Por Emilio Grande (h.).- En la hermosa tarde soleada de hoy, fue celebrada fue celebrada la fiesta de santa María Magdalena con una misa en la capilla del Hospital, presidida por Alejandro Sola (administrador de la parroquia Sagrado Corazón de Jesús), ante un buen marco de feligreses, organizada por el grupo “Amigos de la capilla santa María Magdalena”.
Después de la proclamación del evangelio según san Juan (20, 1-3. 11-18), Sola destacó en la homilía que “con mucha alegría celebramos la fiesta patronal de María Magdalena y siempre los santos patronos tienen algo que decirnos a cada uno. Vemos en esta mujer una discípula que arde en deseo de seguir al maestro y una sed profunda de Dios”.
Y agregó: “las lecturas que compartimos del Cantar de los cantares y el salmo 62 expresan esta sed de búsqueda, en este caso María a seguir al Señor y a querer estar junto a él, incluso en el sepulcro; a no separarse nunca del maestro. Este corazón grande que busca también lo hace en medio del dolor porque experimenta la ausencia ante la muerte. Cuántas situaciones de dolor también atraviesan este lugar (por el Hospital): físico, espiritual y de duelo; qué interesante es descubrir en María Magdalena alguien que sigue buscando aún en medio de esas dificultades”.
“Más allá del deseo -continuó- de su corazón, su búsqueda y su esfuerzo, a ella la desborda el dolor, está al pie del sepulcro, lo encuentra vacío, supone que se hayan el cuerpo, el dolor y las lágrimas le impiden descubrir que está Jesús delante de ella. Aparece un gesto que es llamada por su nombre María, cuántas veces habrá escuchado pronunciar su nombre por Jesús con la profundidad, el amor y esa fuerza transformadora que tiene su palabra, que también menciona a nuestro nombre; esa palabra de vida da fuerza, inspira, sostiene seguramente también en nuestros momentos de dolor”.
Más adelante, Sola sostuvo que “ahí descubre que es la voz de su maestro, ella reconoció la voz del pastor, entonces se ilumina su vida y lo busca retener. Hacer esta experiencia de Jesús está vivo, que restaura sus fuerzas y le devuelve la esperanza no es simplemente para ella, quiere enviarla para que acompañe esta experiencia con sus hermanos, quienes también están tristes porque creen que han perdido al maestro. María es enviada a ser testigo de lo que ha visto y ha experimentado, que Jesús está vivo. Es un signo muy fuerte porque en aquel momento las mujeres tenían poco lugar en la sociedad y su testimonio no valía”.
Finalmente, “le pedimos a María Magdalena su intercesión para que en las situaciones que estemos viviendo de oscuridad, cruz, dolor, podamos descubrir los signos, los gestos y palabras del Señor que está vivo, que vuelve a llamarnos por nuestro nombre, que nos invita a ponernos de pie y recuperar la esperanza, a ser testigos y apóstoles, ser mensajeros y misioneros de este Dios vivo y presente, particularmente con los hermanos que más sufren. Tenemos presentes a los que hoy no pueden estar aquí internados, siendo atendidos por los servidores de la salud para que el Señor también los sostenga con la luz de su esperanza”.
Al final de la ceremonia, que también incluyó el rezo del rosario antes de la misa, el celebrante dio una bendición, imponiendo sus manos a cada uno de los presentes. Esta fiesta fue coronada compartiendo chocolate y tortas.
Conviene recordar que todos los viernes se reza el rosario a las 17 horas y el segundo viernes de cada mes se celebra la misa a la misma hora.
Sobre la santa
María Magdalena era originaria de Magdala, un pueblo a orillas del lago de Galilea. Ella formó parte del primer grupo de hombres y mujeres que siguieron a Jesús; lo acompañó durante su ministerio público y llegó con él hasta Jerusalén. Fue testigo privilegiada de los acontecimientos de la pasión, la muerte y la resurrección; estuvo al pie de la cruz y fue la primera apóstol a quien Jesús le encargó el anuncio de la resurrección.El papa Francisco la ha declarado santa en 2016 y estipuló el 22 de julio como fecha de su celebración.
Sus restos se encuentran enterrados en la Basílica Saint Maximin-la Sainte Baumé (Francia). Doce siglos después de su muerte fueron encontrados por el Príncipe de Salerno, posteriormente coronado como el rey Carlos II de Nápoles.
Cuenta la tradición medieval que María Magdalena llegó por barco al sur de Francia en compañía de María Salomé y María de José junto a Marta, su hermano Lázaro y otros cristianos de la primera hora como san Maximino. Ellos iniciaron la primera evangelización de la Provenza. San Maximino se convirtió en el primer obispo del lugar y María Magdalena se retiró de la predicación después de muchos años para entregarse a la oración y la penitencia en una gruta llamada “La Sainte Baume”. María Magdalena al intuir su muerte bajó de la montaña a la ciudad donde se ha venerado por siglos su tumba y la basílica llegó a ser en la Edad Media el tercer lugar de peregrinación en Occidente después de Roma y de Santiago de Compostela.