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Sebastián Porto: el joven de la moto

Es el único argentino capaz de competir en el circuito internacional de motociclismo. Con una trayectoria tan vertiginosa como su performance en las pistas, sueña con alcanzar el título mundial.Por Diana Fernández Irusta

Quién lo diría. Alguien que hace del vértigo su medio de vida mostrándose tan sereno, tan de gestos tranquilos ante la prensa.
Sin embargo, cuando Sebastián Porto (27) se sube a su moto Aprilia devora los circuitos de carreras a más de 200 km por hora, con el cuerpo convertido en una extensión de ese vehículo que zumba y lo lleva como una exhalación hasta el final de la pista.
«Me gusta sentir la velocidad. Sé que por eso a la moto se la identifica con alguien que está loco, que se expone siempre al peligro –se explaya este santafecino de sonrisa franca–. Pero en realidad ocurre todo lo contrario: hay que estar muy cuerdo y conocer muy bien los propios límites para dedicarse a una actividad con estas características.»
Porto, que viene de culminar 2004 consagrándose subcampeón en el campeonato mundial de 250 cc, hoy es el único argentino capaz de competir en esta categoría en el nivel internacional. Y él lo sabe. «Para mí es un orgullo. Siento que estoy haciendo historia, además de crear la posibilidad de que otros chicos se vuelquen también a esto. Sé que no es un deporte común, pero siempre le puse pasión. Desde el primer momento.»

En carrera

En su trayectoria, la buena estrella supo llevarse bien con la constancia.
Llegó a las motos un poco por casualidad y otro poco por indicación médica. Aunque toda su infancia estuvo marcada por reiterados problemas de salud, él insistía en practicar bicicleta. Hasta que la prudencia recomendó hacer a un lado tanto esfuerzo físico. El motociclismo pareció una buena opción. Así fue como el nuevo deporte empezó a cambiarle la vida. Con sólo nueve años y una moto prestada, Sebastián participó en un campeonato regional de minimotos, en el que terminó tercero. No paró hasta consagrarse campeón santafecino de 50 cc. Y siguió. Hasta convertirse en campeón argentino de 100 cc, aventurarse en el Viejo Continente y llegar a ser campeón europeo de 250 cc en 1996. «Creo que fue en ese momento, al poner un pie en Europa, cuando empecé a tener la certeza de que me estaba encaminando en la profesión», afirma.
Semejante recorrido lo obligó a tener obligaciones desde muy temprano. «Era chico, y ya sabía lo que era competir, entrenar, viajar. Es verdad que, gracias a mi profesión, pude conocer el mundo. Aunque también es cierto que las carreras me obligaban a faltar a la escuela y pasar largas temporadas lejos de casa. Por suerte, toda la gente que me rodeaba y quería –mis amigos, los profesores, mi familia– me ayudó muchísimo.»
El gran momento llegó entre 2001 y 2002. «Fue cuando pude tener, al fin, una moto que me permitió mostrar toda mi capacidad», comenta.
Justamente, por esos años el chico nacido en Rafaela fue contratado como piloto de la marca Yamaha. Actualmente, Porto es piloto oficial de la casa italiana Aprilia y está considerado el piloto más experimentado de la categoría 250 cc.
Cómodamente establecido en Barcelona, resume lo que podría ser la fórmula de su éxito: «Nunca trato de dar de más; no juego con el límite. Voy hasta donde veo que la moto me lo permite. No tengo miedo, sino respeto. Esto me sirvió para manejarme siempre lo mejor posible, tanto en las carreras como en mis vínculos personales y profesionales».
Prudencia ante todo, entonces. Pero sin renunciar al sueño máximo: «Ser campeón del mundo», exclama, con toda la confianza del universo brillándole en los ojos.

El valor del esfuerzo

Por Daniel Meissner

Cuando Sebastián Porto mudó sus sueños al Viejo Mundo, en 1995, lo hizo (a sus cortos 17 años) con un bagaje infinito de esperanzas. La categoría española Ducados, una especie de certamen previo al Mundial, lo recibió con los brazos abiertos, aunque en los bolsillos del rafaelino no había un solo centavo aportado por empresas argentinas. No fue su única penuria. Distanciarse de sus padres lo forzó a una madurez temprana y le dio un temple especial para soportar los avatares de la competición profesional. Pasó sin renegar por equipos que no estaban a la altura de su talento, se recuperó de caídas (en el más estricto sentido) que tuvieron a maltraer su físico y hasta resignó su apellido original (Porco), porque –fundamentalmente en Italia– no era «fonéticamente correcto» por cuestiones de marketing.Jamás se oyó un desplante de boca de Sebastián, aunque íntimamente sabía que, por ser sudamericano, todo le costaba el doble. Sólo cuando tuvo la oportunidad de sentarse en máquinas oficiales (con apoyo de las fábricas) tuvo el reconocimiento que se merecía, avalado por sus primeros triunfos. Hoy, con un subcampeonato mundial en sus alforjas y sin perder de vista su anhelo primigenio (la corona de los 250 cc), Sebastián Porto representa el éxito de la perseverancia que no necesita de declaraciones altisonantes ni de promociones rimbombantes para dejar bien sentado el prestigio argentino en el Primer Mundo. Más allá de los resultados.

Fuente: revista del diario La Nación, 2 de octubre de 2005.

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