Ricardo Senn: un campeón del ciclismo y de la vida…

Ricardo Senn va a cumplir 76 años el próximo 3 de abril. Nació en Morteros. Pasó su adolescencia y juventud en Rafaela. Está radicado desde hace muchos años en Buenos Aires, pero sigue teniendo un cariño muy especial por esta ciudad, que visita en menos ocasiones que las deseadas. En una entrevista repasa con una envidiable memoria su brillante trayectoria deportiva.Por Víctor Hugo Fux

-¿Cuánto tiempo pasó de su anterior visita a Rafaela?
-Entre tres y cuatro años. Si no es por una cosa o por otra, uno no puede hacer todo lo que en realidad desea, aunque «las ganas de venir» siempre están dando vueltas y cuando se da la posibilidad, como ahora, trato de aprovecharla, junto con mi señora, para estar unos días cerca de los afectos y del cariño que me transmite la gente. Yo siento algo muy especial por Rafaela, pese a que no he vivido mucho tiempo en esta ciudad. Pero tuve la suerte de hacer grandes amigos y hoy a varios de ellos tengo la oportunidad de verlos cuando estoy de visita.

-¿Sigue de cerca las actividades de los deportistas y de los clubes rafaelinos?
-Sí, estoy pendiente de todo lo que hacen en el fútbol Atlético, Ben Hur y 9 de Julio. A los tres los vi jugar por televisión y leo todo lo que se publica sobre sus actuaciones. Soy hincha del «9», pero quiero que les vaya bien a todos los equipos. Y, por supuesto, estoy al tanto del ciclismo y realmente me sentí muy feliz por las medallas logradas por el chico Mauro Agostini en el Panamericano Juvenil.

-¿Tuvo oportunidad de conocerlo?
-Sí, me lo presentaron. Tiene un físico privilegiado y unas piernas muy bien trabajadas. Reúne todas las condiciones para seguir creciendo en un deporte que es sacrificado como pocos. Sé que lo ha tomado con muchísima responsabilidad y estoy convencido que Mauro tiene un futuro enorme. Para mí es una alegría muy grande.

-¿De qué manera se dio su llegada a Rafaela?
-Yo nací en Morteros y a los diecinueve años me vine a esta ciudad, porque me lo propuso un amigo de la vida, como Orlando Bertona, que ya estaba instalado aquí con su negocio de bicicletería. También era de Morteros y nos veíamos siempre en las carreras. Nos encontramos muchas veces en Sunchales, en Tacural y en otros lugares donde yo competía.
Tanto me insistió para que venga a Rafaela, que al final me convenció.
Nos consiguió una casa, en calle Ayacucho, y con toda mi familia nos radicamos acá.

-¿En esa época se corría solamente en la tierra?
-Sí, la mayoría de las carreras de ruta se hacían en la tierra. Eran muy exigentes, porque a veces te encontrabas con caminos que estaban en malas condiciones y tenías que mirar para adelante. Sinceramente, hoy sigo teniendo un recuerdo muy lindo de aquella época.

-¿Se identificó desde el comienzo con alguna especialidad?
-No, porque honestamente, lo único que me interesaba era correr. Hacía lo que venía… si tenía que correr en ruta ahí estaba y si había una competencia en pista también lo hacía.

-¿Y cuándo percibió que iba a lograr un buen nivel?
-Cuando llegué a Rafaela ya tenía bastante experiencia, pero todavía no estaba a la altura de los mejores de ese momento. Y al año siguiente tuve que estar parado a raíz del Servicio Militar en La Calera, en la provincia de Córdoba. En ese momento trabajaba en la concesionaria Ford de los hermanos Picasso (en ese lugar hoy está Long Automotores SA) y gracias a la buena predisposición de ellos, me reincorporé a la empresa cuando volví de la colimba. Lamentablemente, estuve un año sin correr porque no tenía la posibilidad de entrenarme. Cuando me dieron el alta, regresé al trabajo y me volví a subir a la bicicleta. En ese momento, un jovencito, cinco años menor que yo, Duilio Biganzoli, ganaba todo lo que corría. Formamos un equipo con Nemesio Lemos, que era un tipo muy fuerte. Tuvimos muchas satisfacciones con el «Negro», un gran compañero abajo y arriba de la bicicleta.

-¿La experiencia de Duilio (Biganzoli) en Buenos Aires terminó siendo un incentivo para que usted intente hacer algo parecido?
-Sin dudas. El iba a correr seguido, junto con Clodomiro Cortoni, y los dos eran figuras. Por supuesto que eso influyó mucho en el momento que decidí escribirle una carta a Dante Panzeri, un gran periodista, que nació en San Francisco y que era muy respetado en todos los medios de Buenos Aires. Le expresé, en esa nota, que me sentía capacitado y con la experiencia necesaria para correr allá. Panzeri me contestó con respeto y me dejó en claro que como yo «había cientos de muchachos».
Por supuesto, me alentó para que siga trabajando, porque de esa manera la oportunidad de mostrar mis condiciones iba a llegar.

-¿Cómo reaccionó ante esa respuesta?
-Bien, pero tenía una ansiedad muy grande. Tanta, que un mes después, fui a participar en una selectiva de la Provincia, que se hizo en Capitán Bermúdez. Había tres especialidades y me preguntaron «¿en cuál lo inscribimos?». Yo les contesté: «en las tres». Participé en el Kilómetro, donde fui segundo de Marcelo Simón, que ese año fue campeón argentino. En Persecución, fui segundo de Duilio (Biganzoli). Era bueno, en lo personal, y la gente parece que lo interpretó de la misma manera, porque estaba sorprendida por la actuación de alguien que consideraba «un desconocido». Me anoté en Velocidad y luego de superar las primeras eliminatorias, ya me empezaron a respetar. Clodomiro Cortoni, que era un auténtico ídolo, fue mi rival en la final. Gané la primera serie, pero después, él se impuso en las otras dos, y fue campeón. Mis segundos puestos en las tres especialidades, me otorgaron la posibilidad de integrar el equipo de Santa Fe con tres grandes ciclistas: Duilio, Simón y Cortoni. Nos fue muy bien en el Argentino y nos trajimos varias medallas. Después del campeonato, empezaron a realizarse las selectivas para el Panamericano de México (1955). Ya me quedé en Buenos Aires, y tuve la suerte de superar las diferentes instancias, hasta que me seleccionaron para vestir la casaca nacional.

-¿Todavía vivía en Rafaela?
-Sí, y eso me obligaba a realizar un esfuerzo muy grande, porque tenía que viajar seguido a Buenos Aires, al igual que Duilio, aunque él permanecía más tiempo allá, porque se alojaba en la casa de un ciclista y una persona excepcional, Carlos «El Indio» Vázquez. En febrero, comenzamos a entrenar en firme para México y viajamos con la suficiente anticipación como para adaptarnos a las exigencias de la altura y otorgar la menor ventaja posible a nuestros rivales. Los dirigentes, en ese sentido, trabajaron con mucha seriedad y profesionalismo.

-¿Creían que podían traerse la medalla dorada?
-En realidad, éramos concientes que teníamos buenas chances por los tiempos que hacíamos. Pero, lamentablemente, tuvimos la gran desgracia de perder a uno de los integrantes de la cuarteta, que estaba en una gran forma. Pedro Sala, que en ese momento era subcampeón argentino se cayó en un entrenamiento y se fisuró la cadera cuando faltaba un día para que se dispute la competencia. Tuvimos que completar el equipo de apuro con Cortoni, que no era un especialista, pero que reunía mucha experiencia y podía acompañarnos sin demasiados problemas, aunque sólo Duilio, Ferreyra (Alberto) y yo íbamos a tener la responsabilidad de «tirar».

-¿Fue una de sus mayores conquistas deportivas?
-Seguro, porque además de conseguir un título internacional para Argentina, estuvimos a solamente un segundo y seis décimas del récord mundial de la especialidad Persecución por Equipos (4 x 4.000). Y además, por el recibimiento que tuvimos cuando regresamos a Rafaela.

-¿Los sorprendió la cantidad de gente que los esperaba?
-Sí, pero algo sospechábamos con Duilio, porque cuando el tren que nos traía de Buenos Aires hizo su última parada, en Gálvez, alguien se acercó para consultar si viajaban Biganzoli y Senn. Ahí nos convencimos que la ciudad estaba preparando algún recibimiento. Cuando el tren llegó, no podíamos creer lo que estábamos viendo. Fue muchísima gente y nos subieron a un auto descapotable (un Lincoln), sobre el que nos pasearon por diferentes lugares de la ciudad. Pasamos frente a Quilmes, Peñarol, fuimos hasta Ferro, en la otra punta, para terminar en la Plaza 25 de Mayo, donde se efectuó la recepción oficial. Jamás me voy a olvidar de ese día.

-¿Qué otros títulos importantes logró en su trayectoria?
-Por suerte, fueron muchos. El primer título argentino lo gané en el Kilómetro, en Mar del Plata (1959); después me especialicé en Ruta, donde tuve la suerte de ganar tres campeonatos (1961, 1964 y 1965) en pruebas de 120 kilómetros. En el ’59 logré el Panamericano de Ruta, disputado en Chicago (Estados Unidos), en el que debimos recorrer 183 kilómetros. Fui el último ciclista argentino que obtuvo una medalla dorada en Ruta en un Panamericano, hace casi medio siglo. También, en los Juegos Olímpicos de Roma (1960), representé al país -en 4 x 100 kilómetros- y finalizamos undécimos, en una carrera en la que tuvimos demasiados problemas. Estábamos terceros hasta los 70 kilómetros, y después de quedarse un hombre de los cuatro que largamos, todo se nos complicó aún más, cuando uno de los tres que seguíamos, ya no tenía resto para mantenerse a rueda. Y como el reglamento establece que los equipos deben arribar con un mínimo de tres ciclistas, hemos cedido varias posiciones en los últimos kilómetros. Estoy convencido que ese día, de no haber padecido esos inconvenientes, hubiésemos terminado entre los tres primeros.

-¿Y en las clásicas «Vueltas»?
-También logré varias, como la Doble Nueve de Julio, con un recorrido similar a la Doble Bragado; la Bahía Blanca – Buenos Aires; el Gran Premio Zanella; la Rosario – Santa Fe; la Mendoza – San Juan; la Doble Villaguay – Paraná y en dos ocasiones, con Jorge Batiz, ganamos los «Seis Días del Luna Park».

-Las crónicas dicen que se retiró como campeón.
-Es verdad, antes de viajar a Villa Mercedes (San Luis) para correr el Argentino de Ruta, en 1965, le prometí a mi señora -María del Carmen Colla- que si ganaba el campeonato me retiraba. Y así fue. Incluso, ese mismo día vendí mi bicicleta a una persona que hacía mucho tiempo me venía siguiendo para comprármela. Por eso, no fue un retiro traumático.
Lo había prometido, y simplemente, lo cumplí.

Víctor Hugo Fux

Fuente: diario La Opinión, Rafaela, 15 de marzo de 2007.

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