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«Según la Justicia, me convertí en un testigo de alto riesgo en la Argentina»

La ex secretaria privada de Néstor Kirchner, Miriam Quiroga, que reveló el lavado de dinero en el programa de Jorge Lanata, denuncia amenazas y dice que, con Cristina, creció la impunidad.Por Laura Di Marco (Buenos Aires)

Por Laura Di Marco.- «Tengo miedo. Por mí y por mi familia. Por lo que nos pueda pasar.»Así empieza uno de los capítulos de Mis años con Néstor y todo lo que vi , el libro de Miriam Quiroga, la ex secretaria de Néstor Kirchner, que hoy llega a las principales cadenas de librerías del país (editado por Planeta), y en el que cuenta detalles de su relación con el santacruceño y de su experiencia, pública y privada, narrada en primera persona, desde el mismo corazón del poder kirchnerista.

Más adelante, ya en la entrevista con LA NACION, ahondó en esos miedos que, según contó, fueron mutando desde que su cara se hizo masivamente conocida, cuando apareció haciendo denuncias sobre lavado de dinero en el programa de Jorge Lanata: «Un funcionario de Gobierno, que reporta directamente a la Casa Rosada, me alertó de que mi vida corría peligro. Al parecer, para un grupo de jueces y fiscales, yo me convertí en un testigo de alto riesgo en la Argentina».

Quiroga, sin embargo, sospecha que la oferta de ingresar al Programa de Protección de Testigos, que depende del Ministerio de Justicia, busca quitarla elegantemente del centro de la escena. «Estoy ante la incongruencia de que el mismo gobierno al que denuncio, me quiere proteger», dice.

De hecho, Quiroga, que fue directora del área de Documentación de la Presidencia durante el gobierno de Néstor Kirchner, llegó a la redacción de LA NACION escoltada por dos custodios, que portaban armas: así se mueve desde que la gente la reconoce por la calle. La misma gente que, después de haberla visto en Periodismo para Todos , se preguntaba cómo era que se había atrevido a hablar, si no tenía miedo y si la relación con Kirchner excedería el territorio de lo laboral.

Una pregunta pertinente a la hora de evaluar el peso de su testimonio como testigo del poder.

Entonces, ¿quién es realmente Miriam Quiroga y cuánto sabe sobre los secretos del poder vinculados a la corrupción? ¿Por qué el Gobierno teme por su vida? ¿Puede aportar pruebas o pistas sobre la sociedad política y comercial entre Cristóbal López y Lázaro Baéz? ¿Y por qué decidió hablar ahora, una vez fuera del poder?

-Llegó con custodia al diario. ¿De qué tiene miedo concretamente?

-Mis miedos fueron mutando. Tuve miedo cuando quedé fuera de mi trabajo y del Gobierno, y de la manera en que fui sacada y porque tuve, en muchas ocasiones, amenazas; gente que me controlaba. Y me preocupaba porque eran mensajes muy intimidatorios. Una vez que me hago pública, en el programa de Lanata, me sentí más tranquila. Llegué al programa de Lanata con muchos miedos y salí con custodia.

-¿Quien le puso la custodia?

-Tengo que agradecer mucho a Lilita Carrió, que se comunicó inmediatamente con el juez (Julián) Ercolini y pidió que se me pusiera protección. El problema es que la custodia que me ofrecían era de la Federal, que responde al gobierno nacional. El juez entendió, y yo pedí la custodia de la Metropolitana. Y con ellos estoy permanentemente. Me siento cuidada y segura. Pero mis miedos más fuertes tienen que ver con la oferta del director del Programa de Protección de Testigos del Ministerio de Justicia, Darío Díaz, que responde en línea directa a la Rosada. Esta persona me llenó de miedo.

-Concretamente, ¿tiene miedo de que atenten contra su vida?

-Él me ha transmitido esos miedos, pero me consta que todo lo que le cuento, él lo reporta a la Rosada. Según la evaluación que hicieron algunos jueces y fiscales, me convertí en un testigo de alto riesgo en este país. Y por eso tendría que entrar sí o sí al programa.

-¿Y qué significaría eso?

-Tiene que haber un consentimiento mío. Pero significa que me cambien la identidad; que me lleven a un lugar donde nadie sabría donde estoy, ni siquiera mi familia. También me darían un trabajo, me sostendrían durante seis meses y sanearían mis deudas. Por un lado, me da miedo; por otro, me da tentación porque no tengo casa, ni trabajo y tengo deudas. Para una persona como yo, cierra. Mi hijo, que vive conmigo, también podría entrar al programa. Y no sé qué voy a hacer, realmente.

-A ver, repasemos la secuencia: usted denunció públicamente supuestos hechos de corrupción vinculados al Gobierno. Entonces, ¿quién podría atentar contra su vida sino alguien vinculado al Gobierno?

-Bueno, por eso es que me da miedo. Cuando le digo a este funcionario que mi hijo Emiliano no va a entrar al programa, me dice que su vida podría correr riesgo por el hecho de ser mi hijo.

-¿Y cómo interpreta ese comentario?

-Como una maniobra para seguir metiéndome miedo. Para que me calle la boca. Me preguntó este funcionario si alguien del Gobierno se había acercado a mí para negociar?

-¿Alguien enviado por la Presidenta?

-Sí, como Zannini o Parrilli?Y yo le constesté que sí, que alguien se había acercado a mí: y ese alguien era él. Se enojó muchísimo, por supuesto. Me preguntó por el libro; están esperando que salga para ver qué cuento. Tengo el teléfono pinchado.

-¿Qué amenaza concreta recibió?

-Desde que tengo custodia, no viajo más en transporte público, pero hasta hace muy poco sí lo hacía: viajaba en subte, en tren, en colectivo. Viajando en subte, hace un tiempo, después de que aparecí en la tapa de la revista Noticias, se me acercó una persona y me susurró al oído que deje de meterme donde me estaba metiendo porque la iba a pasar muy mal. También me dijo que pensara en mis hijos.

-Kirchner solía decir que había que tener plata para construir poder. ¿La corrupción forma parte del funcionamiento del modelo K?

-Y…yo creo que no hay gobierno en el que no haya habido corrupción.

-¿Y hoy hay más o menos?

-Hoy, con Cristina, hay mucha impunidad y mayor corrupción. Hay falta de pudor. La sensación que tienen los funcionarios actuales es que nadie les va a decir nada porque están en el poder y porque tienen un respaldo fuerte, desde arriba. La corrupción está hoy en todos los niveles, incluso en las líneas de abajo.

-¿Y cómo se manifiesta? ¿A través del retorno de los empresarios amigos del poder?

-De muchas maneras. A través de retornos, por supuesto, pero hay también, como te decía, muchos negocios pequeños. Cuando Néstor llegó, decía que allí donde se tocaba, había pus. La paradoja es que ahora hay mucha más pus que cuando él llegó.

-El jueves hubo un nuevo choque de trenes, con muertos y heridos, por falta de inversión y por la inexistencia de una política pública de transporte, en un modelo que se llama popular. ¿No siente que son vidas que se cobra la corrupción?

-Sí, claro que sí y yo lo vengo diciendo hace mucho. Y, en realidad, empecé a dimensionar el problema y a ver con mayor claridad las cosas cuando salí del Gobierno. A veces, como sucede en las familias, es difícil ver los hechos con nitidez cuando estás metida adentro de una organización. A ellos nos les importa nada.Hay una palabra que sintetiza todo. Y esa palabra es desidia. Me contaba alguien de adentro del Gobierno, vinculado al área de trenes, que cada vagón debería tener su propio sistema de freno. Cada formación tiene ocho vagones, más o menos, y sin embargo, por cada tren hay dos, a veces uno, de esos sistemas de freno. Por eso, sabiendo esto, después de Once, siempre tuve mucho miedo de que otra tragedia volviera a suceder. Lamentablemente, no me equivoqué. Y lo más terrorífico: va a seguir sucediendo.

-Muchos se preguntarán, Miriam, por qué no habló antes sobre la corrupción.

-Comencé a ver todo, a dimensionar lo que sucedía, incluida la corrupción, a partir de que me echan. Tomé conciencia de qué significaba todo eso.

-Pero los bolsos con dinero los vio antes.

-Sí, los bolsos los vi antes; es verdad. Y me los dieron para los pese. Pero sinceramente yo no pensaba en ese momento qué significaba aquello. Haber tomado distancia, ya fuera del epicentro del poder, me hizo resignificar esas cosas. ¿Por qué llegaban esos bolsos al primer piso de la Rosada, y pasaban de una oficina a otra?

-¿Cristóbal López y Lázaro Báez eran socios de Néstor Kirchner?

-Bueno, para afirmar eso habría que avalarlo con papeles y, por como se manejaba Néstor, no creo que los hubiera. Pero por como funcionaba todo, mi percepción es que sí lo eran porque todo lo que hablaban tenía que ver con la obra pública, con negocios, con dinero. Néstor los veía a los dos habitualmente, aunque por separado. Con Lázaro tenía relación más afectuosa, y se reunían, más que nada, en Santa Cruz. Con Cristóbal López, en cambio, la relación era más comercial y siempre lo atendía en la Rosada. Eskenaki venía también seguido a la oficina de Néstor. El poder se construye con dinero. Y Néstor era un gran constructor de poder.

-¿Y la corrupción sería parte de la real politik ?

-Para construir poder necesitás dinero, de eso no hay duda. La política se maneja así en todo el mundo; ahora, hay parámetros…Que empresarios amigos hagan aportes al proyecto, no me parece mal. El problema es que hoy no hay límites.

-Pero una cosa son aportes y otra retornos, como cuando se sobrefactura la obra pública y luego se divide le dinero negro entre el poder político y el empresario amigo.

-Bueno, eso por supuesto no lo veo bien porque, de ese modo, se ha perjudicado a empresas más pequeñas o que estaban consolidadas de antes. Y muchas empresas también han desparecido, bajo ese método.

-¿Por qué cree que Elaskar y Fariña se desdijeron? ¿Pueden haber recibido amenazas u ofertas de negociación, como le pasó a usted?

-Estas personas han dado nombres. Si se dijo, se dijo algo que tiene que ver con la verdad. Ahora, ¿qué pasó después? Es probable que haya habido presiones, con la diferencia de que conmigo no tenían que negociar absolutamente nada, ni yo con ellos. En cambio, aparentemente estos muchachos sí negociaron situaciones… económicas. Pero conmigo, no.

-¿Cambió el esquema de negocios del poder con Cristina?

-Bueno, los Eskenazi ya no están; se está tratando de sacar a la gente de Electroingeniería. Se están armando otras empresas, nuevas, donde participa la gente que está hoy. La Cámpora ya está en todas las áreas para controlar. Se desarman empresas para armar otras; esto funcionó así siempre.

-¿Por qué la echa realmente Cristina? Porque lo de que ya es mayor (NdR: Quiroga tiene 52 años), que fue lo que le transmitió Parrilli en el momento de despedirla, suena a excusa. Hay partes del libro, sobre todo el prólogo, que sugieren que la relación entre usted y Kirchner excedía lo laboral, lo que tal vez ubicaría su testimonio en otro plano. O tal vez no. ¿Había una relación afectiva con Kirchner?

-Sí, había una relación afectiva, por supuesto, de mucho afecto mutuo.

-¿Sentimental?

-No, de profundo afecto. Una relación de militancia. Yo lo conocía de Caleta Olivia. Allí conocí al hombre, aguerrido, de fuertes convicciones. A mí también me gustaría saber por qué tanto encono de Cristina conmigo.

-En otra parte del libro, dice: «Era una relación en tiempos de crisis, tantos tiempos de crisis como los que Néstor tuvo con Cristina». Y más adelante: «El tipo era un controlador. Me celaba, me mandaba a espiar y me chequeaba constantemente. Tuve una relación de afecto e intimidad con Néstor». ¿Por qué Kirchner celaría a alguien que es simplemente su secretaria?

-El tema de los controles no era solamente hacia mi persona; Kirchner controlaba a todo el mundo. Ejercía más control sobre el círculo más pequeño. Era una persona muy desconfiada. En esos lugares de poder, se desconfía hasta de la persona que tenés al lado todos los días.

-En varios momentos habla del enamoramiento que sintió hacia el proyecto, pero ¿no estaba, tal vez, un poco enamorada de Kirchner también?

-Estaba enamorada del personaje, digamos… De lo que él emanaba, de lo que transmitía. Estaba enamorada del gran militante.

-¿Y no tiene miedo, tal vez por eso, de aparecer, o de que el libro aparezca, como el testimonio de una mujer despechada?

-En ningún momento la gente en la calle me transmitió eso. Todo lo contrario: me felicitan por ser una mujer muy valiente que salió a hablar cuando tenía que hacerlo. Porque, en algún momento, yo tenía que hablar. Y me enorgullece de mí que no hayan podido negociar conmigo, me hace sentir muy bien conmigo mantener mis convicciones. Yo confío en el tiempo, que siempre acomoda las cosas.

Fuente: suplemento Enfoques del diario La Nación, Buenos Aires, 16 de junio de 2013.

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