“Tenemos que pedir a san Cayetano que nos ablande el corazón”

Destacó el obispo diocesano Pedro Torres durante la misa en el templo del barrio Amancay, durante la festividad del santo del pan y del trabajo. “Nos endurece el corazón la costumbre, la rutina, el cansancio, el aburrimiento, la indiferencia”, graficó. Hubo ventas de comidas y santería para sostener los proyectos de Cáritas y a la parroquia.

Por Emilio Grande (h.).- Este miércoles se celebró la festividad de san Cayetano, el santo patrono del pan y el trabajo, que convocó a multitudes especialmente en los templos de la Argentina.

La parroquia de nuestra ciudad, ubicada en el barrio Amancay, recibió la afluencia de miles de fieles de distintos barrios y localidades vecinas, bajo el lema “Junto a San Cayetano, oremos para renovar la escucha, la alegría y la esperanza”.

En la oportunidad, se oficiaron seis misas, entre ellas la presidida por el obispo diocesano Pedro Torres y concelebrada por Oscar Sara (párroco de Santa Rosa de Lima) y el diácono permanente Mario Gerber (de Suardi), en un escenario montado fuera del templo. Antes, tuvo lugar la procesión, portando el santo alrededor de la plaza de la Bandera.

Para destacar, la venta de 500 pollos (entre el domingo y el miércoles), 800 docenas de pastelitos, 300 choripanes, 150 panes caseros, tortas fritas (100 kg de harina) y 200 bolsitas de pochoclo, artículos de santería y feria de ropa, cuya recaudación se destinará para sostener los proyectos de Cáritas parroquial y el mantenimiento de la parroquia.

La misa de las 9 fue presidida por Néstor Valladares (párroco de Vila y Roca) y el diácono permanente Héctor Sosa.

“Cuando san Cayetano eran joven iba a rezar al mismo lugar dónde va el Papa a la basílica de Santa María la Mayor en Roma, que la recuerda a María en un milagro que se produjo por una nevada en pleno verano el 5 de agosto de 358; él tenía el corazón duro como un diamante. La imagen del santo tiene al niño en los brazos porque rezando a la Virgen sintió que le entregaba al Niño Jesús y se le ablandó el corazón”, destacó el titular de la Diócesis al inicio de su sermón.

Y agregó: “Lo primero que tenemos que pedir a san Cayetano es que nos ablande el corazón y no se endurezca. Nos endurece el corazón la costumbre, la rutina, el cansancio, el aburrimiento, pero también la indiferencia; hay que pedir perdón por el egoísmo que no nos deja ver la necesidad de los hermanos, el orgullo donde creemos saberlo todo y no necesitar de nadie incluso de Dios, la avaricia porque nos preocupamos tanto de lo material que nos olvidamos del alma. Busquen el reino de Dios y su justicia, y lo demás se te dará por añadidura, resonaba en el corazón de san Cayetano”.

Más adelante, dijo que “el santo descubrió que la dureza de su corazón se transforma cuando nos encontramos con Jesús en su ternura, su humildad de Belén, que es el camino, la verdad y la vida, el único que tiene palabras de vida eterna, que nos enseña la medida del amor: ´amen como yo los he amado´. La dureza de corazón produce desconfianza y tristeza; tener un corazón blando, manso y humilde como el de Jesús, que estamos pidiendo esa gracia este año, lleva a la alegría. El lema de la parroquia este año es con san Cayetano redescubrir la oración como camino para la alegría, la paz, la solidaridad”.

En otro pasaje, Torres señaló que “es conocido en el mundo como el santo de la providencia por su confianza en Dios y en Argentina la primera imagen la trajo Mama Antula, esta santa santiagueña, siendo la única imagen con espigas, que empezó a difundir a mediados de 1700. La providencia que pedimos es tener pan, paz, trabajo, pero a la vez nos compromete a ser providencia para los demás. Tener un corazón blando es tener un corazón compasivo y solidario; la compasión es ponerse en el lugar del otro, no pasar de largo como aquella escena del buen samaritano que ofrece lo que tiene: el vino, el aceite y la cabalgadura. La solidaridad es un proceso y un acompañar”.

“Tenemos que pedir la gracia -continuó- de no acostumbrarnos a lo que no puede ser normal como el robo, la mentira y la injusticia; hemos sido creados para el amor, la paz y la fraternidad. Nuestra vocación es encontrar la alegría de servir y amar; que no se endurezca el corazón porque nos fuimos acostumbrando a vivir en emergencias. Que no se endurezca el corazón a las autoridades, a los que dan trabajo ni al que trabaja. Servimos y trabajamos no solo por el sueldo del mes sino para la gloria de Dios; somos sal, luz y fermento en la sociedad que tiene que sembrar paz, fraternidad, justicia, equidad; el que no ilumina hace sombra y entenebrece. El trabajo es camino edificante”.

Finalmente, Torres sostuvo que “es importante que cada uno reconozca el don de Dios y lo ponga al servicio de los demás, como dice san Pedro. Necesitamos el don de los demás, aunque parezca tan pequeño como un vaso de agua tiene valor de eternidad no por la cantidad y la materialidad sino por el amor con que se vive. Trabajemos por una Diócesis donde la fraternidad se convierte en escucha; este año el objetivo diocesano es aprender a escuchar sin juzgar ni marginar, no solo con el oído sino con el corazón. San Cayetano es ejemplo porque sigue escuchando hoy, desde el aprendizaje escuchar la palabra y descubrir la ternura de Jesús en Belén”.

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