Quilmes, (Buenos Aires), 6 Jul. 06 (AICA).- «La multitud de enfermos y marginados, que lo siguen a Jesús y lo buscan, encuentran en su palabra y en sus gestos la revelación del gran valor que tiene la vida y del fundamento de sus esperanzas de salvación», dijo en su homilía el obispo de Quilmes, monseñor Luis Stöckler.
«En estos días -continuó- se está planteando en el parlamento de la Nación un proyecto de ley que quiere autorizar la intervención quirúrgica de la mujer y del hombre para su esterilización irreversible, de manera que ya no puedan procrear. Con el argumento que la persona es libre para disponer sobre su cuerpo, y el pretexto de que hay que evitar el aumento de los pobres, se propone que el Estado cubra los costos de esta intervención como si se tratara de curar una enfermedad».
El prelado aseguró que la ligadura de trompas y la vasectomía son «llanamente una mutilación del cuerpo humano, con consecuencias no sólo fisiológicas, de las cuales podrían dar testimonio los matrimonios que por causas involuntarias sufren la tristeza de no tener hijos». Y agregó: «provocar conscientemente la impotencia procreadora vacía el acto de entrega mutua de los esposos de su contenido fundamental, que es amarse sin reservas y estar abiertos a la vida.»
«Para el futuro de la sociedad y del desarrollo de una sana democracia, urge descubrir de nuevo la existencia de valores humanos y morales esenciales y originarios, que derivan de la verdad misma del ser humano y expresan y tutelan la dignidad de la persona. Son valores, por tanto, que ningún individuo, ninguna mayoría y ningún Estado nunca pueden crear, modificar o destruir, sino que deben sólo reconocer, respetar y promover. En este sentido, es necesario tener en cuenta los elementos fundamentales del conjunto de las relaciones entre ley civil y ley moral».
Por último, el obispo propuso el ejemplo del cardenal Eduardo Pironio, cuyo proceso de beatificación fue recientemente iniciado en Roma. Recordó que cuando su madre tuvo su primer hijo, los médicos le recomendaron que no tuviera más familia. «La madre confió más en Dios que en los profesionales, y el que hoy ya es siervo de Dios nació como el vigésimo primer hijo de veintidós hermanos».