Quiero que los óvulos sean de mi hermana.» La mujer, que llega con su marido a un centro de fertilidad, lo hace con decisión inquebrantable. Como muchas que hoy desean lo mismo, no quiere dar su nombre a la Revista y, mucho menos, sacarse una foto. La maternidad está transitando un nuevo camino, que todavía provoca sentimientos contradictorios.
Antes, ese camino era llano. Y se abría en dos: una pareja fértil podía concebir a sus hijos o adoptar. Ahora, el terreno está lleno de cánulas, microscopios y pendientes resbaladizas. A los 47 años, la actriz Sharon Stone tuvo a su segundo hijo (el primero lo adoptó) gracias a un útero subrogado. Las posibilidades actuales para alcanzar la maternidad parecen inagotables: ¿el útero está lesionado o muy mayor? Alquile un vientre para implantar su embrión, como lo hizo Sharon Stone. ¿Aún no encontró al amor de su vida, pero desea ser madre? Entonces, vaya a un banco de semen y coteje estatura, color de piel, pelo, ojos y extracción racial del candidato. ¿El hombre de la pareja no produce suficientes espermatozoides? Contra eso, hoy la técnica penetra al fondo de la anatomía masculina y es capaz de extraerle el único gameto necesario para concebir. La nueva película está llena de soluciones para quienes desean hijos y no logran fabricarlos espontáneamente. La edad, el estado civil, la opción sexual ya no son límite o, al menos, los límites tradicionales parecen haberse extendido.
Consultas y tabúes
Louise Brown cumplirá 27 años el 25 de julio. La primera beba concebida fuera del útero materno fue señalada como «hija de nadie» el día en que nació. Algunos le auguraron terribles secuelas psicológicas.
En 1986, la fecundación in vitro (FIV) comenzó a practicarse con éxito en la Argentina. De ese tiempo a esta parte, según explica el doctor Ramiro Quintana, subdirector del Instituto de Ginecología y Fertilidad (IFER), «la esterilidad dejó de ser tabú, aunque todavía despierta prejuicios. Hace 20 años, las parejas llegaban al consultorio después de 5 años buscando un embarazo. Tenían entre 33 y 35 años. Ahora, están las muy jóvenes, de 25 años, que acuden después de un año de probar, y las de 37 o 38 años».
El gran cambio en los últimos tiempos no llegó por técnicas novedosas, sino por el perfeccionamiento de variables que las hacen más efectivas y accesibles. Por otra parte, el grueso de los centros atienden a parejas heterosexuales, pero en los últimos años también la realidad cambió y empezaron a llegar otros protagonistas: mujeres solas y, en mucha menor proporción, parejas del mismo sexo.
En cualquier caso, «la tercerización del acto reproductivo dispara muchas emociones», advierte Rut Willner de Dresdner, especialista en bioética, coordinadora del Equipo Psicológico de Fecunditas y de Epsare (Equipo Psicológico de Atención a Pacientes con Trastornos Reproductivos).
La donación de gametos es, quizá, lo que agita más fantasmas en los pasillos de la mente. Recurrir a un familiar no es fácil. ¿Qué relación guardará ese hijo con la donante? ¿Qué pasaría en caso de conflicto?
«Los gametos no sólo impactan en el laboratorio, sino en la representación psíquica de los receptores. Ese pedacito que falta puede significar un aliado o un perseguidor. Cómo se incorpora lo ajeno es uno de los trabajos más importantes», explica Willner de Dresdner.
En la Argentina, no existen bancos de óvulos, pero sí de semen. A diferencia de Inglaterra, donde hay agencias de donantes que pueden encontrarse con la receptora y elegir formar parte de la familia, en nuestro país la donación es anónima. Las células se consiguen a través de una donante, menor de 32 años, sin problemas de fertilidad. «Pero se ve más donación de ovocitos que de espermatozoides entre gente conocida», apunta la doctora Luisa Barón, psiquiatra, directora de la Fundación para la Investigación Médico-Psicológica (Impsi). Mucho más antigua, la donación de semen -data de 1870- es paga y anónima. «Si un amigo se ofrece a donar semen, las mujeres no aceptan; miden las consecuencias», agrega Barón. Ella considera que ser madre o padre es una función: «Se dona una célula, no un bebe. Un donante nos es madre o padre genético».
Mujer soltera busca
Juana S. optó por deslizar un «descuido» y, de un encuentro sexual, salió, según sus palabras, con «el trofeo prendido entre las células». Mintió, le dijo a su amante que estaba tomando pastillas anticonceptivas y ahora está embarazada. No es la clase de mujer que consulta.
Diferente es el caso de Susana M.: «Tengo 38 años, tuve una pareja. Crecí en mi profesión. Quiero tener un hijo. No deseo ocultárselo a un hombre ni forzarlo a la paternidad», comenta ella.
Los especialistas aseguran que este testimonio se repite. «Son mujeres de 37 años en adelante, de clase media», describe el doctor Sergio Pasqualini, de Halitus. Y dice que frente a ellas es prioritario pensar en el bienestar de ese hijo. El hace mil preguntas de rigor: por qué, cómo, qué características tiene la familia de la mujer, su estilo de vida. «La actitud profesional no debe ser juzgar, sino analizar para decidir acompañar o no», señala.
Hace siete años la doctora Barón analizó la experiencia de 50 mujeres solas que recurrían a bancos de semen. Encontró que todas habían tenido pareja, atravesaban una edad reproductiva lógica y no descartaban enamorarse. «No encontré las motivaciones egoístas y narcisistas que se les critican. Ellas no querían pasar la vida sin un hijo, pero tampoco engañar», enfatiza Barón.
«Si la historia está bien manejada, antes que una pareja que se lleva muy mal, es preferible una mujer resuelta a enfrentar esto sola o una pareja homosexual bien avenida», opina Pasqualini.
¿Qué pasa con el derecho a la identidad? «En cualquier vínculo, la verdad es un lindo atajo: lo aconsejo», opina Barón. Sólo le preocupa, confiesa, que haya preguntas que no puedan ser contestadas. Sin una ley que regule este ámbito, no se sabe si el día de mañana será posible ubicar a los donantes anónimos.
Maternidad tardía
«Una mujer de 40 años, sin alteraciones, tiene el 10% de posibilidades de concebir en condiciones óptimas», informa el doctor Alejandro Oubiña, especialista en ginecología y obstetricia. ¿Cuál es la actitud profesional cuando las agujas del reloj biológico se desfasan? En líneas generales, los médicos siguen parámetros como no inseminar a mujeres de más de 50 años o a parejas cuyas edades sumen más de 100.
«Hoy, en la Argentina, cada equipo se maneja con la ética propia, basada en convicciones personales. Hay centros que trabajan con donantes y otros que no; hay profesionales que inseminan a mujeres mayores o no. Una cosa es lo que se puede y otra lo que se debe», dice Oubiña.
El alquiler de útero puede ser una solución. Pero en la Argentina no se practica: para nuestra ley, la madre es la que pare, y esto anularía cualquier contrato.
«¿Y si en lugar de esperar congelo mis óvulos?», se preguntan las precavidas. La Sociedad Americana de Medicina Reproductiva considera que la criopreservación de ovocitos aún no se puede considerar un servicio. «Es demasiado experimental, no siempre tiene los resultados esperables y hay que ser honestos al diferir el embarazo. Nosotros congelamos tejido ovárico, pero con pacientes oncológicas.»
Mientras tanto, en la Argentina, «no existe un marco legal que regule las técnicas ni considere que la esterilidad es una enfermedad», comenta Claudio Chillik, presidente de la Sociedad Argentina de Medicina Reproductiva (Samer), que cuenta con una comisión que se ocupa de establecer consensos respecto de cuestiones éticas. La entidad tiene, además, un proyecto cuyo borrador adelanta Chillik: «Contempla que cualquier mayor de edad puede hacer un tratamiento; prohíbe el útero subrogado y la clonación con fines reproductivos, y crea un ente regulador que lleve un registro de procedimientos y donantes». Al considerar que la esterilidad es una enfermedad, explica, se estaría dando un paso crucial para facilitar el acceso. «Hoy, ningún lugar público contempla la reproducción asistida y esto atenta contra la justicia distributiva. Son técnicas y drogas costosas; la población de menores recursos debería tener una oportunidad», opina el doctor Oubiña.
Las maneras alternativas de convertirse en madres y padres plantean nuevos modelos de familias. «Pensar el futuro desde nuestro escenario es difícil, proyectamos nuestros prejuicios, y tienen poco que ver con la ideología de los que vienen», sostiene Dresdner.
«¿Existe un derecho a tener hijos?», se pregunta en el libro Fabricando bebés (Gedisa) la filósofa Mary Warnock, de la Universidad de Oxford. Chillik sugiere: «Todos tienen el derecho. Pero hay límites. Existen técnicas como el alquiler de vientre, pero implican procedimientos que las hacen inaceptables».
Warnock habla de no confundir deseos y derechos. Desde su óptica, sería injusto que se culpara a las clínicas por facilitar la reproducción a homosexuales. Habla de analizar cada caso. Y de no perder de vista lo esencial: «Lamentaría cualquier tendencia que condujera a la gente a sentirse tan obsesionada por tener un hijo, del modo y con las características que desean, que les hiciera olvidar la vieja sensación de asombro y gratitud que se siente con el nacimiento de un niño».
Testimonio: Martha Harff
“Mi caso despierta esperanzas”
Pionera: la empresaria fue madre a los 47, hace nueve años
Mi embarazo fue un milagro de la voluntad divina. Durante mi primer matrimonio, no me ocupé ni preocupé por tener un hijo. Estaba muy dedicada al trabajo. Pero a los 37 años me diagnosticaron cáncer de mama. No me sacaron el pecho, pero sí los ganglios y me dieron radiaciones. Haber pasado esta situación despertó mi instinto maternal. Intenté quedar embarazada, pero los médicos me advirtieron que debía esperar cinco años. Tomé conciencia de que la vida era más finita de lo que creía y empecé terapia. Finalmente, a los 39, me separé. Tenía claro que deseaba tener un hijo, pero estaba sola. Pasé cinco años sin pareja y había asumido que el camino sería la adopción. Pero cuando ya estaba haciendo los trámites, apareció el amor. Me crucé con Carlos Tucci, que ya era padre de cuatro jóvenes. El compartió conmigo mi problemática y me propuso tener un hijo. Acepté. Estaba completamente enamorada. Fuimos a consultar a Esther Pollack de Fried, médica especialista en fertilización. Estas técnicas no reemplazan a la naturaleza; son una herramienta. En la primera consulta, me encontraron un quiste en el ovario. Me lo extirparon. Pasado el tiempo, mediante el método ICSI -es la inseminación intraovárica de un espermatozoide- me implantaron un solo embrión, que en el primer intento prendió. A los 47 años, quedé embarazada, 10 años después de haber sufrido cáncer. Fueron nueve meses maravillosos, de mucha paz. El 18 de diciembre de 1995 nació Tomás. Creo que mi caso despierta esperanzas. Gracias a los avances de la medicina, tengo un hijo que me llena de amor y transitamos un aprendizaje mutuo todos los días.
Fuente: revista del diario La Nación, Buenos Aires, 17 de julio de 2005.