Por Luis Fernández.- Apreciadas Autoridades y todos los que nos hemos reunido en esta Iglesia Catedral para dar gracias y pedir a Dios la sabiduría que nos ayude en estos tiempos difíciles a “pensar y trabajar unidos” para consolidar el bien de la Patria, construyendo el “Ser” de la Nación, es decir, “vivir en la justicia, en paz y como hermanos”, el ideal que se propusieron aquellas mujeres y hombres de la Independencia.
Dios, en la Palabra proclamada nos ha dicho que todos estamos llamados a ser “sal de la tierra y luz del mundo”, cuánto más, aquellos que somos dirigentes, representantes, de la sociedad, “elegidos” para servir para el “bien común” del Pueblo.
Gran vocación, la de ser “llamado” a <dar gusto>, < sabor> a la vida, que a veces se presenta amarga, injusta y hasta “sin sentido” por hechos tristes y dolorosos que acontecen, cuando hay violencias, tensiones, división en las familias, robos, asesinatos, falta el trabajo, cuando crece la pobreza, o nos descalificamos unos a otros, deambulando por oscuras sombras de intereses personales, o partidistas, favoreciendo grietas, haciendo desencuentros, que dejan a la gente temiendo el futuro, sobreviviendo nomás, llevando al Pueblo a “olvidar” la “verdadera identidad” de reconocernos “hijos y hermanos de una misma Nación”.
Dios nos creó, como recién dijo el evangelio, para “ser luz del mundo”. Cómo nos ayuda y nos hace sentir felices, cuando vemos a los niños crecer con salud, ir al colegio, sentirse amados y escuchados, cuando desde temprano vemos a tantas mujeres y hombres salir para ir a sus trabajos y poder no solo traer el pan a su casa sino poder entrar en algún plan para acceder a la vivienda, cuando las empresas hacen lo imposible para no despedir a la gente y los obreros trabajan con honestidad y dignidad, tantas mujeres y hombres que día a día, entregan tiempo y esfuerzo, desde sus profesiones y en las tareas más humildes, ven crecer felices a sus nietos e hijos y los ancianos envejecen haciendo de la experiencia, sabiduría, sintiéndose parte de la sociedad que los necesita y los quiere.
El gusto y las ganas de vivir, el gozar de la luz que llena de esperanza, es verdadera y plena cuando llega a “todas” y “todos” los que viven en esa Nación, en esa “casa común”, que para nosotros es nuestra querida tierra Argentina, la que soñaron nuestros próceres el 9 de julio de 1816, en Tucumán y sigue soñando el Pueblo Argentino.
Como no pedir hoy a Dios, para que a todos los actores sociales nos comprometamos a realizar un <diálogo> “responsable y creativo”, pensando en el bien común de la patria, con el objetivo de revertir la “difícil situación social”, del país.
A esto todos estamos llamados: el Estado, los Empresarios, los Sindicalistas, los Movimientos populares, la Dirigencia política, las Universidades, los Clubes, las ONG, las Uniones Vecinales, etc. Todos juntos poniendo los mejores esfuerzos, donde nadie se sienta ajeno o indiferente, a este llamado de ser “sal de la tierra y luz del mundo”. Al País no lo salvan solo entendimientos políticos y económicos, lo salva la voluntad de un Pueblo capaz de “dialogar y trabajar unido”, haciendo una Patria de hermanas y hermanos, nadie puede quedar afuera de la mesa de la vida, de la paz, la justicia y el amor fraterno, de ser Nación.
La presencia de los jóvenes, con su conciencia, generosidad y preocupación solidaria, por los más “vulnerables y descartados de la sociedad”, tienen mucho que aportar, ayudando a cambiar la realidad desigual; qué bueno cuando les damos el espacio y escuchamos atentamente sus reflexiones y los invitamos también a la mesa de las planificaciones y decisiones, no son solo el futuro, sino fundamentalmente también son el presente. Por eso es “ejemplar” cuando se los invita a “participar”.
Hermanas y hermanos, tarea bella e inmensa, dar “gusto a la vida” y “luz a este mundo”, esto se realiza desde la “pasión”, que es poner “todo”, “entregarlo todo” para ser felices. Esta es la pasión, que pide la Patria, de sus hijos, para superar estos tiempos difíciles y duros de los argentinos. Pasión por la “justicia y la equidad”, que como dijo el Obispo Mons. Ojea: “…implica llevar en nuestro corazón y en nuestra vida los rostros concretos de los hermanos que sufren la cultura del descarte en la que estamos sumidos”.
Hoy estamos para optar por la “Cultura del encuentro y la paz de los argentinos”, donde cada persona, sin perder la identidad, sepa escuchar con humildad al que piensa distinto y aportar sin imponer, siempre proponiendo y promoviendo un diálogo que sea claro, afable, confiado y prudente, que nos lleve a valorar la Democracia, como la manera mejor de vivir en la sociedad.
¡Viva la Patria!
El autor es Obispo de la diócesis de Rafaela.