El miércoles 19 pasado a las 18 horas aproximadamente un productor agropecuario del periurbano de la ciudad fue sorprendido con un disparo calibre 22 a su tractor, reventando el vidrio templado lateral de siete milímetros. Realizando tareas de corte de alfalfa sobre campos de su propiedad escuchó un ruido debajo de la herramienta de trabajo. “Al revisar lamentablemente veo que había agarrado a un perro entre la alfalfa de más de medio metro de alto (uno de los tantos que hay dando vueltas dentro del campo junto a chanchos, patos, gansos, gallinas, etc. de dueños no identificados)” narró ante los colegas productores el afectado Augusto Bruno, agregando que “al ver que iba a ser imposible continuar porque se generaron roturas decido irme, pero antes de subir al tractor escucho la fuerte explosión”. De casualidad no estaba el hermano u otro colaborador en la cabina baleada, ni tampoco su hijo en las inmediaciones.
El disparo provino desde escasos metros, donde la llamada Villa “Papa Francisco” (al suroeste) sobrevive sobre las vías del ex ramal Sur de nuestra otrora Perla del Oeste, de la que los políticos sienten orgullo creando barrios que no son tales. De hecho, por Ordenanza 4886 de hace unos seis años la Municipalidad se comprometió a reubicar el asentamiento ilegal y presentar proyecto de acción y financiamiento en un plazo de 18 meses. Y allí siguen años después más de cien personas en alrededor de 20 improvisadas construcciones y otras más elaboradas (incluso una de dos plantas). Asentamiento al que llevan servicios de manera paupérrima pero no dignidad (recolección esporádica de basura, aprovisionamiento de agua y hasta iluminación con pantalla solar provista por un particular). Todo sobre tierras usurpadas al Estado al que supuestamente dicen representar y defender. Nada de condiciones adecuadas para estas personas acompañándolas a terrenos legales obtenidos fruto de su trabajo y con el guiar de los organismos competentes. Dádivas para esconderlos en el periurbano entre matorrales sin hacerse cargo del problema.
Luego del hecho delictivo apareció la consabida burocracia e inacción. Ante el reclamo telefónico tomó presencia, a su tiempo, un móvil y su único encargado le solicitó al productor que hiciera la denuncia de manera presencial en la Subcomisaría 15. No pudiendo abandonar su herramienta de trabajo a cinco metros de donde salió el disparo, fue el hermano del tiroteado quien se apersonó en sede policial. Allí no pudieron formalizarla y se terminó labrando en el lugar de los hechos, como correspondía. Expertos de balística, un par de policías y nada más. Fiscalía ausente. No se conoce el paradero de su titular, reemplazante o quien fuera, de la oficina a cargo de investigar. Silencio y peor aún, vacío de respuestas.
Obviamente la política también siguió ausente. Las fuerzas del orden ni siquiera se adentraron en la Villa para rastrear el arma y así al causante de esta casi tragedia. ¿Tan difícil era que actuaran con la lógica, sin demoras, con un fiscal presente en el acto, disponiendo al responsable ante la justicia? ¿Cuánto tiempo y firmas necesitan para requisar el lugar de los hechos, cosa que nunca hicieron? Ahora claramente todo fue borrado y escondido. ¿Tanto costaba sacar la escoria de entre un seguro grupo de personas dignas a las que tienen olvidadas y que hacen lo posible por sobrevivir? ¿Con tan poco Estado contamos?
Pronto podrán tener un muerto. Un productor o familiar atravesado por la acción fatal de un sinvergüenza que aprendió de un sistema perversamente permisivo y garantista. ¿A qué temen las firmas de escritorios fríos? ¿Posiblemente a que brinden “represalias electoralistas”? No son tiempos de expresar temeridad ni cobardía. No es tiempo de una justicia que no rueda porque se empantana en el fango de su burocracia. Más prensa tendrán, pero de la mala. Inaceptables promesas o acciones tardías sobre sangre derramada. Indignados como ahora, pero con mayor contundencia y límites desdibujados. Productores, familias y una comunidad que haremos del pedido la exigencia y de la civilidad la contundencia cívica. Volverán las calles de la ciudad con mareas de palmas y cacerolas frente a Tribunales, la Jefatura y la Municipalidad, como ya ocurriera tiempo atrás.
Ningún familiar, ni productor aceptará que se llegue a un terrible disparo dando en el blanco. Situación similar a la del miércoles ocurrió con otro tractor violentado hace meses en el sudeste de la ciudad, también con rotura de vidrios y sembrando el temor para trabajar. Van dos terribles sucesos que intentan minimizar en poco tiempo y sin respuestas de ningún tipo. El campo al que tanto le dirigen el dedo acusatorio preventivamente, con imágenes descabelladas y novelística, hoy les espeja esos mismos temores, pero con una cruda realidad: Un muerto con nombre y apellido tendrán, y con su familia haremos mucho más que escribir.
Ya no son los animales sueltos sobre los que hablamos, sino ese animal suelto que siembra temor con una pistola calibre 22. Ya no hablamos de basura, sino de esa basura que puso la vida en riesgo de un trabajador honrado haciendo de su unidad productiva lo necesario para sobrevivir en esta Argentina destruida. Ya no hablamos de abigeato sino del carroñeado campo del periurbano del que se llevan sus carnes productivas, dejando los huesos y cueros sin justicia pudriéndose en el abandono. Ese campo pronto tendrá un muerto, una víctima de la inacción. Desgarradoramente el periurbano tendrá un faenado productor que el consabido inútil Sistema no podrá abandonar a las moscas o cimarrones para que se encarguen de ocultarlo. Si no se actúa, seguramente habrá tragedia. No son casos aislados o marginalidad, son la pólvora que inmerecidamente nos puede hacer estallar. Estamos todos a tiempo.