Sentido profundo de la Pascua

Se trata del editorial del programa radial “Sábado 100” por Mitre Rafaela (FM 91,9) que conduce Emilio Grande (h.). Este domingo los cristianos celebramos la Pascua, en la que el hijo de Dios después de haber vivido la pasión y la muerte fue resucitado en el tercer día, como estaba anunciado en las escrituras, para la salvación de la humanidad de los hombres y mujeres de todos los tiempos.

Esta noche abramos nuestros corazones como las mujeres que fueron al sepulcro y quedaron sorprendidas ante el Angel cuando dijo: “No teman. Ustedes buscan a Jesús de Nazaret, el Crucificado. Ha resucitado, no está aquí. Miren el lugar donde lo habían puesto. Vayan ahora a decir a sus discípulos y a Pedro que él irá antes que ustedes a Galilea; allí lo verán, como él se lo había dicho” (Mc. 16, 1-8).
Frente a un mundo que le da la espalda a Dios y vive este fin de semana largo como algo “normal” sin cuestionarse sobre el sentido más profundo de la Semana Santa, Jesús nos ayuda a comprender el triduo pascual: la pasión, muerte y resurrección.
Atrás quedaron los cuarenta días que marcaron el tiempo de Cuaresma, justamente de preparación y revisión de nuestras vidas para buscar un cambio interior, de aquellos cosas un tanto oscuras para así pasar de las tinieblas a la luz.
Se dice con razón que la Semana Santa es la semana mayor de la cristiandad, donde el misterio del amor por la humanidad se hizo palpable, llevando Jesús a la cruz nuestras debilidades y pobrezas materiales, no solamente de hace más de dos mil años sino que es la representación diaria de nosotros.
Para no quedarnos abstraídos de la realidad temporal, el obispo diocesano Carlos Franzini dice en la carta pastoral de Cuaresma titulada “Convertirnos para ser discípulos y misioneros”: “cómo han incidido e inciden en nuestra vida cristiana y en la de nuestras comunidades las distintas circunstancias que marcan nuestra vida personal y social. Por citar sólo los hechos más notables menciono la crisis financiera global y sus repercusiones en nuestro país y en nuestra región, que generan inestabilidad laboral y recesión productiva; la crisis del campo y la sequía que se han vivido en el país y en el territorio diocesano; el deterioro progresivo de la convivencia social y política; el relativismo moral y cultural; la inseguridad; la creciente inequidad social, que se manifiesta de varias formas en nuestro medio; la presencia entre nosotros de distintas formas de adicciones. En medio de tantas situaciones que nos preocupan tendremos que descubrir nuestra responsabilidad personal en ellas, ya que todos tenemos algo que ver con nuestro presente.
Como dice el teólogo alemán Karl Rahner en “El año litúrgico”, Jesús ha resucitado en su cuerpo. Esto quiere decir: ha comenzado a transformar este mundo. Ha resucitado el mundo para la eternidad, ha nacido de nuevo como hijo de la tierra, pero ahora es el glorioso, el ilimitado, el liberado de la tierra, que queda redimida para siempre de la muerte y de la esterilidad.
Este domingo los cristianos celebramos la Pascua, en la que el hijo de Dios después de haber vivido la pasión y la muerte fue resucitado en el tercer día, como estaba anunciado en las escrituras, para la salvación de la humanidad de los hombres y mujeres de todos los tiempos. Una vez más es un desafío ser cristianos por propia convicción con la esperanza en la vida eterna más allá de lo temporal y no ser cristianos por tradición o imposición.

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