La comunidad de San Nicolás se congregó el domingo 24 de abril en el santuario de Jesús Misericordioso, de La Emilia, para participar de la fiesta de la Divina Misericordia.
La Eucaristía estuvo presidida por el obispo diocesano, Hugo Santiago (ex sacerdote de la diócesis de Rafaela), y concelebrada por el obispo emérito de San Nicolás, monseñor Héctor Cardelli, por el obispo emérito de Venado Tuerto, monseñor Gustavo Help, y los presbíteros Francisco Benítez y Sergio Latini.
En su homilía, monseñor Santiago se dirigió a los fieles y aseguró que su presencia indica la profundidad y la importancia de la fiesta de la Divina Misericordia en nuestras vidas. “Hay como una intuición de lo importante que es”, señaló.
La primera convicción que nos tenemos que llevar de esta fiesta es que Dios perdona siempre, y mucho. “Dios no se cansa de perdonar”, afirmó.
En segundo lugar, se refirió a lo que siente una madre en sus entrañas: sensibilidad, empatía, sentir al otro como algo propio. “Eso nos abre una veta en la relación humana”, aseguró.
“Jesús, con su actitud, va a superar todo lo del antiguo testamento”, expresó. Y citando a San Agustín, dijo: “Nosotros estábamos enfermos, Dios nos mandó al médico, nosotros lo matamos, y su sangre se convirtió en medicina para nosotros”. Ese es el misterio de la Misericordia de Dios que hoy celebramos. “La sangre de Cristo se convirtió en medicina porque nuestro corazón estaba enfermo de pecado”, agregó.
“Dios apuntó a sanarnos el corazón a partir de su sangre derramada, y por eso es capaz de amar. Y el Papa inventó un término: el que es misericordiado, es decir, el que experimenta en el corazón la misericordia de Dios, tiene que ser misericordioso”, agregó.
“Y uno de los problemas actuales, tal vez el central que la pandemia ha intensificado, es el problema de los vínculos. No nos tenemos paciencia, hay violencia, violencia familiar, psicológica, moral, física, poca tolerancia. Y la misericordia es la contracorriente. Jesús nos dice: no es por ahí, es por acá. Por eso la misericordia es como el aceite de las relaciones humanas, y es una gracia de Dios comprenderla, pero en la medida en que maduramos como personas, nos damos cuenta que somos defectuosos, somos falibles, pecadores. Entonces, si Dios a mí me tiene paciencia con esto, yo tengo que tener la misma actitud con el que tengo al lado”, exhortó.
“La misericordia es esa amplitud de quien ha vivido mucho, porque es la convicción de que la convivencia en esta vida es entre gente imperfecta, por eso si no tengo cierta amplitud, no voy a poder convivir”, consideró.
En esa línea, destacó una tercera convicción: que el amor rescata. “Si yo amo al otro tal cual es, con paciencia, eso lo mejora. El perdón de Dios no sólo es perdón de Dios. Sana y nos promociona”.
“Lo que necesitamos hoy en la convivencia humana es misericordia, esta amplitud del corazón que consiste también en la empatía de saberme poner al lado del otro cuando veo que está sufriendo y necesita alguien que camine al lado”, sostuvo.
Fuente: https://aica.org/