundo mal pase, empezó a bajar «y pongan huevo…», como primer mensaje. De ahí hasta el «váyanse todos…», pasando por una ristra de insultos variados.
¿Por qué tanto hostigamiento? Porque la gente ve que el equipo está jugando mal (algo que no es nuevo), que no mejora su nivel de un partido al otro (en realidad pasa todo lo contrario) y ya no se cree el discurso pro ilusión de ascenso que tiene el plantel.
En ese estado de impaciencia se disputó un partido que terminó siendo más emotivo que otra cosa. Se jugó mal, más allá que los mendocinos en el primer tiempo merecieron llevarse una diferencia a su favor.
Atlético no mostró nada nuevo. La sobriedad de Tomasini para encargarse del delantero de punta rival, o de Zanabria para cargarse el equipo al hombro mucho más de lo que tendría que hacerlo, o el criterio de Pietravallo para quitar todo en el sector central, o…. no, nada más.
Porque García sigue desconocido, muy lejos del García que se conoce en Rafaela. Porque Agotegaray habrá estado recuperado de su lesión, pero el nivel futbolístico sigue siendo el mismo de siempre. Porque Galleguillo sigue sin distinguir a sus compañeros.
Entonces, Atlético fue una suma de voluntades que buscaba un triunfo inalcanzable. Y San Martín era un rival digno, pero limitado que ni siquiera con un hombre más podía marcar la diferencia.
Si hasta se tuvo que equivocar Barovero para que Pablo López dejara de errar goles y metiera uno. Y cuando todo parecía que ese gol le daba la victoria, la clasificación y la posibilidad de quedarse en Rafaela para volver a jugar con Atlético, llegaría la mala salida de Battistella y la buena definición de Villalba.
Y a partir de ahí el desahogo, pero de los jugadores. Mendoza gritándoselo a vaya saber quién en los palcos, Villalba viajando hasta el banco a festejar con su amigo Galleguillo. Y el final con entredichos, con los jugadores yéndose sin saludar a la gente que los había insultado durante casi todo el partido.
Ayer nadie festejó. Ni San Martín que dejó escapar la victoria sobre el final. Ni los jugadores de Atlético, porque sufrieron el partido más de lo que lo gozaron. Y los hinchas tampoco, porque son concientes que este momento del equipo se está agudizando y las ilusiones tienen cada vez menos sustento.
Ahora viene la etapa del cara y cruz. Ya no hay margen de error. El que se equivoca pierde y se va de vacaciones. ¿Podrá Atlético revertir esta situación de manera de continuar por más tiempo en el torneo? Hay factores que muy difícilmente cambien en el corto plazo, pero el fútbol y este campeonato de la B Nacional todo lo pueden.
Fuente: diario La Opinión, Rafaela, 19 de junio de 2005.