Por Emilio Grande (h.).- El 13 de marzo pasado se cumplieron 10 años de la elección del jesuita argentino Jorge Mario Bergoglio como el papa Francisco, quien al ser elegido rompió con una tradición europea de casi 1.300 años, para así salir del ombligo eurocentrismo.
Inició un pontificado que impulsa una reforma de la curia para lograr una “Iglesia pobre para los pobres” y visibilizó las crisis de refugiados y desplazados, al tiempo que se convirtió en una de las mayores voces contra el cambio climático con la encíclica “Laudato si” (Alabado seas). Su tarea pastoral hizo foco sobre la “misericordia y la alegría del evangelio para promover la fraternidad y la paz a nivel mundial”, pero también fue el impulsor del “diálogo interreligioso”.
Viajó a lugares que nunca antes había visitado ningún Papa, ofició la misa más multitudinaria de la historia y le tocó orar por la salud de todos lo que habitan este mundo desde una Plaza de San Pedro completamente vacía, en el inicio del cuestionado confinamiento por la pandemia del coronavirus.
Visitó la isla de Lampedusa, en lo que fue su primer viaje fuera del Vaticano, con la misión de llevar consuelo y cercanía a los migrantes que arriesgan su vida en busca de un mejor futuro, expresando que “tengo la necesidad de venir a rezar, como un gesto de solidaridad, pero para despertar la conciencia de que lo que sucedió aquí no pueda volver a pasar”.
En la Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro (2013) dijo: “Espero lío. ¿Acá adentro va a haber lío? Quiero lío en las diócesis y que salgan afuera”, exclamó en su primer viaje al extranjero. Además, por el nivel de participación en sus actos centrales y por la convocatoria de 3 millones de personas en su misa. Opinó que “si una persona es gay, busca a Dios y tiene buena voluntad: ¿Quién soy yo para juzgarlo?”.
En 2015 el Sumo Pontífice ofreció una misa al aire libre en la ciudad filipina de Tacloban, que fue devastada por el tifón Haiyan hacía poco más de un año. Más de 5 millones de fieles se congregaron en un parque de 60 hectáreas, en Manila, pese a una fuerte tormenta, para estar presentes en el servicio religioso.
Francisco fue el primer Papa en hablar en inglés ante el Congreso en EE.UU.: “Pido un esfuerzo responsable y con coraje para redireccionar nuestros pasos y revertir los aspectos más serios del deterioro del medio ambiente”, dijo en el Capitolio de Washington al ser recibido por el entonces vicepresidente Joe Biden, en su condición de presidente del Senado. Y agregó: “Los organismos financieros internacionales han de velar por el desarrollo sostenible de los países y la no sumisión asfixiante de estos a sistemas crediticios que, lejos de promover el progreso someten a las poblaciones a mecanismos de mayor pobreza, exclusión y dependencia”.
Fueron símbolos de su pontificado el lavado de pies y el abrazo a los olvidados, sufrientes y marginados, como así también las canonizaciones de Juan Pablo XXIII, Juan Pablo II, la madre Teresa de Calcuta, el cura argentino Brochero, Pablo VI, el obispo salvadoreño Oscar Romero, entre otros.
En 2022 hizo un pedido por la invasión de Rusia en Ucrania. El Papa le rindió un homenaje público a la Virgen de la Inmaculada en Roma y le trasladó la “súplica” de quienes aún sufren la guerra en Ucrania. “Virgen de la Inmaculada, habría querido traerte hoy el agradecimiento del pueblo ucranio por la paz que desde hace mucho tiempo pedimos al Señor. En cambio, todavía tengo que presentarte la súplica de los niños, de los ancianos, de los padres y madres, de los jóvenes de esa tierra torturada”, rezó entre lágrimas en lo que fue la primera misa con público tras dos años de pandemia.
Entre las sombras con una mirada constructiva, su antecesor Juan Pablo II viajó a Londres y Buenos Aires en 1982 durante la guerra de Malvinas, pero no siguió ese camino testimonial al no ir a Kiev ni a Moscú y no criticó públicamente al presidente Putin. También le faltó más dureza por la situación en Nicaragua con el autoritarismo del presidente Ortega, que ataca a la Iglesia, encarcelando a curas y un obispo. Sus antecesores Benedicto XVI y Juan Pablo II volvieron a sus países. ¿Cuáles son los verdaderos motivos para que no venga la Argentina?