Por Martín Rodríguez Yebra.- La plaza de la educación colocó al gobierno de Javier Milei ante la incomodidad de los fenómenos complejos. En la inmensidad de la manifestación se mezclaron políticos y estudiantes; sindicalistas rancios y profesores intachables; férreos kirchneristas y votantes libertarios. Un muestrario de clases sociales, simpatías y profesiones que conformó un universo anómalo para los parámetros del relato oficial, poblado de “enemigos del pueblo”, de “castas”, privilegios, violencia y “curros”.
Una mezcla de prejuicio ideológico y superficialidad emocional impidió ver al Presidente la delicada fibra que tocaba al tratar a las universidades nacionales con las mismas herramientas narrativas que tan buenos resultados le dieron con la oposición política. La educación pública resiste todavía como un valor de cohesión en la sociedad argentina, capaz de resistir incluso el manoseo recurrente de los vendedores de consignas facilistas.
La potencia de la marcha sacudió a un gobierno en minoría legislativa que teje su poder con el hilo de la opinión pública. Para Milei, las prioridades son “la macro” y “la calle”. En 24 horas pasó de una cadena nacional festiva sobre el superávit fiscal del primer trimestre a la amargura de la primera gran muestra de resistencia pública a su proyecto. Fue la primera protesta en estos cuatro meses y medio que no pudo capitalizar el Gobierno, hasta ahora siempre favorecido por el contraste con los convocantes.
Milei le aplicó al presupuesto de las universidades el turbo de la licuadora. Al rigor fiscalista le sumó una visión personal que irritó incluso a una parte de quienes lo eligieron con la ilusión de revertir el descalabro económico de la última gestión peronista. Repitió hasta el cansancio que la educación pública ha sido “un mecanismo de lavado de cerebro que ha hecho mucho daño a la gente” y acusó a la Universidad de Buenos Aires (UBA) de funcionar como un centro de adoctrinamiento.
“Si van a la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA y preguntan quién es Ludwig von Mises le van a decir que es el 9 de Holanda. Y para otros es el mejor economista de todos los tiempos, con Murray Rothbard. Eso sí… Al barbudo alemán, al empobrecedor de Marx, sí lo conocen”, dijo el mes pasado en el cierre de un foro empresarial.
La declaración despertó indignación en los claustros. Entre otras cosas porque la UBA –donde se recibió su “ministro héroe” Luis Caputo– tiene desde 2016 un curso sobre la Escuela Austríaca en el que se estudia a Von Mises, Hayek y otros referentes profesionales de Milei. Von Mises, además, disertó en Económicas de la UBA en su visita al país de 1959, de la mano de Alberto Benegas Lynch (padre).
Prioridades
La educación no ha sido nunca un punto relevante en el discurso de Milei. En la campaña propuso “ir en el largo plazo a sistemas privados” en todos los niveles, pero dejó desinflar esa consigna a medida que avanzaba en la carrera hacia el poder. Al asumir, devaluó Educación a una secretaría del Ministerio de Capital Humano. El 1 de marzo, no incluyó siquiera una mención a la cuestión de la enseñanza cuando planteó los lineamientos del Pacto de Mayo con el que se propone impulsar el desarrollo de la Argentina.
Su gobierno hace de la excepción, la regla. ¿Hay falencias en las auditorías de los fondos universitarios? Sin dudas hay un déficit notorio de transparencia. ¿No es escandaloso que la Universidad de San Martín haya participado la década pasada de una maniobra para financiar una novela de Andrea del Boca que nunca se emitió? Evidentemente. ¿Son esas las pruebas irrefutables del “curro de la universidad pública” y la justificación para someterla a un ajuste del presupuesto sin precedente? Sería como cerrar la Policía Federal cada vez que se descubre a un comisario que ampara a delincuentes.
Al reclamo de los rectores, le devolvió una “guerra cultural”. No intentó aún plantear una visión propia sobre el destino de la educación superior en la Argentina. Cuestionó que hubiera actividad política en los claustros como si no fuera el estado natural de las cosas en espacios concebidos para fomentar el pensamiento crítico.
El subsecretario de Políticas Universitarias, Alejandro Álvarez, se hizo cargo de recibir a las autoridades educativas para minimizar sus pedidos y advertirles que les iban a revisar las cuentas con detalle. Calentó de más un ambiente inflamable.
El conflicto se incubó durante días hasta que la ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello, entró en alerta cuando constató que la marcha podía ser masiva. Esperaban 40.000 personas, pero la cifra conservadora de la Policía Federal señaló 150.000. Los organizadores amplían el número hasta 800.000. En cualquier caso, una multitud que pesa fuerte en términos políticos. Fuentes de la Casa Rosada ponían en la mira al subsecretario Álvarez: ¿será una nueva baja en un megaministerio diezmado por las renuncias?
Hasta último momento la esperanza libertaria consistía en que la movilización quedara monopolizada por la CGT, los movimientos piqueteros, las Madres de Plaza de Mayo, los exfuncionarios kirchneristas, Sergio Massa, Axel Kicillof, La Cámpora… El tuit de convocatoria que escribió Alberto Fernández desde Madrid había sido una brisa de alivio durante el fin de semana.
Sin protocolo
La ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, amenazó con aplicar el protocolo antipiquetes que usó hasta ahora para mostrar quién manda en la calle cada vez que un grupo opositor desafió al Gobierno. Milei avaló desde su cuenta de Twitter decenas de mensajes ofensivos contra los manifestantes y con denuncias de los “curros de la universidad”. Uno de los tuits que reprodujo, de la tuitera militante Lady Market, terminaba con la frase: “Este país está lleno de hijos de puta”.
Al final “el tren fantasma” se diluyó en una marea multicolor. El palco sobrevivió como la evidencia de que el acto se había pensado con el sesgo de una facción.
En la intimidad de la Casa Rosada se descartó por completo la pretensión de despejar las calles para que fluya el tránsito en el corredor que une al Congreso con la Plaza de Mayo. El protocolo de Bullrich encontró un límite: la multitud. No hubo incidentes que lamentar.
El kirchnerismo fogoneó desde el principio y estuvo detrás de la movilización a cara descubierta. La consigna de la educación pública, sin embargo, desbordó el oportunismo de la oposición dura. La UCR exhibió el aparato universitario que cuida como su bastión más preciado. Marcharon el trotskismo, la Coalición Cívica y el exjefe porteño Horacio Rodríguez Larreta. Hubo hasta legisladores libertarios que adhirieron a la protesta.
Aunque tarde, el Gobierno resolvió separar las aguas. Milei bajó la orden de no atacar a los estudiantes. “No digo que no sea algo genuino de los alumnos, que están preocupados y son a quienes defendemos. Es genuino lo que hacen y los reclamos que puedan considerar, pero no consideramos genuino que desde un escritorio se incentive este tipo de cuestiones”, dijo el vocero Manuel Adorni, al elegir rival.
Negó el desfinanciamiento de la educación superior que motorizó el reclamo. Enfatizó que el Gobierno ya había aumentado las partidas, en alusión a los giros que se aprobaron en los últimos días vinculados a los gastos operativos de las universidades. “La cuestión presupuestaria está saldada”, zanjó, con la misma certeza con que el día anterior afirmó que “si el Presidente dijo que hay cinco perros son cinco perros y se terminó”. El 90% del gasto de las universidades, sin embargo, corresponde a salarios de docentes y auxiliares, cuyas asignaciones no se han modificado desde la prórroga del presupuesto 2023.
La magnitud de la marcha pone a prueba el temple del Gobierno y el “mandamiento” que declaró Milei el lunes por cadena nacional: “No gastarás”. Es una de muchas incógnitas. A saber: ¿nació en el calor de la plaza un nuevo polo político de resistencia al ajuste de Milei?, ¿impactará el éxito de la convocatoria en el ánimo de los diputados y senadores que se disponen a discutir otra vez la demorada Ley de Bases?, ¿serán capaces el oficialismo, la oposición y las autoridades universitarias de darle lugar a un debate sin reduccionismos sobre el futuro de la educación superior, en términos de calidad, financiamiento y transparencia?
Antes de saberlo queda por resolver otra intriga sobre el novedoso dispositivo de poder que gobierna la Argentina desde diciembre: cómo será Milei en los momentos de adversidad.
Fuente: https://www.lanacion.com.ar/