Por Joaquín Morales Solá.- María Jesús Alonso es una buena embajadora de carrera de España. Tiene una trayectoria de esfuerzo y dedicación que le dio buenos resultados profesionales. Se convirtió en la primera embajadora mujer de España en la Argentina hasta que tropezó con la excepcionalidad argentina. Esta vez fue el desenfreno de Javier Milei el que le cortó, por ahora, su exitosa carrera en las relaciones exteriores españolas. Según anunció este martes el gobierno de Madrid, la embajadora Alonso se quedará en la capital española “definitivamente”. ¿Será así realmente? Quién lo sabe.
Antes, otros embajadores españoles habían chocado con las extravagancias argentinas. Basta recordar al entrañable Carmelo Angulo Barturen o a su antecesor, Manuel Alabart, para mencionar solo a dos que tuvieron que dejar sus cargos en medio de enormes crisis nacionales o de injustos cuestionamientos a ellos.
De todos modos, nunca hubo una crisis diplomática con España de la magnitud de la que se desató a partir de que el presidente Javier Milei llamó “corrupta” a la esposa del presidente del gobierno de España, Pedro Sánchez. Antes de entrar en los pormenores de ese homérico conflicto, vale la pena detenerse para revisar qué significa España para la Argentina, además de la historia común, de los lazos sanguíneos y de la cultura compartida.
La mayoría de los argentinos tienen un padre o un abuelo (o padres y abuelos) que son españoles o italianos. Veamos el presente más que el pasado. Más de medio millón de argentinos viven en España como consecuencia de distintos exilios: político, económico o simplemente en busca de seguridad.
El acento argentino es uno de los más comunes en Madrid o en Barcelona, aunque también hay connacionales radicados en otras ciudades españolas. A su vez, la comunidad española en la Argentina es la segunda más numerosa; está muy cerca de la italiana, que es la primera.
La inversión española en la Argentina es la segunda en volumen después de la de Estados Unidos, aunque la de España es muy parecida a la de la potencia americana. Más de un centenar de empresas españolas están radicadas en el país. Entre España y la Argentina hay un intercambio comercial total de cerca de 3000 millones de dólares anuales, según datos de 2023, cuando las importaciones estuvieron seriamente restringidas. La Argentina tiene superávit en ese intercambio comercial; es decir, le vende a España más de lo que le compra.
España es, a su vez, una referencia ineludible en Europa cuando los países de ese continente quieren relacionarse con América Latina, la Argentina incluida. Es probable que no exista otro país en el mundo con el que la Argentina tenga una relación tan intensa, si se mira el conjunto de la relación: la humana, la cultural, la histórica, la comercial y la empresaria.
Sería un error confundir esos datos con las consecuencias prácticas del conflicto actual. Para los empresarios españoles no existe una opción cierta si les dan elegir entre Milei y Pedro Sánchez. Siempre se quedarán con Sánchez, aunque el presidente del gobierno español no sea santo de la devoción de muchos de ellos.
Milei embrolló la historia cuando violó un principio básico de la política: todo es posible, menos descalificar o difamar a la familia del adversario. Todo es posible, también, menos faltarles el respeto institucional a los líderes extranjeros, gusten o no gusten. Ni siquiera durante una campaña electoral, como es la que está ocurriendo en Europa (y en España, por lo tanto) por las elecciones del próximo 9 de junio para elegir legisladores del Parlamento Europeo. Sánchez, que está haciendo uso y abuso de la oportunidad que le dio Milei para ningunear a su verdadero adversario electoral, que es el Partido Popular y no el minoritario Vox, al que adscribe el Presidente, comenzó directa o implícitamente la escalada de confrontación con Milei.
Sucedió cuando filmó un video en apoyo a la candidatura de Sergio Massa en las elecciones del año pasado; Sánchez no puede reprocharle a Milei ahora, con ese antecedente, su incursión en cuestiones internas españolas porque el propio Sánchez incursionó en las elecciones internas argentinas.
Tampoco Sánchez hizo nada cuando su ministro de Transporte, Óscar Puente, deslizó que Milei consume “sustancias”, una manera de decir que recurre a drogas ilícitas. Varios días después, Puente declaró que nunca habría dicho lo que dijo si hubiera sabido con antelación la repercusión de sus palabras. Si es cierto que Puente no supo advertir las consecuencias de lo que decía, Sánchez debería despedirlo del cargo, no por lo que dijo de Milei, sino por su nula sensibilidad política.
El último tramo fue una declaración del propio Sánchez, pero esta no tuvo descalificaciones ni insultos; fue un discurso político e ideológico sobre las cosas que lo diferencian de la extrema derecha de Vox y de Milei. Señaló su adhesión al feminismo, a la justicia social, al estado de bienestar, “a la dignidad laboral y a la democracia”. Y agregó que eso es lo que “odia la derecha” de Vox y de Milei. Campaña, pura y dura.
Funcional a Sánchez
En rigor, Milei está siendo funcional a la estrategia electoral de Sánchez, que consiste en levantar a Vox para dividir los votos de sus opositores, sobre todo del Partido Popular, que es la verdadera opción de centroderecha que se opone al actual gobierno español. En tierras de ese partido brotaron líderes españoles como José María Aznar, Mariano Rajoy y el actual Alberto Núñez Feijóo, que ganó en votos las últimas elecciones generales.
Sánchez le manoteó el gobierno en alianza parlamentaria con partidos nacionalistas. Suele suceder en los sistema parlamentarios. Según las más recientes encuestas españolas, Núñez Feijóo volvería a ganar las próximas elecciones europeas del 9 de junio, pero esas mediciones fueron previas al escándalo que armaron Milei, Sánchez y Vox.
Milei cometió una exageración inexplicable cuando trató de “corrupta” a la esposa de Sánchez, Begoña Gómez, quien fue acusada por dos medios periodísticos de “tráfico de influencias” durante el gobierno de su esposo y en beneficio de empresas privadas. Esas acusaciones motivaron que se abrieran otras dos causas judiciales, pero la esposa de Sánchez no fue, hasta ahora, imputada ni citada por la Justicia.
Milei no tenía derecho a referirse de esa manera a la esposa de Sánchez aun cuando ella estuviera sentada frente a los jueces españoles, que no lo está. El Presidente no resguardó el indispensable respeto a los gobernantes extranjeros. Tampoco suele respetar a ningún otro adversario, incluidos los nacionales. Milei no actuó como un jefe de Estado, sino como el profeta de un nuevo mundo. Un mundo signado por la polarización, el pensamiento de extrema derecha y la disrupción política.
La canciller Diana Mondino dijo que la relación con España tiene una “importancia monumental” y que las cosas podrían normalizarse después de las elecciones europeas del 9 de junio. Por fin una voz sensata.
Pero, por ahora, tanto Milei como Sánchez prefirieron escalar la tensión entre los dos gobiernos; Sánchez retiró definitivamente a su embajadora en Buenos Aires, y Milei acusó al líder español de urdir un complot contra él en complicidad con el kirchnerismo local.
El Presidente tiene el hábito de ver conspiraciones hasta debajo de la cama. Y Sánchez llega al paroxismo rápidamente; como le recriminó ayer Núñez Feijóo, el jefe de la administración española retiró a la embajadora en la Argentina por un entuerto con Milei, pero no retiró al embajador español en Moscú cuando sucedió la invasión rusa del territorio soberano de Ucrania.
El caso Lijo
La única conspiración que Milei no ve es la que lo está cercando con la candidatura del juez federal Ariel Lijo como miembro de la Corte Suprema. El fin de semana pasado estalló un conflicto interno en el máximo tribunal de Justicia porque la mayoría que gobierna el cuerpo (integrada por los jueces Horacio Rosatti, Carlos Rosenkrantz y Juan Carlos Maqueda) decidió sacarle poder a un secretario letrado penal de la Corte. El argumento consistió en que ese es sencillamente un funcionario mediocre. Fue designado en su momento con el padrinazgo del juez Ricardo Lorenzetti, quien tras la disputa del sábado pasado exhibió su absoluta soledad en la cima del Poder Judicial.
Funcionarios de la Corte sostienen que la catarata de cuestionamientos a Lijo, otro ahijado político de Lorenzetti, y la dura crítica de The Wall Street Journal, el diario del establishment económico y financiero mundial, a esa nominación depreciaron notablemente las posibilidades de que ocurra el indispensable acuerdo senatorial al juez propuesto.
Esas versiones señalaron que en su momento Lorenzetti se movía entre el poder y el prestigio, sobre todo cuando era presidente del tribunal, pero que ahora eligió volver a tener poder a cualquier precio. La decisión de la mayoría de la Corte sobre esa Secretaría Penal significa también, por ejemplo, que Lorenzetti perderá influencia en las causas por corrupción de los funcionarios públicos. Esas causas se cocinan en las oficinas de la Secretaría Penal, porque son delitos penales.
Para peor, en la adhesión a Lijo de la Asociación de Abuelas de Plaza de Mayo, la carta de Estela de Carlotto pide que Lijo se expida sobre su posición en el tema del 2×1, que es como se llama a la legislación que les permite a los condenados por delitos penales cumplir solo la mitad de la condena.
Varios juristas y algunos miembros de la Corte promovieron en su momento que esa doctrina se les aplicara también a los condenados por delitos de lesa humanidad. La pregunta de Carlotto se refiere a esa posición de Lijo, pero Lijo ya aplicó la ley del 2×1 en 2012 en el caso Simón, un exrepresor acusado de la desaparición de varias personas durante la dictadura militar.
Lijo hizo suya la doctrina del 2×1 mucho antes de que se pronunciara la Corte Suprema en 2017. ¿Les ordenará Cristina Kirchner a sus senadores que voten el acuerdo para un juez que cometió esa herejía según los postulados kirchneristas, que ocuparía el lugar de una mujer y que solo serviría para garantizar la impunidad de la ex presidente? Todo es posible. Las rarezas argentinas no tienen límites ni medidas ni equilibrios.
Fuente: https://www.lanacion.com.ar/