Reflexiones sobre la libertad de prensa

Es importante destacar que la libertad de expresión no es un privilegio de los periodistas, sino un derecho humano esencial de todos los ciudadanos y debe ser defendido cada día. En todo este colectivo de cientos de personas, muchas anónimas, queremos destacar este día a Nellie Bly.

Por Ricardo Miguel Fessia.- En el año 1993 por una resolución de la Naciones Unidas, a iniciativa de los países miembros de la UNESCO, se estableció el 3 de mayo como “Día mundial de la Libertad de Prensa” como manera de destacar la importancia de la libertad de expresión y de la independencia de los medios de comunicación en todo el mundo.

Si el tema de la libertad es harto complicado, cuando se trata de ejercer este derecho tan esencial, en los medios de comunicación, se faena se torna muchísimo más difícil. De este modo, la fecha rememora la instauración de la Declaración de Windhoek sobre libertad de ejercicio del periodismo.

Es importante destacar que la libertad de expresión no es un privilegio de los periodistas, sino un derecho humano esencial de todos los ciudadanos y, como tal, debe ser defendido cada día.

En esta fecha también se rinde homenaje a los periodistas que, a lo largo de la historia, han dedicado su vida a ejercer esta profesión: intelectuales como Émlie Zola, fotoperiodistas de guerra como la pareja bajo el seudónimo ‘Robert Capa’, escritores como Ernest Hemingway, entrevistadoras como Oriana Fallaci y cronistas como Ryszard Kapuściński que, a lo largo de las décadas, han puesto frente a los ojos de la sociedad algunas de las verdades más crudas y necesarias de cada época.  Por eso, con motivo del 32 aniversario del Día Mundial de la Libertad de Prensa, recordamos a estos y otros de los comunicadores más importantes e influyentes de todos los tiempos.

En todo este colectivo de cientos de personas, muchas anónimas, queremos destacar este día a Nellie Bly. El periódico “Dispatch” de Pittsburgh publicó en 1880 un artículo titulado “Para qué sirven las mujeres” en el que el autor afirmaba que estas debían ocuparse del hogar en vez de aspirar a introducirse en el mundo laboral. A sus 16 años, Nellie Bly escribió una carta al director del diario expresando su total desacuerdo y afirmando que las mujeres debían ser libres y autosuficientes. El editor, George Madden, quedó tan impresionado por su impecable redacción, que le ofreció su primer trabajo como periodista. A partir de entonces, Nellie Bly se convirtió en una de las primeras mujeres en ejercer esta profesión, siendo pionera en el periodismo de investigación y denuncia.

Desde el principio rompió esquemas, escribiendo sobre las vidas de las mujeres trabajadoras y relatando las condiciones del trabajo en las fábricas de Pittsburgh. Por supuesto, su rol también provocó reclamos por parte de dueños de fábricas, descontentos con la cobertura que Bly hacía de sus prácticas laborales. Relegada entonces a los temas de “mujeres” -moda y sociedad- Bly siguió determinada a hacer cosas que ninguna otra mujer hubiera hecho antes. El siguiente paso fue viajar durante seis meses por territorio mexicano bajo la dictadura de Porfirio Díaz, que criticó ávidamente en sus reportes. Tras ser amenazada con arresto por las autoridades mexicanas, regresó a Estados Unidos.

Aburrida de no poder reportear cómo ella quería en Pittsburgh, buscó su horizonte en Nueva York. En esa época, la ciudad ya estaba establecida como un centro cosmopolita y seguramente se vio atraída por las posibilidades que veía en la Gran Manzana, donde se publicaban los primeros periódicos masivos, con tiradas de cientos de miles, que aumentaban exponencialmente cada año. Los editores ahí no estaban demasiado abiertos a la posibilidad de contratar a una reportera mujer, pero en 1887, el New York World le ofreció la posibilidad de hacer un reportaje encubierta.

Nellie Bly, que en su propia leyenda nunca se echó atrás ante un reto, tendría que hacerse pasar por loca para entrar al asilo de la Isla Blackwell, donde sería testigo del trato que recibían las pacientes por parte de los doctores y de todo el sistema. En su carrera periodística había demostrado su talento a la hora de escribir, con una prosa vívida y expresiva, que le permitía darle profundidad a sus artículos. Su reportaje sobre las condiciones en la institución expuso las injusticias del sistema, especialmente en la negligencia en las admisiones, que se realizaban con el más mínimo de los exámenes médicos. Las páginas de Bly no sólo revelan el trato siniestro que se les daba a las pacientes en lugares como Blackwell, sino también las historias de varias de sus compañeras, poniéndole rostro al sufrimiento de miles de pacientes.

El reportaje la catapultó a la fama. En una época en la que los periodistas raramente firmaban sus notas, ella lo hacía de manera constante. Se convirtió en una celebridad, dando inicio a las llamadas “stunt girls”: jóvenes periodistas que buscaban sorprender y escandalizar con historias no apropiadas para señoritas.

Cuando ella empezó su meteórica carrera en el World, el paisaje medial estaba dominado por dos hombres: Joseph Pulitzer (dueño del medio) y William Randolph Hearst, (dueño del New York Journal). La competencia entre ambos por vender la mayor cantidad de periódicos los llevó a adoptar un estilo sensacionalista, con historias pensadas para vender miles de números. Nellie Bly y las demás “stunt girls” encajaban perfectamente en este ambiente, con historias espeluznantes que prometían escenarios escandalosos para el público.

Después de su historia en los asilos, Bly fue contratada por el New York World como periodista, infiltrándose en fábricas y cárceles para reportar “desde adentro”. Este estilo de periodismo, del que Bly fue pionera, hoy sigue existiendo en otros formatos, como el documental, siempre con el objetivo de denunciar injusticia de y demandar cambios.

Desde sus inicios en Pittsburgh, Bly se hizo famosa reportando los abusos de los empresarios industriales y defendiendo los derechos de las mujeres. Sus artículos trataban de temas tan diversos como la huelga de los trabajadores de las ferrovías o su entrevista con la activista anarquista Emma Goldman. Nellie Bly no tenía problemas en usar su subjetividad para destacar las perspectivas de los menos privilegiados, usando su plataforma para confrontar los abusos de los poderosos y darle una voz a los oprimidos.

En los años antes del voto femenino en Estados Unidos, muchas de las sufragistas, impedidas de participar en la política tradicional, volcaron sus actividades en distintos asuntos sociales, en las que podían influir en los cambios que tanto anhelaban. El celo reformista de Bly en parte se debe a que, como mujer, su participación en la vida pública estaba limitada. Su trabajo le permitió promocionar los asuntos que buscaba en reformar, con una audiencia de miles de lectores. No todo eran historias escandalosas, también era conocida como una excelente entrevistadora de figuras como Goldman y Susan B. Anthony, la sufragista más importante en Estados Unidos.

Su hazaña más conocida, junto con su ingreso al asilo, fue su vuelta al mundo. Se la presentó a su editor como una historia en la que ella misma intentaría circunnavegar el globo en menos tiempo del que le tomaba a Phileas Fogg hacerlo en La vuelta al mundo en ochenta días. Originalmente el editor no estaba muy dispuesto a apoyarla: la idea de una joven viajando por el mundo con un equipaje mínimo era, quizás, demasiado para la sociedad de la época. Pero Nellie insistió y se embarcó en el viaje que la haría una leyenda. El New York World, junto con publicar sus reportes, organizó una serie de concursos en los que el público tenía que adivinar cuándo llegaría Bly a Nueva York, con un viaje a Europa para el participante que estuviera más cerca del momento exacto de su llegada, además de crear un juego de mesa después de la odisea.

Su aventura alrededor del mundo se tornó aún más cinematográfica cuando Elizabeth Bisland, una periodista en la recién nacida Cosmopolitan, decidió que haría el recorrido en sentido contrario para llegar antes. Las casas de apuestas, al enterarse de esto, lanzaron sus propias especulaciones acerca de cuál de las dos intrépidas mujeres sería la primera. Bly dio la vuelta al mundo en 72 días, seis horas y once minutos, ganando por cuatro días.

En los años que siguieron, se aventuró en distintas carreras, pero siempre regresó al periodismo, donde tenía la libertad de poder reportar y escribir las historias que le apasionaban. Entre 1895 y 1912, se tomó el descanso más prolongado de su carrera, al casarse con el industrialista Robert Livingston Seaman, quien falleció en 1904, dejando a Bly a cargo de sus empresas, que ella pronto descubrió que eran insolventes. En 1912, volvió al periodismo, al mismo tiempo que intentaba rescatar los negocios de su marido.

Durante un viaje de negocios, Bly se encontró en Viena cuatro días después del asesinato del Archiduque Francisco Fernando. La Primera Guerra Mundial acababa de empezar y ella estaba en el corazón de la acción. Rápidamente empezó a trabajar como corresponsal, siendo una de las primeras mujeres en hacerlo. Como siempre, sus reportajes eran altamente subjetivos, pero concentrados en mostrar las condiciones de los soldados: el estado de los hospitales de campaña, la comida insuficiente en el frente. Si bien su viaje originalmente estaba pensado para durar tres semanas, se tardó tres años en volver a Estados Unidos. Hasta ese momento, el bloqueo de noticias le había impedido acceder a la propaganda de los Aliados, con lo que Bly se encontró favoreciendo a Austria en un ambiente en que predominaba la mirada contraria. De hecho, la inteligencia militar tuvo que revisar sus papeles para ingresar a su país, aunque desestimaron su riesgo para la seguridad nacional. A su regreso se encontró con que había perdido el control de sus negocios frente a su hermano, Albert. Empezó a trabajar como columnista, respondiendo a las preguntas e inquietudes de mujeres y niñas.

En sus últimos años de vida, no dejó de lado sus inquietudes políticas. En sus columnas abogaba por la liberación de las mujeres y el acceso a anticonceptivos y otras formas de control de la natalidad, además de continuar escribiendo para las noticias, desde donde se opuso a la pena de muerte, entre otras causas sociales. Cuando murió, en 1922, su amigo, el editor Arthur Brisbane la llamó “la mejor reportera en Estados Unidos” y destacó la importancia de su trabajo para las reformas sociales. Durante muchos años, sin embargo, cayó en el olvido. Sus libros estaban fuera de circulación y no fue hasta el siglo XXI en que su legado al mundo del periodismo empezó a valorarse. La influencia de Bly no se limitó sólo a la aparición de las “stunt girls”, también creó una forma de periodismo que obligaba a los reporteros a involucrarse en sus historias. Junto a otras periodistas, como Ida B. Wells, la reportera afroamericana que llevó los linchamientos de personas negras en el sur a las primeras planas de los medios más importantes, Bly utilizó el periodismo como una plataforma para el activismo reformista, obligando a la sociedad a ser testigos de los horrores que se imponían a los grupos más vulnerables.

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