Por María Inés Adorni.- En la Catedral San Rafael este sábado 1 de junio a las 17:00 horas se celebró la fiesta de Corpus Christi, presidida por el obispo diocesano Pedro Torres. Finalizada la misa, hubo procesión y luego adoración eucarística.
Solo dentro del cuerpo de Cristo encuentras tu valor único. La Biblia dice que todos somos diferentes, pero juntos podemos lograr lo que nunca podremos hacer solos. Cuando somos parte del cuerpo de Cristo, descubrimos nuestra posición, el cuál es nuestra importancia, en su trabajo.
Todos somos alguien en el cuerpo de Cristo.
En 1 de Corintios 12 enseñan que todos y cada uno de los miembros del cuerpo de Cristo son de vital importancia. Nadie es nadie.
Todo el mundo es alguien, cada uno tiene un papel esencial.
Muchos de los creyentes de Corinto no estaban contentos con sus dones y muchos en la iglesia querían un don que alguien mas tenía. Pablo dice que el cuerpo no es un solo miembro, es decir, simplemente no podemos tener la misma posición en el cuerpo. Dios ha agraciado a diferentes personas con diferentes habilidades y Dios en su sabiduría y soberanía nos ha colocado a cada uno de nosotros en el cuerpo donde seremos más útiles para Él, Dios dispuso los miembros… como quiso (v. 18).
Los miembros honorosos, menos honorables y bonitos, indecorosos (v. 23) a los que se refiere Pablo hijo desde el punto de vista del hombre (lo que parece, v. 22), lo que pensamos, v. 23).
Desde el punto de vista de Dios, todos los miembros del cuerpo de Cristo son importantes y necesarios.
Nuestro propósito en la vida debe ser realizar nuestras funciones separadas lo mejor que podamos, y en su fuerza para la gloria de Dios.
Dios no quiere que envidiemos los dones y posiciones de otras personas en el cuerpo de Cristo, y tampoco quiere que juzguemos a otros que pueden tener un don diferente. Algunos son guerreros de oración, algunos son evangelistas, algunos son maestros, algunos son pastores, algunos dan, algunos gobiernan, algunos muestran misericordia y compasión, algunos ministran cuidando a los pobres, proveyendo a los enfermos o velando por la iglesia local. No somos todos ojos, ni manos, ni pies y no somos todos oídos.
Si todos fuéramos una misma parte del cuerpo, como el ojo dice Pablo en el versículo 17, entonces ¿cómo oiríamos?, y si todos fuéramos oídos, ¿cómo oleríamos? En otras palabras, ¿si todos tuviéramos la misma posición en el cuerpo?, ¿Cómo ministraríamos? Ni siquiera sería un cuerpo como muestra en el versículo 19. La diversidad en el cuerpo le permite a la Iglesia de Cristo llegar a más personas, ayudar a más personas, ministrar a más personas.
La Iglesia es más eficaz cuando sus miembros desempeñan fielmente los diferentes ministerios a los que Dios los ha llamado.
1 de Corintios 10, 16… El pan que partimos, ¿no es la participación en el cuerpo de Cristo? La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la confraternidad de la sangre de Cristo?
Yo soy el pan de vida…Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá para siempre. El pan que yo daré es mi carne, y lo daré para la vida del mundo. El que come mi carne y bebe mi sangre vive de vida eterna, y yo lo resucitaré el último día.
Mi carne es verdadera comida, y mi sangre verdadera bebida. El que coma mi carne y bebe mi sangre permanecerá en mi y yo en él. Como el Padre que es vida, me envió y yo vivo por el Padre, así quien me coma vivirá por mí. Este es el pan que ha bajado del cielo. Pero no como el de vuestros antepasados, que comieron y después murieron. El que coma este pan vivirá para siempre.
Ustedes son el cuerpo de Cristo, que Jesús, pan de vida nos ayude a reconocerlo en los demás y a ser pan que se parte y reparte para todos. Seamos pan que se da si mezquindad.