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“Los argentinos siguen buscando un salvador”

Opina el historiador García Hamilton.Por Sebastián Dozo Moreno

“Tenemos una cultura autoritaria porque todavía hay autoritarismo en los hogares y en las escuelas”, dice José Ignacio García Hamilton, y opina que la raíz de este mal está en el sistema político que aquí instauró el colonialismo español durante tres siglos. Afirma que los vicios de ese viejo sistema aún no se han logrado erradicar del todo y que los argentinos seguimos buscando un salvador.
También advierte sobre determinados paradigmas que dominan de un modo negativo el pensamiento de los argentinos, como el de “la dama buena” que es buena porque regala lo ajeno y que nace con el culto del pueblo a Eva Perón, o el paradigma de la víctima inocente, basado en la idea de que los males nacionales se deben a una conspiración internacional. “Eso convierte el fracaso en una virtud, la mendicidad en un derecho y la violencia en un recurso válido contra la supuesta injusticia del sistema”, dice.
En su análisis sobre los obstáculos que la Argentina aún debe superar para ser un país progresista, García Hamilton menciona “la relación sadomasoquista del Presidente con los argentinos por lograr la reelección. José Ignacio García Hamilton es escritor, abogado, periodista y doctor en Derecho y Ciencias Sociales. Es autor de numerosos libros, como la biografía novelada de Sarmiento, «Cuyano alborotador», y la de Alberdi, «Vida de un ausente». También es autor del ensayo «El autoritarismo y la improductividad», y esta semana apareció su nueva obra, «Por qué crecen los países» (Sudamericana).
-Recientemente, a usted le fue negado el ingreso a Cuba. ¿Qué reflexión le merece esa experiencia personal?
-Sentí que se me restringía la libertad y que el hecho de hablar con opositores al régimen de Fidel Castro era considerado un delito. La reflexión es que hay que seguir trabajando para que en América latina impere una política de tolerancia, convivencia y pluralismo. Es verdad que falta mucho para esto, porque en la región todavía es muy sólida la cultura patrimonialista, que consiste en la concentración abusiva del poder político, económico, militar y hasta a veces religioso.
-En América latina, con excepción de Cuba, desaparecieron las dictaduras. ¿Puede decirse que ahora impera la democracia?
-Bueno, Cuba y Venezuela son países predominantemente patrimonialistas, de modo que no hay en ellos libertad plena, aunque el caso de Cuba es más grave, por tratarse de un régimen de tipo estalinista. Pero es indudable que uno y otro caso son graves, ya que en esos países no hay un sistema republicano, como en Chile, Uruguay y Brasil. En cuanto a la Argentina, puede decirse que está a medio camino entre esos dos grupos.
-¿Y hacia dónde se encamina más?
-Todavía está más cerca del grupo de países democráticos, porque se mantienen las instituciones, hay libertad de prensa y pluralismo político.
-¿Qué opinión le merecen la reforma del Consejo de la Magistratura y las denuncias por atropellos a la libertad de prensa del actual gobierno?
-Que acá todavía hay tendencias al hegemonismo. Lo que pasó con el Consejo de la Magistratura puede ser computado como una tendencia a la hegemonía, así como los procesos en trece provincias para modificar las constituciones provinciales a favor de la reelección. También es preocupante la relación del Presidente con los empresarios, porque no es una relación que garantice la competencia. El Presidente hace un doble juego: por un lado, amenaza a los empresarios, y, por otro, les otorga prebendas, concesiones bajo la mesa, etcétera. Esto es típico del populismo latinoamericano, en donde hay una retórica antiempresarial, anticapitalista, antiglobalización, pero después no se obra en consecuencia.
-¿Superó la sociedad argentina su adicción al caudillismo?
-Para nada. Ya en 1900 Juan Agustín García escribió un libro titulado «La ciudad indiana», en el que decía que el argentino prefiere los hombres a las ideas. Lamentablemente, el siglo XX tuvo marcadas expresiones de caudillismo. Tuvimos a Yrigoyen y a Perón. Claro que la tendencia al caudillismo no es culpa del presidente de la Nación, sino de una cultura política. Es la población la que busca un salvador, un líder personalista, un benefactor, un general o alguien que le solucione los problemas. Hay fantasmas en la sociedad; hay viejos espíritus; hay demonios que están ahí todavía latentes, y es la población la que tiene que eliminarlos.
-Si se piensa en Sarmiento y en Perón, ¿qué diferencias puede decirse que existen entre un prócer y un caudillo?
-Las diferencias entre uno y otro son abismales. Pero yo no creo en el concepto de «prócer». Para un argentino, un prócer es un ser sobrenatural, y Sarmiento no lo fue. Nadie lo es. Ahora bien: Sarmiento fue un gran impulsor de la educación, la ciencia y el progreso, mientras que Perón llegó al poder con el lema de «alpargatas, sí; libros, no» y fue un dictador que no permitió la oposición. Sarmiento fue un militar que cumplió su mandato como presidente y se retiró, Perón modificó la Constitución en 1949 para poder tener un segundo mandato. Son infinitas las diferencias.
-A propósito de Sarmiento, cuando asumió la presidencia declaró que ningún pariente suyo ocuparía un cargo público. ¿Qué opina al respecto?
-Sí, fue así. Mientras fue presidente, no tuvo casa propia ni nombró a ningún pariente. Pero ya es costumbre en nuestra época que los presidentes nombren en su gobierno a sus parientes. Menem puso a su parentela en puestos importantes y Kirchner hoy hace lo mismo. Es una especie de corruptela o vicio, y esto la gente, por falta de cultura cívica, lo toma como algo normal.
-¿A qué atribuye el fracaso del federalismo en la Argentina?
-Sí, hay un fracaso del federalismo, a pesar de que la Constitución Nacional de 1853 estableció el sistema representativo, republicano y federal. Lo notable del asunto es que los mismos representantes de las provincias en el Senado o en la Cámara de Diputados de la Nación son muchas veces los que aprueban leyes que establecen una transferencia de facultades de los poderes provinciales hacia el Poder Ejecutivo Nacional. Este camino del federalismo al centralismo es paralelo al camino que va del sistema republicano al totalitario.
-Con los cambios de los últimos cien años, ¿qué vigencia tiene hoy el pensamiento político de Juan Bautista Alberdi?
-El pensamiento de Alberdi tiene plena vigencia. El país que él imaginó es el de la Constitución. Lo imaginó con división de poderes, sin reelección presidencial, con vigencia de la autonomía individual, con defensa de la propiedad privada, fomento de la inmigración extranjera, libertad de culto? Alberdi sostuvo que en los tres siglos de la colonia española habíamos tenido un Estado rico con súbditos pobres, y él quiso, con la Constitución, que hubiera un Estado pobre con ciudadanos ricos. Ese país funcionó más o menos durante 60 años, con sus defectos, por supuesto, pero funcionó.
-Plutarco, en sus «Vidas paralelas», se valió de la comparación para comprender mejor la personalidad de sus biografiados. ¿Usted encuentra alguna similitud entre nuestro presidente y algún otro mandatario latinoamericano, actual o del pasado?
-Sí: pueden hacerse comparaciones. Afortunadamente, Kirchner no es un dictador como Fidel Castro ni es un populista extremo, como Hugo Chávez, pero tampoco lo veo con una trayectoria democrática impecable, como la de Ricardo Lagos, porque Kirchner reformó la constitución de su provincia para tener una reelección indefinida como gobernador, puso parientes en el poder y a veces se expresa en contra de la libertad de prensa. Todavía está lejos de los gobernantes que buscan una economía competitiva y una sociedad con plena vigencia de los derechos cívicos. Algo que también es negativo es que Kirchner nunca haya viajado antes de ser presidente y que no tenga afición por los libros, ya que los viajes y la lectura son dos fuentes clave de experiencia y sabiduría.
-Hablar de «administración» cuando se designa al gobierno de un país, como sucede en los Estados Unidos, ¿es propio de una democracia madura?
-Es que nosotros tenemos una cultura autoritaria. Cuando se habla de gobierno se alude al Poder Ejecutivo, no a los otros poderes. Ahora bien, hay que tener en cuenta que el autoritarismo político existe en la Argentina porque hay autoritarismo en los hogares y en las escuelas. Somos los padres y los profesores los que todavía ejercemos una cultura autoritaria, y por eso se sufre este mal en el nivel nacional.
-¿Hay una raíz histórica en el autoritarismo al que alude?
-Bueno, el autoritarismo está en la naturaleza humana, pero el autoritarismo latinoamericano tiene su base en los tres siglos de colonia. España quiso imponer en la Península el sistema autoritario que había aprendido de Alejandro Magno, pero no lo consiguió porque los señores feudales hacían de contrapeso al poder de los monarcas y porque las ciudades tenían sus fueros y podían elegir a sus propios jueces. Cuando los españoles llegaron a América, los reyes encontraron la ocasión ideal para ejercitar plenamente el patrimonialismo. La concentración de poder que no lograron concretar en España la llevaron a cabo en las Indias. Además, encontraron que las culturas indígenas, de México y Perú, ya eran teocráticas, lo que facilitó la instauración de ese sistema de autoritarismo político durante siglos. Si bien a partir de la independencia nuestro país comenzó a luchar para cambiar el sistema colonial autoritario, que duró tres siglos, aún no se ha logrado erradicar del todo los vicios del viejo sistema.
-En la historia de la Argentina, la oposición política siempre fue tildada por el gobierno de turno de antipatriótica.
-Sólo diré que la democracia es el gobierno de la mayoría, pero que hay democracia en tanto y en cuanto la mayoría respeta a la minoría.
-¿Hay relación entre el culto al caudillo y la exclusión del partido político opositor?
-Sí, sobre todo cuando el caudillo sólo quiere disfrutar del poder. Hubo un dictador boliviano del siglo XIX, Cecilio Melgarejo, que, al ser interrogado sobre su programa de gobierno, respondió: «No me molestéis con esas cosas. Dejadme gozar».
-¿A qué atribuye el aumento de piquetes y reclamos violentos?
-Hay un sentimiento de frustración y humillación por la declinación que sufrió la Argentina desde 1930 en adelante. En 1913, teníamos una renta per cápita superior a la de Francia y a la de Italia, y cuatro veces superior a la de Japón, y teníamos salarios iguales a los de Estados Unidos. Y bueno, a partir de los años 20 y 30, una campaña de educación patriótica, que yo creo que es la causa del retroceso cultural en la Argentina, reemplazó al ideal de paz y trabajo vigente por otros ideales muy distintos.
-¿Cuáles fueron esos nuevos ideales o modelos?
-Los nuevos modelos se formaron a partir de la oleada de inmigrantes que llegaron a nuestro país a principios de siglo. Entonces se intentó homogeneizar a los hijos de inmigrantes a través de la educación pública. Se usó la educación para intentar argentinizar a los gringos y se cambiaron los paradigmas. Entre esos nuevos ideales, apareció el modelo (centrado en la figura del general San Martín) del militar que muere pobre. Después se instauró el culto al gaucho pobre que se hace violento, centrado en la figura literaria de Martín Fierro. José Hernández escribió su obra famosa para mostrar cómo un gaucho que era pacífico y trabajador, se convertía en violento y pendenciero por la leva forzosa, que era el servicio militar de la época. Martín Fierro mata a un gaucho, a un policía, a un negro, y después se va a las tolderías para vivir panza arriba sin trabajar. Pero después Lugones, en «El payador», y Ricardo Rojas, en su historia de la literatura, lo presentan a Martín Fierro como un modelo, un hombre recto, casto, noble, una especie de caballero andante de los territorios nacionales. El canto a la ruptura de las leyes y a la exaltación de la marginalidad que es el Martín Fierro se constituyó en la epopeya nacional.
-¿Qué otros nuevos modelos surgieron?
-En los años 20, se elaboró el mito de la víctima. Se empezó a decir que los argentinos éramos víctimas de una conspiración internacional. Y el mito de la víctima convirtió el fracaso en virtud, la mendicidad en derecho y la violencia en un recurso contra la supuesta injusticia del sistema. Después vino el modelo de la dama buena que regala lo ajeno, centrado en la figura de Eva Perón. Esto significaba que los fondos públicos que venían de entradas de cines y del remanente de los ministerios fueran a una organización privada para que la esposa del presidente los regalara. Esto se convirtió en modelo de gobierno. A partir de entonces, el gobernante es bueno si regala y no si fortalece las instituciones e imparte justicia.

Sebastián Dozo Moreno

Fuente: diario La Nación, Buenos Aires, 8 de abril de 2006.

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