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Ni en silencio ni a los gritos

Nunca tan oportuna la frase del supermercadista Alfredo Coto, pronunciada en el Coloquio de IDEA en Mar del Plata, cuando dijo: “Crecer no es desarrollarse”.por María Herminia Grande

Y esto vale para todo, especialmente para una sociedad –la argentina– que todos los días se levanta para ser adulta y todos los días reprueba la materia que la acerca a semejante responsabilidad.
A tal punto parece advertirse esta situación que desde un proyecto de ley en el Senado se pretende que la sociedad se vuelva adulta en su adolescencia, es decir a los 18 años.
Se quiere que los jóvenes argentinos, relegados de un futuro digno –ya que son los que menos tienen acceso al trabajo, menos tienen posibilidades de estudio, menos pueden y quieren participar en política, menos entonces, se comprometen plenamente con la vida– a los “sopapos de la ley” crezcan y se conviertan en adultos.
Para ser adultos hay que desarrollarse y esto implica un trabajo extra a lo biológico. Así como un chico necesita nutrirse de alimento y abrigo, amor y conocimiento, una sociedad también.
La Argentina está cerca de cumplir sus 200 años. Pero a veces se parece a esos padres amigotes de sus hijos que salen de copas con ellos… crecieron, pero no se desarrollaron.
La política es el termómetro más exacto de maduración de una sociedad. El respeto a las instituciones, el ejercicio pleno de ellas, la división de poderes así lo reflejan.
Para desarrollarse, tanto una persona como una sociedad deben aprehender los valores, deben respetar y respetarse, deben ejercer sus derechos y fundamentalmente su obligaciones. Si el Estado ignora o atropella el límite de sus incumbencias, la sociedad que lo permite se degrada.
Por estas horas Ivonne Bordelois se vuelve necesaria con sus libros “La palabra amenazada” y “El país que nos habla”. Cuando la política se dedica a vaciar el sentido de las palabras, esa sociedad asiste en connivencia al vaciamiento de todo debate. Cuando la palabra deja de valer, es decir deja de ser la protagonista de los diálogos, existen dos posibilidades: la anomia colectiva y lo que es peor, el grito, primer peldaño de toda pelea.
Mientras el ministro Roberto Lavagna denuncia una cartelización de las empresas contratistas del gobierno, al referirse a los sobreprecios en las obras públicas, el responsable de tal imputación, el ministro Julio De Vido, parece descansar tranquilo en la seguridad de que su señora, desde la Sigén, lo sabrá defender.
En el Congreso de la Nación el Ejecutivo define irreverentemente autoridades que el propio cuerpo debería elegir. Aquí también se debería recomendar la lectura de Bordelois, especialmente al nuevo presidente del bloque de diputados oficialistas, el santafesino Agustín Rossi, cuyo mérito radica en dos grandes logros políticos: ser amigo de Néstor Kirchner y haber eliminado la palabra “Honorable” del Concejo Municipal de Rosario que integró hasta ayer.
Para salir de la adolescencia se necesita el uso y la profundización de la palabra. Es ella la única que nos conducirá al diálogo y con él, a los consensos (¿Se habrá enterado el presidente de que no se puede gobernar sin consensos?).
El presidente Kirchner parecería estar enemistado con la palabra y propenso al grito. Si la sociedad argentina lo permite es porque se siente identificada. Muchas cosas han pasado en esta bendita Patria como para que los argentinos se resignen al silencio o al grito.
A propósito del esquema que Kirchner diseñó para el Congreso de la Nación, parece que hoy se entiende lo que el 17 de octubre pasado a muchos costó entender de su actitud en Rosario, cuando prescindió de su por entonces aliado político, Carlos Reutemann. Sucede que ya en ese momento la alianza de “lo nuevo que dice representar” estaba en marcha: Hermes Binner hoy preside la bancada socialista, Rossi la de Kirchner… ¿hace falta más para entender hacia dónde va el presidente?
Quien construye destruyendo puede terminar como señaló oportunamente Bertolt Brecht cuando dijo: “Primero fueron por los judíos; no dije nada, porque yo no era judío. Luego fueron por los comunistas, no dije nada, porque yo no era comunista. Después fueron por los sindicalistas; no dije nada. Ahora vienen por mí y no queda nadie que me defienda…”

Fuente El Ciudadano en www.politicaydesarrollo.com.ar.

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