Una mega devaluación brutal, licuadora de los ingresos de la población en general, agravada para los sectores asalariados. Liberación absoluta de los precios de bienes y servicios con especial favorecimiento a grupos monopólicos. Abrupta caída en el consumo y en todos los indicadores de actividad económica. Inflación récord y descontrolada. Parálisis de obra pública. Aumento de la presión impositiva para las PyMes y economías regionales, “combo” que ya se traduce en reducciones horarias y otras medidas de estilo en empresas rafaelinas. Pero para la sesgada óptica del Centro Comercial e Industrial, sería una protesta pacífica y paro de unas pocas horas lo que “…conlleva una importante pérdida económica…” (¡!).
Un decreto de “necesidad y urgencia” y una ley “ómnibus” que arrasan con cientos de leyes del Congreso, construidas en décadas fruto del consenso social. “Iniciativas” que vulneran letra y espíritu de la propia Constitución Nacional, tratados Internacionales. Que implican, -siendo breves y apenas ejemplificativos-, verdaderos tiros de gracia a la soberanía nacional, al cuidado de nuestros recursos naturales y estratégicos, al desarrollo científico, a la cultura, a la educación, al trabajo digno. Que por si fuese poco, pretenden imponerse mediante amenazas, extorsiones y feroces cargas de violencias, tanto simbólica como de efectiva represalia. Ante esas gravísimas situaciones, al CCIRR al parecer solo le alcanza con llamar a la búsqueda “…de soluciones conjuntas y alternativas…” (¿?)
No deja de sorprender, cuanto menos, el desafortunado intento de descalificar la legitima respuesta social sugiriendo injerencia de supuestos “intereses ideológicos”, o “partidarios”. ¿Sera tal vez por esos mismos motivos, que a determinados actores les ha costado históricamente reconocer la infinidad de apoyos estatales estratégicos, créditos, millonarias obras de infraestructura, desarrollo de universidades, polos científico-tecnológicos, y mucho más, que han recibido de gobiernos justicialistas? Coincidimos en la apuesta por seguir trabajando de forma conjunta, articulada y comprometida, como bien se conoce en esta comunidad. Pero la dignidad no tiene banderías sectoriales, si tiene oportunidad de ser defendida como corresponde. Y es ahora. Convocamos, además, a sumarse para velar por la vigencia de los más elementales derechos humanos, y de las herramientas básicas que Argentina como cualquier país soberano necesita para tener futuro.