El medio ambiente sufre en el mundo actual una serie de agresiones que provienen del hombre, que son fruto de su misma actividad, sea a través del avance tecnológico, sea por el desmedido afán de lucro y de consumo, ambas son una falta de responsabilidad social. Las causas de este deterioro hay que buscarlas dentro de los proyectos del hombre.
Este avance sobre la naturaleza, desconectado de una sana cultura humanista, tiene su precio y presenta dificultades que se ven reflejadas tanto en el deterioro del medio ambiente como en la precariedad de las relaciones humanas que llegan, incluso, a la violencia y a la muerte.
A mayor avance del hombre sobre el mundo se hace necesario, y diría urgente, elevar su estatura moral afirmando la importancia de los valores que hacen a su formación como ser espiritual, para darle un fundamento sólido que lo capacite para hacer de este mundo, al que vamos creando con nuestra libertad, un mundo más fraterno y habitable. Para no caer presos de nuestras propias obras es necesario orientar este crecimiento con responsabilidad moral, política y social. No podemos quedar presos en un juego de variables sólo económicas o comerciales, que junto a la avidez por el consumo nos llevan a hacer del presente un absoluto sin horizontes, comprometiendo así el futuro. Elevar al hombre es elevar al mundo.
Al respecto recuerdo una reflexión que nos hacía el Papa Juan Pablo II cuando nos decía, que los graves problemas ecológicos actuales requieren de un efectivo cambio de mentalidad que nos lleve a adoptar nuevos estilos de vida. Esto parece simple pero no es fácil. Para ello se refería a aquellas actitudes básicas y profundas en la vida, que son la causa y el fruto de la vida moral de los hombres y de la sociedad. En este sentido nos proponía que “la búsqueda de la verdad, de la belleza y del bien, así como la comunión con los demás hombres para un desarrollo común, sean los elementos que determinen (y orienten) las opciones del consumo, de los ahorros y de las inversiones”(Centessimus annus, 36). Estos estilos nuevos de vida, nos decía, deben estar presididos por actitudes superiores como la sobriedad, la templanza y la necesaria autodisciplina, tanto a nivel personal como social. Es necesario, para ello, abandonar en lo personal la lógica del mero consumo, y promover políticamente formas de producción agrícola e industrial que respeten el orden de la creación y satisfagan las necesidades de todos. Una actitud semejante, que es fruto de una formación seria como de opciones claras frente a la exigencia moral de los valores, es la única manera de eliminar efectivamente las diversas causas de desastres ecológicos y sociales; solo ello permitirá elevar la condición humana como la calidad de vida en el mundo. Como vemos siempre es el hombre el responsable de hacer de este mundo una casa habitable para todos sus hermanos. La crisis moral siempre es mayor que la crisis económica. Queridos amigos, reciban junto a la seguridad de mi afecto y de mis oraciones mi bendición en Dios que es el Padre de todos.
Mons. José María Arancedo Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz
Este texto corresponde al Micro Radial que se emite por LT9 (AM 1150) los sábados a las 13:00hs.
Es una publicación de la Pastoral de las Comunicaciones de la Arquidiócesis de Santa Fe de la Vera Cruz – Santa Fe – Argentina