Once: todo es tan causalmente paradójico

Se celebra en Argentina el día de los maestros, recordando la muerte en 1888, en Asunción del Paraguay, del autor del libro “Facundo. Civilización y Barbarie en las pampas argentinas”. Sarmiento eligió morirse en el mismo lugar que eligió Artigas, pero 38 años después.

Por Adán Costa.- Cada once de septiembre se celebra en Argentina el día de los maestros, recordando la muerte en el año 1888, en Asunción del Paraguay, del autor del libro “Facundo. Civilización y Barbarie en las pampas argentinas”. Sarmiento eligió morirse en el mismo lugar que eligió Artigas, pero treinta y ocho años después.

Todo es tan causalmente paradójico. La civilización, ayer, metió presas «por las dudas» a dos mujeres mapuches de la Lof Winkul Mapu en la provincia de Río Negro. Su único «pecado» fue el de recuperar su territorio ancestral. Esa tierra que la letra «civilizada» de sus leyes les asigna como derechos, pero se lo niega en cada una de sus prácticas.

A cómo vamos, las sociedades nunca sabrán con certeza dónde están los civilizados y dónde los bárbaros. Si sólo pudiéramos darnos lugar a pensar que la medicina ancestral mapuche nos preserva en nuestro estado de salud, mucho más que la medicina occidental que nos clausura el síntoma mediante químicos que se compran y se venden.

La palabra bárbaro nació en Roma cuando Roma se hizo imperio hace dos mil años, para aludir a los extranjeros, es decir aquellos que conocemos poco o ignoramos en sus costumbres, lo que nos da una verdadera dimensión del tamaño de lo que nos falta por reconocernos en común unidad.

Lejos de la efeméride y más cerca del proceso histórico, por estos días me apresuro siempre en recordar en cada maestra o maestro, al pernambucano Paulo Freire quien planteó que la educación en cada país debe convertirse en un proceso político, cada sujeto hace política desde cualquier espacio donde se encuentre y el aula de clase no puede ser indiferente frente a este proceso.

El conocimiento es una construcción social que se hace a partir de comprender el sentido de las disputas. Chicho Allende, que también creía fervientemente en este tipo de construcciones sociales, entregó su propia vida en este sentido. Eligió morirse, otra vez, un once de setiembre, pero del año 1973, en el palacio de la Moneda, Santiago de Chile, bajo las manos sangrientas de un genocida.

Seamos más civilizados, sintamos como indígenas, para quienes el aprendizaje social se hace a partir de los ancestros y de nuestros abuelos, quienes siguen teniendo muchas cosas para enseñar, pese que una sociedad excesivamente mercantilizada haya decidido ocultarlos. Hoy más que nunca.

El autor es abogado y docente universitario de la ciudad de Santa Fe.

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