«Se sentó a la mesa, me miró y me dijo: ‘voy a poner una radio, quiero traer La Red a Rafaela’. Me sorprendí. Lo primero que pensé fue que se trataba de un riesgo demasiado grande y traté de que cambiara de idea. La verdad es que yo ni siquiera escuchaba radio y no sabía nada de deporte simplemente porque no me gustaba. Y Sergio, con quien me había casado dos años antes, me estaba diciendo que iba a poner una que tenía al deporte como tema central. Igual, enseguida me di cuenta de que lo iba a hacer. Ya lo conocía bien, amaba el deporte y el periodismo deportivo, hablaba todo el día de partidos y transmisiones. Era un soñador que peleaba por hacer realidad sus sueños», dice Sandra Prola mientras agranda los ojos que brillan algo más que de costumbre.
Es bueno recordar a los seres queridos porque eso nos endulza el alma. Y es mejor aún recordarlos por lo que dejan, por la huella. Una huella que en el caso de Sergio Oregioni se ha hecho profunda porque sigue siendo fuertemente transitada. «Mantener la radio en marcha fue una decisión que me costó menos de lo pensado. En los primeros cuatro años de La Red nada cambió demasiado, hasta que la enfermedad de Sergio hizo que debiera apoyarse en alguien para continuar dirigiéndola. Pensó en mí, pero yo estaba en el negocio de mi familia y no quería cambiar una cosa por la otra. Hasta que todo se precipitó. Tres días después de su muerte llegué a la radio sin saber nada, ni del manejo interno, ni de la parte periodística, ni de la comercialización. Pero encontré un grupo de chicos fantásticos, muy honestos, que querían mantener La Red en marcha y me ayudaron de manera incondicional. Un poco por ellos y mucho porque era mantener vivo el gran sueño de Sergio es que me decidí. Y aquí estoy», recuerda quien es desde ese momento la directora de la emisora que retransmite la señal de La Red Buenos Aires, pero sumándole producciones propias.
El romance de Sergio Oregioni con el periodismo tiene su punto de inicio en los comienzos de los 90, cuando su amor por el basquetbol lo llevó a crear un producto que se transformó en marca registrada: Basquetotal. Con limitaciones nacidas de su falta de preparación académica pero con un enorme amor propio y determinación que le hicieron superar cualquier obstáculo, fue creciendo sin pausa. Viajó siguiendo al basquet por el mundo y se ganó un lugar entre los especialistas nacionales de ese deporte, hasta que entendió que era el momento de darle forma a su gran sueño. Entonces, el 1 de agosto de 2000, nació La Red Rafaela. Pudo disfrutarlo a pleno durante cuatro años, porque hasta el día de su muerte, el 21 de agosto de 2004, todo su ser respiraba radio.
Ocho meses antes de ese fatídico día, comenzó a pelear con un cáncer brutal que lo quebró sin poder doblarlo. «Fueron meses muy duros, pero él me transmitía toda su energía. No sé si en algún momento tomó conciencia de que se estaba muriendo, a pesar de los tremendos dolores que le impedían moverse. Sólo en sus últimos días me pedía que le apagara el televisor y la radio, entonces me di cuenta que el final se acercaba. Antes de eso hablaba de sus proyectos, de que quería comprar el edificio para la radio…, soñó hasta el último instante».
– Sandra, ahora manejás la emisora en lo comercial, ¿y en lo periodístico?
– Me limito a opinar, a trasladar comentarios que me hacen llegar, pero no más que eso. Dejo que el equipo de periodistas lo analice y elija lo mejor. Luego vemos cómo esto incide en lo económico y decidimos qué hacer. Pero confío plenamente en la gente que trabaja conmigo porque defienden el medio de una manera que me tranquiliza y me hace tener cada día más ganas de seguir. Además, ahora escucho La Red y hasta voy a los partidos de basquet. Sólo me falta animarme a ver uno de fútbol, pero ya lo voy a hacer.
– Marcelo Muriel es, hacia afuera, el referente de la radio por su capacidad y trayectoria. ¿Es también así hacia adentro?
– Sí, pero una de las mejores cualidades de Marcelo es que él no se siente así y le da posibilidades de opinar a todos. Entonces cada uno aporta lo suyo. Me da la sensación que sienten la radio como si fuera de ellos, y eso es muy valioso.
– ¿Cómo analizás hoy el momento en que están?
– Es muy bueno. Tenemos los espacios cubiertos y hemos conseguido un equilibrio entre lo que viene de Buenos Aires y lo nuestro, y en cuanto a lo económico, bueno, estamos en marcha.
– ¿Hasta dónde te preocupa la competencia?
– A mí me interesa lo que ocurre con La Red, creo que el mercado es amplio y hay lugar para todos. No escucho otras radios para saber qué hacen, en todo caso me ocupo de ver qué pasa con la nuestra si se nos empiezan a caer los anunciantes. Igual, repito, los chicos del equipo siempre están trabajando para ser cada día mejores.
– ¿Cómo fue estar casada con un apasionado del periodismo deportivo?
– Hermoso y difícil a la vez. Sergio se pasaba el día hablando de deporte, todo lo relacionaba con eso, y yo no quería saber nada. Pero cuando uno está con alguien que tiene tanto empuje, tantos sueños, termina por subirse a su impulso. Creo que recordar que Sergio fue con Claudio Urquía a transmitir a Córdoba un torneo de basquet sólo un mes antes de su muerte marca claramente cómo era. El nos transmitió toda esa fuerza y ahora estoy cargada de sueños. Quiero que la radio crezca en lo tecnológico, seguir fuertes en lo periodístico, tener nuestro edificio propio…, son los sueños que Segio hubiese soñado.
Los sueños de un hombre que luchó para ser lo que en definitiva todos terminamos por reconocer que fue. Lo que se escribe con letras firmes en su butaca celestial, allí donde ahora comenta los partidos soñados, con jugadores dirigidos por la Divina Providencia, a un costado del mejor relator del cielo: Sergio Oregioni: Periodista.
Un año sin Sergio
Dicen que Sergio Oregioni se murió y eso no es cierto. Yo lo llevo conmigo, muy adentro, como a mi madre y al Caio Marino. Si lo veo en los ojos profundos de Lorena, Lisandro, y las pequeñas Camila y Valentina, sus hijos queridos. Lo escucho todos los días en las palabras que se hacen pájaros en el aire de ese, su sueño más grande, llamado La Red. Y hasta lo he descubierto últimamente reflejado en la cara de cada hincha que festejaba por la gloria del basquet. Así que Sergio sigue existiendo, como siempre, como un ser querido y presente.
No sé bien cuándo nos conocimos, ni siquiera desde qué inmenso instante nos sentimos amigos. Quizás porque eso es lo menos importante. Vivimos interminables horas de café entre el humo de su cigarrillo y discusiones sobre los temas más variados. Compartimos sueños con una diferencia sustancial: mientras él se animaba a pelear por hacerlos realidad, yo me limitaba a verlos convertidos en utopías. Nos peleamos demasiado, pero siempre reincidíamos en el milagro de estar cerca. Y terminamos por aprender a respetarnos tal como éramos.
Sólo pudo prestar su cuerpo al instinto para que el juego se convirtiera en una posibilidad de disfrute. Y cuando terminó de entender que no sería alguno de esos basquetbolistas que admiraba, pasó al terreno de la reflexión, donde logró que la pasión fuera cómplice del análisis serio y profundo. Dijimos que no era devoto del trabajo, y a puro esfuerzo creó un medio que hoy le da de vivir a 20 personas. Aseguramos que no tenía condiciones para hacer periodismo y su nombre terminó siendo respetado y reconocido a nivel nacional.
Cada vez que usted sintonice su radio verá reflejado quién fue Sergio Oregioni en cada transmisión deportiva, en cada ronda de discusiones de La Diaria, en cada opinión apasionada.
Y se dará cuenta que aquellos que dejan una huella profunda en la vida se convierten en inmortales. Y aunque hasta los inmortales mueren, como escribió alguna vez Manucho Mujica Lainez, en este caso, la inmortalidad no deja de ser un consuelo.
Fuente. diario Castellanos, Rafaela, 29 de agosto de 2005.