Luces y sombras del Día del Trabajador

Se trata del editorial del programa "Sábado 100" por radio Sol (FM 90.9) que conduce Emilio Grande (h.). En su mensaje a los empresarios en su visita a la Argentina en 1987 Juan Pablo II dijo que “las ganancias no solo deben destinarse a incrementar al capital, sino también a mejores salarios, beneficios sociales, educación e investigación técnica por el sendero de la justicia distributiva”.

Este domingo se celebra el Día Internacional del Trabajo en recordación al 1 de mayo de 1889 en París durante el Congreso Internacional de Sindicatos Europeos. Instaurada como jornada de lucha para perpetuar la memoria de los trabajadores que fueron detenidos y ajusticiados por manifestarse en Chicago por una jornada laboral de 8 horas.
La Constitución Nacional es clara sobre este tema en su artículo 14 bis que establece la protección de leyes para asegurar al trabajador condiciones dignas y equitativas de labor, jornada limitada, descanso y vacaciones pagos, retribución justa, salario mínimo vital y móvil, igual remuneración por igual tarea, participación en las ganancias de las empresas, protección contra el despido arbitrario, organización sindical libre y democrática; a los gremios concertar convenios colectivos de trabajo, recurrir a la conciliación y al arbitraje, el derecho de huelga, entre otros aspectos.
Más allá del crecimiento económico de los últimos años, la actual coyuntura del país está lejos del texto constitucional, ya que la desocupación es del 8% según el INDEC pero hace años viene manoseando las estadísticas. Rafaela no escapa de esta realidad: tiene un 8% de desocupados. Según una reciente investigación de la Universidad Católica Argentina, se estima en un 24 % la desocupación.
En este contexto, subsiste precariedad laboral, bajos salarios en varios sectores socioeconómicos, en muchos casos en negro (más en el Estado que en la actividad privada), empleados que trabajan los domingos en los supermercados.
¿Cómo se puede dignificar al trabajador? El trabajo es una fuente de derechos para el trabajador y el respeto de estos derechos constituye la condición fundamental para la paz del mundo, pero hay que decirlo: si no hay justicia social es imposible preservar la paz, porque los conflictos latentes pasan indefectiblemente a ser manifiestos con las consecuencias que esto conlleva en la relación entre el empresario y el trabajador.
En 1954, el Papa Pío XII apoyó tácitamente esta jornada proletaria al declarar este día como festividad de San José Obrero. Juan Pablo II dispuso que el Pontificio Consejo Justicia y Paz redactara el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, que tiene una riqueza importante sobre este tema. En el documento final de Aparecida (Brasil) del 2007, los obispos dicen que “el trabajo garantiza la dignidad y la libertad del hombre, es la clave esencial de toda la cuestión social”.
Frente a la beatificación de Juan Pablo II, en su mensaje a los empresarios en su visita a la Argentina en 1987 dijo que “las ganancias no solo deben destinarse a incrementar al capital, sino también a mejores salarios, beneficios sociales, educación e investigación técnica por el sendero de la justicia distributiva”.
Hay que dar gracias a Dios por el trabajo que tenemos y pedir por el trabajo digno que hace falta en la Argentina y en el mundo, sabiendo que mientras la desocupación no se revierta la pobreza seguirá creciendo, sin perder la utopía de una mejor distribución de las riquezas, materia pendiente en nuestro país. A pesar de esta difícil realidad no hay que perder la esperanza y seguir buscando nuevos caminos de diálogo social que prioricen el bien común por encima de los intereses sectoriales.

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