Por Emilio Grande (h.).- El 23 de mayo de 1999 dejó de existir el obispo diocesano Héctor Gabino Romero, a la edad de 74 años, el que se encontraba desde hacía un tiempo internado en la sala de terapia intensiva del Sanatorio Nosti de esta ciudad, luego de soportar varias dolencias físicas (cardiopulmonares y otras afecciones). Por este motivo, esta tarde a las 19 horas se oficiará una misa en su memoria en la Catedral San Rafael.
Fue el cuarto obispo de la diócesis de Rafaela (departamentos Castellanos, San Cristóbal y 9 de Julio) durante 15 años entre 1984 y 1999, ejerciendo el ministerio pastoral más extenso desde la creación de la diócesis de Rafaela el 10 de abril de 1961, recordando los restantes obispos: Vicente Zazpe (1961-1968), Antonio Brasca (1969-1976), Jorge Casaretto (1977-1983), Carlos Franzini (2000-2012) y Luis Fernández (a partir del 22 de noviembre de 2013 y continúa hasta el presente).
Romero fue trasladado como obispo diocesano de Rafaela el 7 de enero de 1984, tomando posesión de la diócesis el 25 de marzo de 1984, en reemplazo de Jorge Casaretto, quien se hizo cargo de la diócesis de San Isidro.
Nació el 4 de agosto de 1924 en la ciudad de Bahía Blanca. Fue ordenado sacerdote el 20 de diciembre de 1947. Se graduó como profesor de Psicología, desempeñando una intensa labor docente en distintos ámbitos. El 15 de agosto de 1978 recibió la ordenación de obispo auxiliar de Lomas de Zamora. Fue responsable de la Comisión Episcopal de Comunicación Social y luego miembro de la Comisión Episcopal de Ministerios.
El fallecimiento de Romero produjo un vacío jerárquico en la conducción de la diócesis de Rafaela. Hasta la designación del nuevo obispo, se nombró a Idelso Re, párroco de San Rafael y vicario general de la Diócesis, como administrador diocesano.
«La muerte de Héctor Romero constituye un hecho de gloria por su fidelidad hacia Dios. En las reuniones episcopales rescato sencillez, generosidad y valentía de obispo», dijo Estanislao Karlic (entonces arzobispo de Paraná y expresidente de la Conferencia Episcopal Argentina) durante la misa exequial (celebrada el 25 de mayo en coincidencia con la fecha patria) que presidió y fue concelebrada por 7 obispos y 50 sacerdotes de distintos lugares del país.
Asistieron autoridades civiles, políticas, policiales, educativas y delegaciones de distintos lugares la diócesis. El templo de la Catedral fue rebasado para albergar a una multitud que asistió a la ceremonia de despedida de los restos de Romero.
La misa tuvo cuatro partes centrales: las lecturas (una carta de San Pablo y el evangelio de la resurrección de Lázaro en Betania) y el sermón de Karlic, la eucaristía, los discursos de despedida (el mensaje del papa Juan Pablo II, Idelso Ré, Eduardo Modenesi y la hermana Rosario Tomasso) y el entierro, cuyos restos están ubicados en el ala lateral oeste cerca de la Virgen del Carmen.
Diez años más tarde, el 15 de agosto de 2009 el Concejo Municipal de Rafaela sancionó la ordenanza Nº 4274, imponiendo el nombre de «Plaza Monseñor Héctor Gabino Romero» al espacio verde ubicado en el barrio 38, actualmente «2 de Abril», al sureste de nuestra ciudad, que había sido propuesto por el entonces obispo Franzini, según precisó el concejal Lisandro Mársico ante la consulta de este cronista. En los considerandos de la norma, «se rescatan valores a promover por su permanente vigencia como lo son el trabajo, la responsabilidad, la humildad y la dedicación, siempre con una gran discreción, notables características de su personalidad y de su acción pastoral».
Cine Belgrano y UCSE
Ante la crisis que atravesaron los cines durante las décadas de los ochenta y noventa con el cierre de más de 500 salas en la Argentina, el Cine Teatro Belgrano SA fue salvado como valioso patrimonio cultural de Rafaela (así se evitó la venta del inmueble) con la donación de las acciones del Obispado de Rafaela (49%) a cargo de la gestión de Romero y de los accionistas Eros J. Porta, Roberto Lencioni y mi papá Emilio J. Grande, totalizando el 53% del capital social, a la Municipalidad de Rafaela en junio de 1992, previa votación ad referéndum de Concejo Municipal.
Frente al éxodo de jóvenes rafaelinos y de la zona que se iban a estudiar carreras terciarias y universitarias a otras ciudades (Santa Fe, Paraná, Rosario, Córdoba, Buenos Aires, entre otras) y luego no volvían porque se quedaban a trabajar o formaban nuevas familias, Romero fue uno de los principales impulsores de la creación de la sede de la Universidad Católica de Santiago del Estero (UCSE) en Rafaela, concretándose ese objetivo en abril de 1997.
A decir verdad, era una persona de buen humor y muy querida al interno de la Iglesia Católica, como así también en otros ambientes sociales, teniendo una sólida formación religiosa y cultural. Le gustaba practicar deportes: fútbol (era hincha de Boca Juniors), básquet, pelota a paleta, natación y fue alpinista, escalando varias veces la cordillera de Los Andes al fomentar los campamentos de montaña durante 20 años.
En algunas ocasiones le realicé entrevistas en el diario La Opinión de Rafaela, la primera de ellas en Roma luego de su visita «ad limina apostolorum», con Juan Pablo II en noviembre de 1995 (participó del segundo grupo de obispos argentinos), cuando casualmente me encontraba estudiando Comunicación Social en la Pontificia Universidad Gregoriana en la capital italiana. En uno de los encuentros con el Papa en la sala Pablo VI me pidió que lo acompañara por sus problemas para caminar. Entonces me dijo: «acompañame hasta que te dejen pasar» y así fue que me ubiqué a pocos metros del escenario.
«Juan Pablo II se interiorizó sobre el tema vocacional, también sobre la gente del campo, si se producen migraciones a las grandes ciudades. Además, insistió en la pastoral de los niños», expresó, para agregar que «lo encontré muy animado, a pesar de cierta dificultad en la pierna izquierda. Lo noté con un diálogo muy amistoso, sencillo y lúcido», en la entrevista del 21 de noviembre de 1995.
En otro encuentro personal en nuestra ciudad, Romero confesó que «el hombre se ha desilusionado de buscar el camino de su vida en líderes que fallan, en sistemas políticos, en instancias culturales. A fin del siglo XX el hombre no puede creer en muchas cosas, entonces vuelve a Dios» (30 de marzo de 1997), previo a la participación del encuentro preparatorio del Sínodo de las Américas en Estados Unidos, en el marco de la nueva evangelización.
En marzo de 1997 aprobó el proyecto «La parroquia como comunidad misionera», destacando que «se busca una renovación en la fe, es decir la conversión personal; la formación de la comunidad, donde se vive la vida de familia. Por otro lado, está el impulso misionero, la expansión de la fe en llevar a otros la luz que nosotros, gracias a Dios, llevamos adentro porque hemos sido iluminados por Cristo resucitado».
Con motivo de cumplir 50 años de su ordenación sacerdotal, el entonces obispo diocesano testimonió: «Uno descubre y aprecia todo lo que hay de valioso en el sacerdocio. Se pueden tener diversas experiencias a lo largo del camino de la vida, pero al pasar los años uno va eligiendo aquello que vale la pena en la vida del hombre. A lo largo de la vida uno penetra en esa realidad profunda y misteriosa que es el sacerdocio; toda vida del hombre es un misterio y hay una acción de Dios que trasciende el hombre, pero en el sacerdocio hay algo aún más profundo, que con los años nos vamos acercando sin llegar a penetrarlo; vislumbramos ciertamente ese resplandor…» (12 de diciembre 1997).
Fuente: diario Castellanos, Rafaela, 23 de mayo de 2019.