«Cuando se discute la falta de capacidad de Cristina Fernández de Kirchner para gobernar o la falta de experiencia de gestión en Elisa Carrió, en el fondo se están discutiendo las diferencias de poder entre hombres y mujeres. La falta de capacidad es un argumento que, veladamente, se usa para restarle legitimidad a la actuación pública de las mujeres y sigue siendo sostenido no sólo por muchos hombres, sino también por muchas mujeres”, asegura la profesora Mirta Zaida Lobato, integrante del Instituto Interdisciplinario de Género de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA e investigadora del trabajo femenino en la Argentina.
Profesora de Historia, Lobato también dirige el Archivo de Palabras e Imágenes de Mujeres, que contiene material audiovisual sobre la trama femenina de la historia argentina. También en clave de género, buceó en la conexión que existe entre belleza, poder y política en la Argentina del siglo XX.
Lobato tercia de manera clara en la polémica abierta por las declaraciones del escritor José Saramago contra la experiencia de la mujer en función de poder. “¿Cuál es la experiencia para la gestión que nos han mostrado Daniel Scioli, Mauricio Macri o Nito Artaza? Sin embargo, no escuchamos hacia ellos cuestionamientos que, con el mismo énfasis, pongan en tela de juicio sus capacidades. Parece que lo que es un déficit para unas no lo es para otros. El caso de Macri es lindísimo: la credencial que lo habilitaría para la gestión es haber dirigido un club de fútbol», opina.
Esta historiadora, que en la entrevista con LA NACION sostuvo que la senadora Cristina Fernández es la contracara de Eva Perón, fue investigadora visitante en las Universidades de Duke e Indiana, en los Estados Unidos. Además, recibió numerosos premios y becas de instituciones prestigiosas como Clacso, Conicet, Sephis (Holanda) y del gobierno de Canadá, a través de su Programa de Enriquecimiento Académico.
Cuenta que la obsesión de su último trabajo – Historia de las trabajadoras en la Argentina , de la editorial Edhasa- se centró en evitar que las mujeres quedaran en el papel de víctimas de una conspiración masculina. «En lugar de eso, hablamos de la existencia de relaciones desiguales de poder entre los sexos y, en todo caso, de qué opciones tienen las mujeres para generar un espacio propio.»
-Con la aparición de Gabriela Michetti en la escena mediática, surgió también un argumento nuevo. Se dijo que ella «humanizó» a Macri en la campaña porteña. ¿Es una misión nueva de las mujeres la de «humanizar» al varón?
-No es nueva, por el contrario. Muestra cómo se mira a las mujeres y a la política. Parece que Michetti no sólo lo «humanizó», sino que es ella quien le transfiere a él algún tipo de interés por la política. Es decir, no es Macri, con su propia actuación, el apasionado o el que es humano, sino que es la práctica de ella la que parece haberle trasladado esas cualidades. Es interesante, ¿no?
-Hace algunos días, «Chiche» Duhalde cuestionó a Cristina por haber frivolizado su imagen. Siguiendo su hipótesis, una usó la exhibición de la belleza de la otra como arma de desvalorización.
-Sí, claro, es una descalificación, pero fíjese que «Chiche» también se hace mechitas, usa tailleur y se ha ido poniendo más linda a medida que fue teniendo mayor exposición. Porque hoy en día, en la política, las mujeres tienen una posición más clara, y muchas de ellas utilizan el estar lindas como algo que no resulta incompatible con la actividad pública. La aparición del peronismo marcó, en este sentido, una ruptura con la incompatibilidad que había, antes de su nacimiento, entre belleza y trabajo. Las ideologías más radicalizadas de principios del siglo XX sostenían que las mujeres obreras solamente podían ser portadoras de un cuerpo destruido, porque la fábrica las destruía. Para el anarquismo y el socialismo, que dominaban el movimiento obrero antes del peronismo, había una oposición entre trabajo y belleza. La llegada de Perón y Evita marcó una ruptura con estas ideas. Primero, se resignificó la fiesta del trabajo del 1° de Mayo, creando la elección de la reina del trabajo. Con esa ceremonia, se colocaron en un mismo plano la belleza y el trabajo.
-¿Influyó la figura de Evita en este cambio de imagen sobre las mujeres trabajadoras?
-Aclaremos que aquí hablamos de una belleza universal, más bien asexuada, que no desestabiliza a los otros.Porque el uso del cuerpo y la sexualidad, en términos de poder, desestabiliza. A las reinas del trabajo se las elige por la belleza de su rostro, no por la de su cuerpo. Evita, claro que influyó; usó su belleza para la construcción de poder. En cambio, las mujeres de los sectores populares de la época no estaban tan conscientes de ese tipo de poder más desestabilizador que podían ejercer las mujeres. El peronismo tiene una gran contradicción sobre el papel de las mujeres. Porque, por un lado, se revaloriza la belleza de las mujeres y se las empuja a la participación sindical y política y, por el otro, buena parte del discurso, sostenido incluso por Evita, implica una vuelta a la vida en el hogar y al lugar tradicional dentro de la familia.
-Volviendo a Cristina, también la acusan por falta de experiencia a raíz de que nunca tuvo un cargo ejecutivo. El mismo cuestionamiento se le hace a Elisa Carrió y, en su momento, también lo recibió Graciela Fernández Meijide. Pero hay muchos candidatos varones que tampoco tienen experiencia y, sin embargo, no se los cuestiona por eso. ¿Por qué?
-Porque la falta de capacidad es, todavía, un argumento que se usa para restarles legitimidad a las mujeres en su intervención pública. De ahí que lo que es un déficit para unas no lo es para otros. Por eso, cuando se discute la falta de capacidad de Cristina para gobernar o la falta de experiencia de Carrió, en el fondo se habla de las diferencias de poder que todavía existen entre hombres y mujeres. Efectivamente, ¿qué capacidad de gestión nos han mostrado Macri, Scioli o Nito Artaza? Las dudas sobre la capacidad en el mundo del trabajo o para desenvolverse en el ámbito público son un argumento que apunta a desvalorizar a las mujeres y que funciona en el conjunto de la sociedad; no tiene que ver sólo con la mirada de los hombres.
-Y parece que se trata de un argumento universal. Veamos el caso de la ex CEO de Hewlett-Packard Carly Fiorina, catalogada como la mujer más poderosa en el mundo de los negocios por revistas como Fortune. Ella responsabilizó a la cultura machista del mundo empresario por su despido, ocurrido en 2005. En su autobiografía, asegura que, para desacreditarla, los directivos la llamaban token bimbo (en inglés, «tontita superficial»).
-Bueno, otra vez el argumento de la desvalorización y la incompatibilidad entre belleza y capacidad. En el mundo fabril, por ejemplo, cuando una mujer llegaba a capataza, muchas veces aparecía la idea, incluso en los periódicos gremiales del anarquismo, que pregonaban la libertad y la justicia, de que la chica había llegado a ese puesto no por sus méritos, sino por su linda cara.
-Usted sostiene que Eva Perón usó su belleza para la construcción de poder. ¿Y qué hay de Cristina Kirchner? ¿Cuál sería la diferencia con Evita?
-Cristina es la contracara de Eva Perón, porque ambas vienen de lugares diferentes. Eva sale de su casa para ser actriz, no para hacer política, y todo lo que logra lo construye a partir de su relación con Perón. Tiene en claro que su límite es el propio Perón. El caso de Cristina es muy distinto. Ella es una militante política que fue construyendo un espacio propio y que lo ha logrado independientemente de Kirchner, aunque se complemente con él.
-¿Cuál sería el espacio de actuación que tienen las mujeres?
-Aunque suene paradójico, hay un enorme espacio para lograr una cuota de poder, convirtiendo los obstáculos en oportunidades y las desventajas en acciones políticas. A principios de siglo el argumento era que las mujeres no podían actuar en el mundo público porque debían ocuparse de la casa y los hijos. Los varones hacían las leyes y la política, hasta que algunas mujeres empezaron a usarlo a su favor, con el siguiente argumento: si somos aptas para manejar una casa y una familia, también lo somos para el mundo público. Otro ejemplo: una mujer linda puede usar su imagen legítimamente para construir poder desde diferentes lugares, a partir de ese tópico, la belleza. Se trata de resignificar la mirada de los otros para obtener poder.
-¿También la idea de que las mujeres somos conflictivas en el mundo laboral se usa como argumento para desacreditar?
-Bueno, esto quedó claro cuando entró Susana Rueda en la conducción de la CGT. Entonces se planteó con Hugo Moyano una cuestión que pareció darse por diferencias políticas, pero que terminó siendo porque ella era mujer y el resto de la conducción obrera era masculina. Cuando Moyano dice públicamente: «Desde que entró esta mujer acá tenemos problemas», apela a esta idea social subterránea que define la femineidad como territorio de conflictos. Y a las mujeres como peligrosas.
Por Laura Di Marco
Fuente: diario La Nación, Buenos Aires, 14 de julio de 2007.