Néstor Kirchner aprovechó la tribuna de Europa para retar a los europeos. Hay que reconocerle que es fiel a sí mismo. En la cumbre americana de Mar del Plata también se entretuvo con la platea y así le fue. La reciente cumbre entre europeos y latinoamericanos no estuvo pensada para hablar de las rencillas por las papeleras. Era la oportunidad de abrir una nueva relación de América latina -y, sobre todo, del Mercosur- con Europa. El momento era bueno: el Mercosur se consume en su propio encierro, entre peleas inmortales y nacionalismos fuera de uso.
En Viena, como en Gualeguaychú, Kirchner se encendió con la causa medioambientalista y le reprochó a Europa su culpa por enviar empresas que contaminan la vida. Fue un tiro por elevación contra Uruguay, al que trató, sin nombrarlo, con un agresivo paternalismo.
Su problema es, sin embargo, que la calidad del medio ambiente en la Argentina es pésima y que no hay otros culpables más que los propios argentinos. ¿Qué hizo Kirchner, con políticas concretas, para mejorar el medio ambiente en su pobre país? ¿Por qué no intentó avanzar en el borrador de acuerdo con Uruguay, que ya ordenaba un avanzado estudio sobre las papeleras de Fray Bentos?
El estilo presidencial -y algunas medidas últimas de su gobierno- han significado una caída notable de la posición internacional de la Argentina. La crisis con Uruguay estalló en Europa de manera imprevista. Javier Solanas, un español componedor que está a cargo de las relaciones exteriores de la Unión Europea, advirtió al Mercosur que no tendrá destino si no deja de lado sus rencillas.
¿Por qué a nadie en el mundo se le ocurrió imaginar una nacionalización de empresas extranjeras por parte de Lula, Tabaré Vázquez o Michelle Bachelet y sí lo consideraron posible por parte de Kirchner? Ninguno de los tres primeros imaginó, por ejemplo, prohibir exportaciones ni hacer controlar los precios internos con un prepotente secretario de Estado como Guillermo Moreno. El mundo y la economía de hoy se mueven con manuales más modernos.
Dos mil millones de dólares del presupuesto para subsidiar tarifas (transporte y combustible, entre otras muchas) necesitan de un voluminoso superávit permanente. El superávit no será eterno. ¿Cuándo les dirán a los argentinos que la felicidad no es para siempre? ¿Quién lo hará?
Hay que seguir los discursos de Tabaré Vázquez, en los Estados Unidos, y de Bachelet, en España, para advertir las diferencias esenciales con Kirchner. Bachelet agradeció la inversión española en Chile e invitó a los empresarios españoles a convertir su país en una plataforma de inversiones en América latina. Sólo faltó que dijeran que Chile y Uruguay no son como la Argentina.
¿Se equivocan? No. Kirchner reta a los empresarios y a los inversores, no cumple con las promesas que les hace y, encima, los expone como saqueadores de la riqueza nacional. Así, la inversión se va o no viene, guste o no.
Un europeo notable le advirtió a un alto funcionario argentino que las consecuencias de las acciones internacionales de Kirchner son «graves y, de continuar así, serán muy graves». Habrá visita de Estado de Kirchner a España en junio. Rodríguez Zapatero necesita que Kirchner lo ayude resolviendo algunos problemas de las empresas españolas en la Argentina. Su oposición interna, liderada por el poderoso Partido Popular, comenzó a hostigarlo ya por sus relaciones blandas con Chávez, Evo Morales y Kirchner.
Un problema no menor del presidente argentino es que su nombre está demasiado asociado en el mundo con los de Chávez y Evo. El ex canciller mexicano Jorge Castañeda acaba de publicar un artículo donde asegura, muy campante, que existe un eje entre Caracas, Buenos Aires y La Paz. Un senador brasileño le reprochó al canciller Celso Amorim que Brasil haya permitido la creación de un eje entre Caracas y Buenos Aires.
¿Qué hará Kirchner en el enfrentamiento cada vez mayor entre Brasil y Bolivia? Podría cortarse solo negociando el precio del gas con Evo o podría esperar hasta que Lula resuelva sus problemas. Esa opción la deberá definir en los próximos días. La buena relación entre Brasil y la Argentina podría quebrarse si Kirchner optara mal.
Para peor, en ese caso ya no habrá confusión posible: sus únicos aliados en la región serían Chávez y Evo. Chávez es considerado un serio adversario por Brasil y por la socialdemocracia europea, porque está comprometiendo la suerte de gobiernos latinoamericanos de ese signo ideológico con su populismo empapado en petrodólares. Kirchner nunca posterga una reunión con Chávez, pero se sintió cansado en Viena como para cumplir con el encuentro programado con Bachelet. Bachelet no tiene los dólares ni la despreocupada frescura de Chávez.
La cadena Bloomberg conmovió a los mercados el viernes, porque informó que Repsol había sido presionada por el gobierno de Kirchner para abrir su paquete accionario a inversores locales o al propio Estado argentino. Repsol tenía la decisión tomada, hace tres o cuatro meses, de abrir en la Bolsa argentina entre el 10 y el 15 por ciento de sus acciones en YPF. Esas acciones podrían ser compradas por pequeños inversores, en pequeñas cantidades, o podrían ser adquiridas, en partes importantes, por el Estado argentino o por empresarios cercanos al Gobierno.
Un lote significativo de acciones de YPF (un 5 por ciento, por ejemplo) cuesta ahora más de 1000 millones de dólares. ¿Quién haría semejante inversión para no tener el control de la compañía? Repsol seguirá controlando el 75 por ciento de las acciones de YPF. La salida de las acciones de YPF a la Bolsa es una noticia vieja; sus posibles compradores son una noticia que no existe aún o que se cocina encerrada a cal y canto.
Kirchner, De Vido, Alberto Fernández y la propia Repsol debieron correr para desmentir a Bloomberg. La información estalló en el mismo momento en que Kirchner se veía con Rodríguez Zapatero; el líder español le habló de Repsol, una compañía estratégica para sus alianzas de poder interno. Kirchner lo instruyó a De Vido en el acto para que desmintiera. Obedeció.
¿Por qué tanto revuelo? Kirchner había deslizado, días antes, que le gustaría emular a Evo nacionalizando YPF, pero -aclaró- la Constitución se lo impedía. Ese querer y no poder son simples mensajes a sus simpatizantes progresistas en el armado del acto oficialista del 25 de mayo. Pero los matices del doble discurso no se perciben en el exterior.
La reunión de Viena era la oportunidad para que la Unión Europea y el Mercosur reabrieran sus viejas negociaciones de libre comercio. Pero, ¿con cuál Mercosur? Kirchner y Tabaré Vázquez se eludieron. Hay ya bronca personal entre ellos. Kirchner no digirió aún el empaque del uruguayo en Washington y México. Tabaré Vázquez no le perdonó aún al argentino que haya revelado una supuesta conversación privada entre ellos, que aludía a la política interna uruguaya.
Insistamos: ¿con cuál Mercosur? Brasil está más preocupado por Bolivia y Venezuela que por el Mercosur. La Argentina sólo busca un final triunfalista en su querella con Uruguay. Uruguay y Paraguay manotean la puerta de salida del Mercosur.
A falta de remedios sudamericanos, los europeos debieron escuchar una clase magistral sobre medio ambiente por parte del presidente de uno los países que más se contaminan a sí mismos. Kirchner es un argentino de cabo a rabo.
Joaquín Morales Solá
Fuente: diario La Nación, Buenos Aires, 14 de mayo de 2006.