Por María Inés Adorni.- Abrazar la vida evangélica no es primeramente un acto de obediencia, sino un acto de fe y fidelidad, puede continuar toda la vida siendo simplemente un acto de fe y fidelidad al proyecto evangélico de vida. No se entra en la religión para ser mandados; se entra porque se ha creído en el camino evangélico, ese vive en la esperanza que este modo evangélico transparenta y se camina en el amor que nos ha llamado y nos solicita. Incluso, dentro de este acto global totalizante de fe-fidelidad, se abraza la totalidad del proyecto tal como se ha configurado en una regla de vida sancionada como camino del evangelio; por lo tanto, como camino en la fe.
Como una defensa en la fe, sobre todo de la fidelidad, vendrá la exigencia que esa fraternidad ejercitará sobre nosotros con mandatos concretos o con el recuerdo urgente del proyecto evangélico al que nos comprometimos.
Estos mandatos nacen de aquella fe y de ella reciben toda su fuerza. Y porque la fraternidad en la que fuimos admitidos está toda ella obligada a la fidelidad permanente; los superiores en nombre de la fraternidad, además de ser fieles, tienen la obligación de ayudarnos y, si llega el caso, ungirnos en nuestra fidelidad.
Una obediencia-fe-fidelidad encuentra la réplica exacta en la autoridad-fidelidad- evangélica. Hoy en día, son pocos.
Quiero expresarme para que me entiendan que hay poco diálogo con los fieles. A veces, no encontramos un sacerdote cuando concurrimos a la iglesia para hablar o simplemente confesarnos.
El papa Francisco dijo que la Iglesia salga a la calle, no recuerdo bien sus palabras, pero tiene que estar cerca de los fieles.
Me ha pasado varias veces que quiero hablar con un sacerdote por un consejo o lo que sea y es difícil encontrarlos. Hay unos pocos que están cerca de los fieles, no es crítica, pero a veces necesitamos en circunstancias especiales esa mano que nos tienen que tender para no declinar en la fe.
En este mundo tan ruidoso, los fieles se vuelcan poco a las iglesias, solo se ven ancianos; me sorprendió varios domingos que concurro a misa hubo un gran cambio mucha gente, gracias a Dios.
Época de conversión, de acogimiento de unidad de fieles con la Iglesia. A veces buscando a Jesús, nuestro hermano, a su madre. Roguemos por nuestros sacerdotes siempre, ellos necesitan de nuestras oraciones.
Sembrando semillas de fe…