Sínodo 2024: el documento final llama a la comunión, participación y misión

Como cierre de la asamblea, los miembros sinodales leyeron y votaron como un texto único para orientar el rumbo de la Iglesia.

Tras un mes de intensos debates y reflexiones, concluyó este sábado 26 de octubre el Sínodo sobre la Sinodalidad, que reunió a obispos, sacerdotes y laicos de diversas partes del mundo para explorar y definir el camino hacia una Iglesia sinodal, es decir, cómo lograr de manera real y efectiva que el Pueblo de Dios camine en forma conjunta, en comunión y fraternidad. 

El Papa Francisco destacó que, si bien este documento servirá como guía, aún existen «decisiones que tomar». Aplaudido por la asamblea, el Papa explicó que las «indicaciones muy concretas» de ese documento serán suficientes para guiar a las Iglesias de los distintos continentes, descartando la necesidad de la habitual exhortación apostólica postsinodal a partir de esas conclusiones.

El Santo Padre indicó que diez grupos de trabajo serán los encargados de estudiar una serie de temas específicos, subrayando la importancia de un «estilo sinodal» que permita tomar decisiones con «oración y serenidad», evitando así «posponer hasta el infinito» los compromisos alcanzados. El Documento, que el Papa definió como un «don para todo el pueblo fiel de Dios», deberá compartirse ampliamente en las Iglesias locales y leerse en conjunto, para impulsar un «camino compartido sin juicios ni condenas».

El proceso sinodal no termina

El Documento Final votado, habiéndose aprobado sus 155 apartados, se publicará inmediatament (por ahora en italiano) y no será objeto de una exhortación postsinodal por parte del Papa: de hecho, Francisco decidió que se difunda inmediatamente, para que pueda inspirar la vida de la Iglesia. 

«El proceso sinodal no termina con el final de la asamblea, sino que incluye la fase de puesta en práctica, implicando a todos en el camino cotidiano con una metodología sinodal de consulta y discernimiento, identificando vías concretas y caminos de formación, para lograr una conversión sinodal tangible en las diversas realidades eclesiales». 

Según la síntesis del documento difundida por los medios vaticanos, en el Documento, en particular se pregunta mucho a los obispos sobre su compromiso con la transparencia y la rendición de cuentas, al tiempo que se trabaja para dar más espacio y poder a las mujeres.

Dos palabras clave que se desprenden del texto -atravesadas por la perspectiva y la propuesta de la conversión- son «relaciones» y «vínculos», en el signo del «intercambio de dones» entre las Iglesias vivido dinámicamente y, por tanto, para lograr la conversión de los procesos.

También es particularmente significativa la propuesta presentada en el Documento, para que los Dicasterios de la Santa Sede puedan lanzar una consulta «antes de publicar documentos normativos importantes».

La estructura del Documento

El Documento Final consta de cinco partes. A la primera -titulada «El corazón de la sinodalidad»- le sigue la segunda parte -«Juntos, en la barca de Pedro»-, dedicada a la conversión de las relaciones que construyen la comunidad cristiana y dan forma a la misión en el entrelazamiento de vocaciones, carismas y ministerios».

La tercera parte -«En tu palabra»- identifica tres prácticas íntimamente conectadas: el discernimiento eclesial, los procesos de toma de decisiones, la cultura de la transparencia, la responsabilidad y la evaluación. 

La cuarta parte -«Una pesca abundante»- esboza el modo en que es posible cultivar, en nuevas formas, el intercambio de dones y el entretejido de lazos que nos unen en la Iglesia, en un momento en que la experiencia de estar arraigado en un lugar está cambiando profundamente».

Por último, la quinta parte -«También yo los envío»- permite fijarnos en el primer paso que hay que dar: cuidar la formación de todos en relación con la sinodalidad misionera». En particular, se señala, el desarrollo del Documento está guiado por los relatos evangélicos de la Resurrección.

Las heridas del Resucitado siguen sangrando

La introducción del documento aclara inmediatamente la esencia del Sínodo como «una experiencia renovada de aquel encuentro con el Resucitado que los discípulos tuvieron en el Cenáculo, la tarde de Pascua». «Contemplando al Resucitado -afirma el documento- hemos visto también los signos de sus heridas, que siguen sangrando en el cuerpo de tantos hermanos y hermanas, también a causa de nuestras culpas. La mirada al Señor no se aparta de los dramas de la historia, sino que abre los ojos para reconocer el sufrimiento que nos rodea y nos penetra: los rostros de los niños aterrorizados por la guerra, el llanto de las madres, los sueños rotos de tantos jóvenes, los refugiados que afrontan viajes terribles, las víctimas del cambio climático y de las injusticias sociales».

El Sínodo, recordando las «demasiadas guerras» en curso, se unió a los «repetidos llamamientos del Papa Francisco por la paz, condenando la lógica de la violencia, del odio, de la venganza». Además, el camino sinodal es marcadamente ecuménico, ya que «se orienta hacia una unidad plena y visible de los cristianos».

El corazón de la sinodalidad

La primera parte del Documento se abre con reflexiones compartidas sobre la «Iglesia Pueblo de Dios, sacramento de unidad», y sobre las «raíces sacramentales del Pueblo de Dios». Es un hecho que, precisamente «gracias a la experiencia de los últimos años», el significado de los términos «sinodalidad» y «sinodal» «se ha comprendido mejor y se ha vivido cada vez más». Y «se han asociado cada vez más al deseo de una Iglesia más cercana a las personas y más relacional, que sea la casa y la familia de Dios».

«En términos simples y sintéticos, se puede decir que la sinodalidad es un camino de renovación espiritual y de reforma estructural para hacer la Iglesia más participativa y misionera, es decir, para hacerla más capaz de caminar con cada hombre y mujer irradiando la luz de Cristo».

La conversión de las relaciones

La llamada «a una Iglesia más capaz de alimentar las relaciones: con el Señor, entre hombres y mujeres, en las familias, en las comunidades, entre todos los cristianos, entre los grupos sociales, entre las religiones, con la Creación», abre la segunda parte del Documento, añadiéndose que «tampoco faltaron quienes compartieron el sufrimiento de sentirse excluidos o juzgados».

«Para ser una Iglesia sinodal, por tanto, es necesaria una verdadera conversión relacional. Debemos aprender de nuevo del Evangelio que el cuidado de las relaciones y de los vínculos no es una estrategia o una herramienta para una mayor eficacia organizativa, sino que es el modo en que Dios Padre se ha revelado en Jesús y en el Espíritu». 

Ministerios para la misión

«Carismas, vocación y ministerios para la misión» están en el centro del Documento, que se centra en la más amplia participación de los laicos. El ministerio ordenado está «al servicio de la armonía» y, en particular, «el ministerio del obispo» consiste en «componer los dones del Espíritu en la unidad».

Entre otras cuestiones, se destaca que «la relación constitutiva del obispo con la Iglesia local no aparece hoy con suficiente claridad en el caso de los obispos titulares, por ejemplo, los representantes pontificios y los que sirven en la Curia Romana». Con el obispo, además, hay «presbíteros y diáconos», para una «colaboración entre ministros ordenados dentro de la Iglesia sinodal».

Significativa es, además, la experiencia de «espiritualidad sinodal», con la certeza de que, «si falta la profundidad espiritual personal y comunitaria, la sinodalidad se reduce a un expediente organizativo». 

La conversión de los procesos

En la tercera parte del Documento, se subraya enseguida que, «en la oración y el diálogo fraterno, hemos reconocido que el discernimiento eclesial, el cuidado de los procesos de toma de decisiones y el compromiso de rendir cuentas y de evaluar el resultado de las decisiones tomadas son prácticas con las que respondemos a la Palabra, que nos muestra los caminos de la misión». En particular, «estas tres prácticas están estrechamente interrelacionadas. Los procesos de toma de decisiones necesitan un discernimiento eclesial, que exige escuchar en un clima de confianza, que la transparencia y la responsabilidad apoyan. La confianza debe ser mutua: quienes toman las decisiones deben poder confiar y escuchar al Pueblo de Dios, que a su vez debe poder confiar en quienes ejercen la autoridad».

La conversión de los vínculos

«En un tiempo en el que cambia la experiencia de los lugares donde la Iglesia está arraigada y peregrina, es necesario cultivar en nuevos modos el intercambio de dones y el tejido de vínculos que nos unen, sostenidos por el ministerio de los obispos, en comunión entre ellos y con el Obispo de Roma»: esta es la esencia de la cuarta parte del Documento. La expresión «arraigados y peregrinos» nos recuerda que «la Iglesia no puede entenderse sin estar arraigada en un territorio concreto, en un espacio y un tiempo donde se forma una experiencia compartida de encuentro con Dios que salva» (110). Asimismo, se centra en los fenómenos de la «movilidad humana» y la «cultura digital».

Testimoniar la experiencia sinodal en un mundo sediento de sentido y de paz

En esta perspectiva, «caminar juntos en lugares diferentes como discípulos de Jesús en la diversidad de carismas y ministerios, así como en el intercambio de dones entre las Iglesias, es un signo eficaz de la presencia del amor y de la misericordia de Dios en Cristo».

«El horizonte de comunión en el intercambio de dones es el criterio inspirador de las relaciones entre las Iglesias». De ahí los «vínculos para la unidad: conferencias episcopales y asambleas eclesiales». Es especialmente importante la reflexión sinodal sobre el «servicio del Obispo de Roma». Justamente según el estilo de la colaboración y la escucha, «antes de publicar documentos normativos importantes, se exhorta a los Dicasterios a iniciar una consulta con las Conferencias Episcopales y los organismos correspondientes de las Iglesias orientales católicas».

Formar un pueblo de discípulos misioneros

«Para que el Pueblo santo de Dios pueda testimoniar toda la alegría del Evangelio, creciendo en la práctica de la sinodalidad, necesita una formación adecuada: ante todo, relacionada con la libertad de hijos e hijas de Dios en el seguimiento de Jesucristo, contemplado en la oración y reconocido en los pobres», afirma el Documento en su quinta parte. 

«Una de las peticiones que ha surgido con más fuerza y de todas partes durante el proceso sinodal es que la formación sea integral, continua y compartida»; e, inclusive en este ámbito, la urgencia del «intercambio de dones entre las diversas vocaciones (comunión), en la perspectiva de un servicio a realizar (misión) y en un estilo de involucramiento y educación en la corresponsabilidad diferenciada (participación)».

El texto finaliza con una oración a la Virgen María por la entrega «de los resultados de este Sínodo: enséñanos a ser un Pueblo de discípulos misioneros que caminan juntos, una Iglesia sinodal».

Fuente: https://aica.org/

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