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Por qué es tan difícil el viaje de Benedicto XVI a Turquía

Entrevista al islamólogo y padre blanco Justo Lacunza Balda.

ROMA, domingo, 19 noviembre 2006 (ZENIT.org).- Turquía es una república laica en cuya identidad el islam desempeña un papel importante. Es la convicción del experto Justo Lacunza Balda, misionero de África (padre blanco) y profesor del Pontificio Instituto de Estudios Árabes e Islámicos de Roma (PISAI), del que ha sido rector de 2000 a 2006.

El padre Lacunza se licenció en Lengua Árabe y Estudios Islámicos en el PISAI y es doctor en Lenguas y Culturas Africanas por la Escuela de Estudios Orientales y Africanos (SOAS) de la Universidad de Londres.

Su misión se ha desarrollado en varios países africanos y, entre otros galardones, ha recibido la «Placa de Reconocimiento por la Contribución al Diálogo de Civilizaciones», presentada por los Embajadores de Asia ante la Santa Sede en 1999.

El padre Lacunza confiesa a Zenit que personalmente «no ve por qué motivo» Turquía tendría que entrar en la Unión Europea.

Sobre el camino que Benedicto XVI ha emprendido de diálogo con el islam, el padre Lacunza subraya tres aspectos: la aplicación del binomio fe y razón al diálogo intercultural y interreligioso, el refuerzo de la identidad católica, y la defensa de la libertad de expresión.

–El Papa va a Turquía en pocos días en un viaje que ha creado una alta expectación. ¿Por qué no es un viaje fácil?

–P. Lacunza: Turquía es una republica laica, democrática y secular. El estado no tiene una religión oficial. Pero no tenemos que olvidar que la mayoría de la población en Turquía es musulmana.

Por lo tanto entran en juego las relaciones de la Iglesia católica con un país de mayoría musulmana, y esto es difícil bajo el punto de vista de las minorías cristianas, de la libertad religiosa y de las actividades pastorales.

Es un viaje difícil porque en este momento crucial Turquía se está jugando su entrada en la Comunidad Europea. Personalmente, no veo por qué motivo Turquía debería formar parte de la Unión Europea. Basta ver su situación geográfica para darse cuenta de ello. ¿Nos hemos olvidado de que Turquía tiene fronteras con Irán, Irak y Siria? El meollo del problema es que hay que analizar una por una las dificultades y no de primeras decir: «Sí, Turquía forma parte de Europa».

El hecho de que el primer ministro Recep Tayyip Erdogan no reciba al Papa es un hecho significativo que no ayuda a fortalecer las relaciones entre la Santa Sede y Turquía.

–Turquía recuerda que respeta los derechos humanos. ¿Es realmente así?

–P. Lacunza: Todo está en lo que entendemos por «derechos humanos». Si hay que defender a rajatabla el ser turco y esto lleva a impedir que la gente libremente cambie de religión, entonces hay un problema real de derechos humanos y de libertad.

Si se identifica el término turco con musulmán, queda mucho recorrido por hacer. Hay que ver si las minorías cristianas se sienten libres. La idea del estado islámico en Turquía no ha sido nunca descartada por parte de las corrientes islamistas.

–¿Cómo es el islam turco?

–P. Lacunza: La herencia del periodo otomano se entronca con el nacimiento de la Turquía moderna en el 1924. Nadie puede negar que el Islam es uno de los elementos de identidad nacional en Turquía.

Lo dice hasta la misma bandera, símbolo de la unidad nacional. El estado no tiene oficialmente ninguna religión, de este modo controla las presiones de quienes quieren una presencia más efectiva del Islam en las instituciones.

–¿Por qué no se consigue que la Iglesia católica sea entendida como una entidad moral de utilidad pública en el territorio turco?

–Es siempre difícil cambiar la historia. Reconocer la «utilidad publica» significa cambiar el tipo de relaciones institucionales. De este cambio emana todo lo demás. Los musulmanes turcos pueden adquirir propiedades en Europa para sus mezquitas, escuelas y actividades. La Iglesia católica, ¿goza de las mismas libertades?

–Como islamólogo: ¿Le parece que Benedicto XVI está realizando pasos significativos en el diálogo con el islam?

–P. Lacunza: Creo que el Papa esta convencido de la necesidad del dialogo entre cristianos y musulmanes a nivel cultural y religioso.

Lo afirmó en su discurso de Colonia en agosto de 2005, en su visita a Alemania con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud, cuando habló con representantes musulmanes. Benedicto XVI lo ha afirmado en varias ocasiones.

A mi parecer el pontífice está siguiendo tres caminos, con una sola meta, la de hacerse portador de la misión de la Iglesia en el mundo. En cierto sentido, es la continuación de la misión apostólica de su predecesor, el Papa Juan Pablo II.

El primer paso es aplicar el binomio «fe y razón» al dialogo interreligioso e intercultural, especialmente en las relaciones con los musulmanes, que parecen ser las mas difíciles y conflictivas.

Este reto está dirigido a todos los católicos, a todos los obispos y a todas las instituciones eclesiásticas. El dialogo no se inventa sin el interés, los conocimientos y el saber. Pero la acción de Benedicto XVI va dirigida también a las instituciones estatales que tienen la tendencia a arrinconar la religión, a sofocar la fe de los creyentes y a difundir la idea de que creer es algo del pasado. El cinismo en el campo religioso es un cáncer peligroso de nuestro tiempo.

El segundo paso es construir con sabiduría la identidad religiosa de los católicos y defenderla con inteligencia.

Es importante que los católicos sepan lo que significa ser creyentes cristianos. Para ello hace falta la educación, la catequesis y el progreso de la fe. Es el único camino para que los católicos se preparen para el dialogo interreligioso e intercultural. Éste resulta arduo y difícil cuando la identidad cristiana de los católicos titubea y se tambalea. Si la fe se reduce a un barniz reluciente, todo diálogo llevará consigo el miedo, los prejuicios y el enfrentamiento.

El tercer paso es poner el dedo en la llaga y afirmar rotundamente que los defensores de la fe no pueden echar mano de la violencia para justificar sus propias acciones. En este sentido la libertad de expresión tiene que ocupar un lugar central en toda forma de dialogo intercultural e interreligioso.

El discurso de Ratisbona, que no era un discurso sobre el islam, ha levantado una polvareda de críticas, manifestaciones y polémicas, dentro y fuera de la Iglesia. Esto indica que queda mucho camino por recorrer y que no siempre se armonizan las voces.

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