Por Guillermo Briggiler.- Con este calor, hablar de un baño es placentero, pero no nos referimos a un chapuzón en una pileta, sino a la realidad que estamos viviendo de subas de tarifas, quita de subsidios, aumentos de precios de combustibles, entre otros. Es que nos encontramos viviendo una transición significativa en el panorama económico, la cual se encuentra marcada por un cambio de paradigma desde un modelo, llevado adelante por varias décadas, que se caracterizaba por el gasto desmedido, emisión monetaria y déficit fiscal reiterado, hacia un enfoque de ajuste en las cuentas públicas y búsqueda de superávit fiscal. En criollo, el gobierno nacional se embarca en una tarea gigantesca para reducir un déficit fiscal que asciende a U$S 14.000 millones, adoptando medidas que apuntan a un nuevo equilibrio financiero. Con el objetivo de reducir la inflación.
El desafío principal radica en revertir este escenario sin precedentes, que implicaba vivir de prestado y ajustar el rumbo hacia un superávit. La eliminación de subsidios se vislumbra como una necesidad inevitable, con el consiguiente impacto en los precios de las tarifas y un efecto multiplicador que repercutirá en la economía en su conjunto, sometiendo a la misma a un baño de realidad.
La preocupación se instala al considerar las posibles consecuencias de un aumento de precios en un entorno de moneda constante. La amenaza de una recesión, derivada de la subida de precios de productos es inminente, y la falta de liquidez en el mercado está desencadenando un proceso doloroso para la sociedad. Hasta el cambio de gobierno, el plan económico consistía en emitir dinero que presionaba los precios a la suba, a la vez que se subsidiaban algunos otros -en especial servicios y combustibles- para menguar el impacto en el poder adquisitivo. Hoy sin posibilidades de seguir subsidiando, se produce una suba de precios de los bienes y servicios que los poseían.
Las proyecciones para el 2024 sugieren dos semestres marcados por diferencias significativas en términos de inflación. En la primera mitad del año se estima un IPC (Índice de Precios al Consumidor) en torno al 125% y un segundo semestre con una previsión del 55%, principalmente por la recesión en que nos estamos sumiendo. Es decir, la baja de la inflación se producirá por falta de demanda que pueda convalidar los precios de mercado.
Con la ley ómnibus, que es ahora una furgoneta por los recortes realizados en la misma -de los 664 artículos iniciales quedó en menos de 400-, emerge un escenario donde la estabilización fiscal y la capitalización del Banco Central podrían conducir a una nueva economía. El gobierno aspira, en una primera etapa, a alinear los precios de las tarifas a estándares internacionales, buscando anclar la economía local al mundo. Este giro contrasta con la política anterior, que desvinculó los precios locales de los internacionales.
Sin embargo, el reto reside en la gestión de la transición, ya que los salarios, desacoplados del entorno internacional, van a enfrentar dificultades para mejorar en un escenario de recesión pronunciada. En el ámbito financiero, la necesidad de repensar las inversiones se hace evidente. Sin emisión de pesos y en un escenario recesivo, la demanda de dólares podría disminuir, mientras que otras formas de inversión, como bonos soberanos, acciones y propiedades en dólares, podrían experimentar un aumento de valor.
La clave para el crecimiento vendrá cuando aparezca la inversión privada. Siendo la reforma laboral, por ahora suspendida, probablemente la clave para ésta. La reforma probablemente puede cercenar algún derecho a los actuales trabajadores, pero deja desempleados a muchos miles que no consiguen empleo por las actuales condiciones de contratación.
En el mismo tono aparece la posibilidad de privatizaciones de las 41 empresas del Estado Nacional y la reconfiguración del sector público. La exclusión de algunas empresas públicas y la discusión sobre el alcance de las privatizaciones reflejan una voluntad mayoritaria de avanzar en esta dirección, aunque las diferencias internas en los bloques de oposición -dialoguista- plantean interrogantes sobre el alcance de dichas medidas en el congreso. Sitio que en los últimos días se pareció más a la casa de “Gran Hermano” que a un “Honorable Congreso.”
Así como no se podía seguir viviendo de prestado, con deuda externa con el FMI o interna reflejada en la emisión de moneda, hay también un baño de realidad en los precios, que implican un cambio en la forma de consumir, ya que hay un traslado de dinero que antes se gastaba en un bien determinado y que ahora va a parar a otros, como por ejemplo combustibles y servicios públicos sin subsidios.
Nos guste o no, la realidad se planta dura y objetiva, al igual que este calor propio de la temporada de canícula que estamos transitando.
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Fuente: https://diariolaopinion.com.ar/