Por Emilio Grande (h.).- Estanislao Esteban Karlic nació en Oliva (provincia de Córdoba) el 7 de febrero de 1926, fue ordenado sacerdote en 1954, estudió Teología en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, fue superior de la sección de filosofía del Seminario Mayor de Córdoba. Fue consagrado obispo en 1977, arzobispo de Paraná (1986-2003), presidente de la Conferencia Episcopal Argentina (1996-2002). En ese cargo, su capacidad de diálogo fue clave para ayudar a la sociedad argentina a superar la crisis de 2001.
Fue miembro destacado de la comisión para la redacción del Catecismo de la Iglesia Católica (1986-1992), nombrado cardenal por Juan Pablo II en 2003. A fines de 1997 participó junto a 10 obispos argentinos durante un mes del primer Sínodo de los Obispos para América en Roma.

A continuación, se transcribe parte de la entrevista realizada en su residencia de la capital entrerriana, ubicada en la costanera alta 171, con una vista panorámica al río Paraná, publicada en diario La Opinión el 3 de enero de 1998.
“El Sínodo es una institución permanente que agrupa a los obispos del mundo y tiene asambleas ordinarias y extraordinarias. Esta fue una asamblea especial del Sínodo de los Obispos para América y se ha querido recuperar la unidad de todo el continente. El papa Juan Pablo II ha tenido una intuición formidable, que es subrayar la unidad del continente”, destacó.
Y agregó: “El encuentro con Jesucristo vivo, camino para la conversión personal, la comunión entre nosotros en la Iglesia y para el servicio solidario en los órdenes espiritual y material. El Papa era muy consciente que reunía el norte más rico y el sur más pobre”.
-¿Cuál fue el mensaje del Sínodo?
-Se identifica con el propósito del Papa, el llamado a construir la única América en el nombre del Señor, atendiendo a este momento de globalización, en que la Iglesia pudiera vivir más intensamente su catolicismo para vivir la verdad universal de Dios y reunirnos todos en su pueblo. La gran tarea es evangelizar América para servir a la evangelización del mundo, atendiendo todos los problemas pastorales y de solidaridad para tratar de sanear esta diferencia social y económica que existe entre el norte y el sur desde lo moral.
-¿Cuál son los desafíos de la Iglesia en la Argentina?
-La gran cuestión es el secularismo, vivir como si Dios no existiera y de acuerdo con nuestra comodidad; un ejemplo es la fiesta de Navidad, tener a Jesucristo como un elemento más para uso propio. Pero debo descubrir y aceptar el amor de Dios que me crea y me salva, y ahora me quiere conducir por los caminos de santificación personal y social o yo me constituyo falsamente en principio y fin de todas las cosas. Esta crisis toca el sentido moral y la inteligencia, que nos hace relativistas y escépticos. El otro gran desafío es la justicia social, largamente esperada. La esperamos porque cada día la realizamos o no, pero desgraciadamente en la Argentina y en el mundo la justicia sigue siendo esperada porque no la vivimos en plenitud. La Doctrina Social de la Iglesia dice que vivimos la amistad social; la amistad debe hacernos cada vez más iguales en oportunidades, responsabilidades, generosidad para comunicar nuestros bienes, sabiendo que las cualidades son distintas, pero para enriquecernos mutuamente. La familia está terriblemente atacada por el divorcio, el aborto, la violencia familiar, la falta de comunión y el egoísmo. Debe ser sostenida como célula de la sociedad, forma parte de la Iglesia y debemos hacer hincapié en la formación de principios, se decide la vida nueva y se educa; por amor tiene que nacer la persona, se perfeccionan los esposos, la sabiduría, la paciencia y la generosidad. Lo que no se da en la familia difícilmente se pueda dar en una escuela o la cultura. Tenemos que salvarla si queremos una sociedad nueva.
-¿En qué medida la globalización ataca la identidad cultural?
-Tenemos que discernir en la globalización los aspectos positivos y negativos. Hay que estar muy atentos a las amenazas de la disolución de nacionalidades, la cancelación de las culturas, la ampliación de la brecha de personas y pueblos entre ricos y pobres, la acentuación del poder del dominio de ciertos grupos trasnacionales junto con los poderes políticos o más allá de estos.
-¿El poder prioriza solamente lo económico?
-El lucro no es el fin último de la conducta humana y tiene que estar al servicio de la plenitud de la persona, la familia, la sociedad entera, las naciones y el mundo. Se subrayó la prioridad de la persona a imagen y semejanza de Dios, llamada a la fraternidad universal y al señorío del mundo, dominándolo a una familia de hermanos.
-¿En qué se avanzó en la condonación total o parcial de la deuda externa?
-Dentro del problema social, cultural, del peligro de desdibujar las nacionalidades y la cultura, hay que buscar la solución de los grandes problemas, uno de los cuales es la deuda externa, llamada también “deuda eterna”. Juan Pablo II en Tertio millennio adveniente dice que hay que buscar para algunos países la cancelación total o parcial porque hay pueblos que no pueden atender las exigencias de la deuda sin hipotecar el futuro para vivir honestamente y tener una esperanza de crecimiento. La complejidad del problema lleva a la dificultad de ubicar quienes deben resolver esto, no es fácil decir quién es el acreedor porque no hay que hablar de países sino de grandes empresas y entidades financieras, que son difíciles de identificar.