Por Luciana I. Mazzei.- “Con mi cuerpo hago lo que quiero”, “me voy de casa porque quiero ser libre”, “ya soy grande y soy libre de hacer con mi vida lo que quiero”, “tengo derecho a tener un poco de libertad, con todo lo que hago por ustedes.”
Estas frases y muchas otras parecidas escuchamos diariamente en los más diversos ámbitos de la vida. Madres, que quieren libertad porque se sienten agobiadas y cansadas; padres, que quieren liberarse de sus responsabilidades; hijos, que pretenden vivir sin rumbo… y no hace falta que describa en detalle los pormenores de los más diversos grupos sociales exigiendo por sus libertad: de expresión, de derechos sin los correlativos deberes, de pensamiento, de culto, de asociación, de movimiento, de manifestación… y podríamos seguir.
Es pertinente que nos preguntemos: ¿Qué es la libertad? ¿Por qué es tan importante para el hombre, saberse, pero sobre todo, sentirse libre? ¿Cómo podemos educar personas plenamente libres? Sabiendo que el mal uso de la libertad puede conducirnos a excesos que pueden dañar gravemente nuestra dignidad de personas, las relaciones con nuestros semejantes y el mundo en el que vivimos… basta mirar las noticias para ver cuán dañados estamos por el mal uso que hemos hecho de nuestra libertad.
El hombre nace libre; por lo tanto, la libertad es importante para él, porque fue creado a imagen y semejanza de Dios y por esto guarda en su interior el anhelo irrefrenable de infinito, por eso cuando se siente esclavo busca incesantemente ser libre, porque no fue creado para ser esclavo sino libre y dominar la creación.
Y esta libertad para dominar se refiere también a su propia naturaleza humana. Ser libre para el hombre significa dejar de ser esclavo de sus pasiones y de sus limitaciones. Pero además como nace libre, manifiesta durante toda su existencia estas ansias de libertad, porque anhela la felicidad que sólo puede encontrar en Dios, que es absoluto e infinito. Y esa felicidad la encuentra en el amor y este amor se manifiesta en el servicio al otro, el amor se plenifica en la entrega generosa de nuestro tiempo, dones, capacidades, etc.
Esta condición de libre es un don recibido pero que debe crecer mediante la conquista personal de las propias limitaciones y pasiones humanas. Será verdaderamente libre el hombre que fue capaz de disponer libremente de sí mismo y entregarse a otros por su propia voluntad; aquel que conquista la libertad en la acción, en la intimidad y en las cosas que dan sentido a su vida. Es una energía que permite al hombre, por medio del amor, abrirse a otros para servirlos por amor, y al mundo de las cosas para ponerlas al servicio del hombre.
El hombre cuando es libre, es capaz de tomar buenas decisiones para sí mismo y para los otros. El crecimiento de la vida interior y la educación en y para la libertad conducen al hombre a crecer en la capacidad de iniciativa, de creatividad, de encontrar el verdadero sentido de la vida, generando proyectos de vida que exigen hacer un buen uso de la capacidad de pensamiento y una voluntad educada en la consecución del bien.
La libertad no se trata sólo de tomar las mejores decisiones frente a un conjunto de opciones, sino de tener el corazón dispuesto también a soportar con amor las situaciones de la vida que no ha elegido (la familia, el país o la raza, por ejemplo); y cuando es capaz de no dejarse llevar por las modas del momento o por las manipulaciones externas. Cuando es capaz de decir que no, cuando todo lo impulsa a decir si, sabiendo que esa no es la mejor opción para su vida o la de otros.
Para educar la libertad en los niños y jóvenes es necesario que conozcan sus propios límites, de acuerdo a su edad, a sus capacidades y condiciones personales. Pero también que sepan y sean cada vez más conscientes que todo acto personal tiene consecuencias para sí mismo y para la sociedad (familia, amigos, compañeros, etc.) estas consecuencias serán buenas o malas según la acción que las desencadenó.
Conocer las consecuencias o intuir las consecuencias de nuestros actos nos ayudará a tomar buenas decisiones y aquí es donde radica el buen uso de la libertad.
Ser libre es:
- Ser capaz de negarse a hacer algo malo aun cuando todo parece asegurar que es bueno.
- Poder aplazar un deseo en espera de algo mejor.
- Servir a alguien que lo necesita a cambio de renunciar a propio descanso.
- Renunciar al ocio por la satisfacción de lograr un buen trabajo hecho con esfuerzo.
- Esforzarse por ser cada día más bueno, más comprensivo, más servicial.
La autora es docente y orientadora familiar.