En conmemoración del fallecimiento del venerable siervo de Dios Enrique Shaw, el arzobispo de Buenos Aires, Jorge García Cuerva, presidirá una misa en la basílica Nuestra Señora del Pilar (Junín 1898, Ciudad de Buenos Aires), el domingo 27 de agosto a las 19.
Luego de la celebración, los restos del empresario –que descansaban hasta ahora en el cementerio de la Recoleta- se trasladarán a un altar lateral del templo, donde Enrique Shaw solía rezar junto a su familia.
“Al salir de misa en el Pilar, siempre se detenía frente a los altares de la Virgen y de San José”, recordaba su esposa Cecilia Bunge, y añadía: “No concebía el día sin comenzar con la misa, aun cuando tenía un trabajo excesivo y un día larguísimo, prolongado por su acción apostólica”.
Sus hijos mayores también escribieron sobre su vida de piedad: “Iba a misa a la Iglesia del Pilar casi todos los días, a las 7. Los domingos íbamos todos juntos a misa de 9.15 en la misma Iglesia del Pilar. Al entrar y al salir nos daba a todos el agua bendita y, desde que entrábamos, empezaba a hacernos rezar. Al terminar de comulgar, abrazaba a dos, tres o cuatro de nosotros, algunos arrodillados, otros parados, y nos ayudaba a hacer la acción de gracias. Se ponía de rodillas, mirando al gran crucifijo a la derecha de la nave, y los chicos nos poníamos a sus lados y los mayores de rodillas. Después cruzábamos la nave y, en un altar lateral izquierdo, con una imagen de la Virgen de Luján, rezábamos una Salve”.
Hay varios testimonios en el libro “Viviendo con alegría”, que dicen que recuerdan verlo rezando después de la comunión, abrazando a todos sus hijos, “como una gallina a sus polluelos”.
María Elena Duhau de Avellaneda recuerda que iba los domingos con su madre a misa de 9.15 en el Pilar: “Me gustaba observar a Enrique Shaw cómo rezaba con sus hijos durante la misa. Enrique se ocupaba de cada uno, hablando con uno tras otro, moviéndose en el banco como una gallina con sus pollos. Nunca lo olvidé, y además, traté de copiarlo: fue una gran lección para hacer lo mismo con mis hijos y nietos. Nunca he visto, a lo largo de mi larga vida, un ejemplo semejante”.
También Matilde Fresco de Areco se acuerda de Enrique llegando con sus hijos al Pilar: “Me impresionaba la piedad con que los agarraba y la devoción con que rezaba. Y todos se quedaban perfectos al lado de él, a veces alguno se movía. Era piadoso, sin ser beato”.
Algo similar comenta Magdalena Cárdenas de Méndez Duhau: “Recuerdo que lo vi muchas veces en la Iglesia del Pilar los domingos, en misa de nueve y cuarto de la mañana. Estaban todos sus hijos a su lado y él, arrodillado, los abrazaba pasando sus brazos por las espaldas de los chicos. Era curioso, yo nunca había visto a nadie abrazando así, y nunca lo volví a ver después.”
Hubo varios testigos que reiteraron esos datos, entre ellos Alberto Bianchi de Cárcano, monseñor Eduardo Mirás, Josefina Pereyra Iraola de Areco, Alicia B. de Peire y Susana María Moret de Reynal.
“El actual párroco del Pilar, padre Gastón Lorenzo, fue el que tuvo la iniciativa de este traslado y lo está haciendo con la meta del apostolado”, explica en declaraciones a AICA Sara Critto de Eiras, nieta de Enrique, quien añade que, para la exhumación y traslado de los restos, el cardenal Mario Poli había designado un tribunal eclesiástico.
“Hay tanto para enterarse y aprender del legado de Enrique Shaw, en forma amena, en base a los testimonios de los que sí lo conocieron íntimamente en la vida diaria y que lo consideraron un hombre común, pero que además se dieron cuenta de que estaban ante un hombre que era excepcional y al que el Papa Francisco ha calificado públicamente como un santo”, destaca Fernán de Elizalde, administrador de la causa de canonización.
“Ha tomado en serio su fe y ha tratado de ser coherente con ella en su vida privada, su profesión y, sobre todo, como padre y esposo, respondiendo generosamente a su vocación de laico comprometido con su tiempo”, resume el cardenal Poli.
La celebración se podrá seguir en vivo por el canal de YouTube de la Basílica.
Fuente: https://aica.org/