Por María Inés Adorni.- Todas las almas son pétalos que se toman de las manos, y se unen en paz en la fe de María, en su corazón, en donde nace Jesucristo.
Llenemos el cielo de rosas, un verdadero cielo, en la eucaristía.
Rosas eucarísticas, que son las más amadas por Jesucristo.
Rosas preferidas de Jesús y de María, las nacidas de su cuerpo y su sangre en la eucaristía.
Una rosa para María, una rosa blanca, suave, perfumada, bella que toma de sus manos cálidas, abrazando al niño.
Porque el pecado no ha conocido y sin mancha ella ha vivido.
Por su pureza, su ser maternal, dulce Madre, vigila los pasos de tus hijos.
Que unidos en tu amor florecen en esta primavera, las más bellas rosas elevadas al cielo.
Una rosa para María, una rosa roja, quiero darle todos los días, un regalo de amor, rezando el rosario toda mi vida.
Llenemos el cielo de rosas para María, al contemplar a su hijo en la cruz, su corazón con dolor quedó, y ese dolor se convirtió en un camino de inmenso amor.
A ella tenemos que darle toda nuestra vida, transformando los pétalos de rosas en la más bella flor sin espinas.
Una rosa para María, cobijamos bajo tu manto nuestra vida, y te pedimos tu protección todos los días.
María, vestida de azul, sosteniendo un rosario en sus manos y a Jesús en sus brazos, su humildad, su belleza, su luz, y el amor que ella siente por nosotros, ese amor maternal; por ello a ella consagrad la vida.
Un rosario de rosas blancas para María, ella espera esas rosas todos los días.
Con sus manos extendidas.
Dulce Madre, no alejes tu vista de mí.
Amen.