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Las mentiras no bajan el precio de la carne

Por Elisa Carrió y Alejandro Rabinovich

El sector ganadero de nuestro país enfrenta una coyuntura crucial para su futuro, ya que la demanda doméstica y la internacional aumentan, pero su producción está estancada. La situación es deficitaria e insostenible en el tiempo. Ahora bien: sería erróneo afirmar que la totalidad de los problemas por los cuales pasa el sector ganadero son responsabilidad del actual gobierno. La ganadería arrastra décadas de problemas estructurales irresueltos y de malas políticas.
Aun así, ante la actual crisis -que combina alza de precios con aftosa- la gestión Kirchner es responsable por las políticas totalmente erradas que viene aplicando. Desde 2003 hasta fines de 2005, el Gobierno se limitó a una política de recaudación vía retenciones y no resolvió ni uno solo de los problemas del sector. La Secretaría de Agricultura y Ganadería, desde que Miguel Campos está a cargo, ha demostrado una total inoperancia, con una trayectoria que fue de conflicto en conflicto, pero no encontró solución para ninguno de todos ellos.
No hubo políticas de desarrollo de la oferta, principal problema del sector. La poca oferta afecta el rendimiento exportador y empuja al alza el precio de la carne en el mercado interno. En cambio, buscar una salida a la cuestión del stock y la oferta ganadera no sólo favorece las exportaciones y al sector agrario argentino: también es la mejor manera de evitar la suba de precio de la carne y mantener el poder adquisitivo de la población. Nada de esto ha hecho el Gobierno.
La falta de un plan ganadero y una política nacional que planifique estratégicamente el destino de la cadena agroindustrial de carnes hace desaprovechar la coyuntura internacional favorable. La crisis de precios de carnes por la que atravesamos tiene parte de sus más profundos fundamentos en la inacción e incapacidad del gobierno nacional en articular una política ganadera.
En lugar de ir hacia el tan necesario plan ganadero, el Gobierno se empecinó en lograr un impracticable acuerdo de precios con el sector. Desde la Presidencia de la Nación daba la sensación de que era más importante obtener la foto de un acuerdo con los ganaderos -o peor, mostrar cómo se les tuerce el brazo ante la presión oficial- que buscar una solución aplicable y duradera para el asunto del precio interno de la carne. A todo esto se sumó una ofensiva pública del propio presidente Kirchner contra la «oligarquía ganadera», a la cual se tildó de avara y contraria a los intereses de la población. Este ataque no es más que una farsa comunicacional del Gobierno para tapar las severísimas fallas de gestión e incapacidad que tienen los actuales funcionarios para entender al campo argentino.
Se creó el Registro de Exportaciones, que da al Poder Ejecutivo la facultad de elegir quién puede exportar y quién no. Con el pretendido argumento de manejar los precios, se abrió la puerta a una total discrecionalidad en el manejo del negocio de comercio exterior de carnes. Esto no sólo da lugar a la corrupción, sino que además limita toda perspectiva de inversión del sector privado. ¿Quién va a invertir y arriesgarse si sus ventas al exterior dependerán de la voluntad del funcionario de turno?
A esto debe agregarse otra medida equivocada: la elevación del peso mínimo de faena, motivo directo de la escasez de hacienda actual. Tantas decisiones erradas llevaron a la última y más trágica decisión: la prohibición de las exportaciones de carne, que es casi un certificado de muerte para la industria ganadera y un foco directo de pobreza y desempleo para el país.
Además, el fantasma de siempre. La reaparición de la aftosa dejó sobre el tapete todas las fallas e irresponsabilidades que carcomen a la cadena de carnes de nuestro país.
Este es el «modelo productivo» del Presidente para la ganadería: retenciones del 15%, prohibición de exportaciones y arbitrariedad en su manejo, debilidad de controles aduaneros y sanitarios e inexistencia de medidas de fomento a la producción. Así, la ganadería argentina está condenada a la postración.
Debemos empezar a discutir una alternativa: eliminación de retenciones y reapertura de las exportaciones, créditos blandos para aumento de stock, producción, productividad, retención de vientres y mejoras genéticas y de pasturas; profesionalización de la secretaría, fortalecimiento del Senasa, políticas de protección de tierras para pequeños ganaderos y control de la faena ilegal. Estas son las líneas sobre las cuales proponemos sentar las bases de la recuperación de la ganadería argentina. Porque con ataques y mentiras no se cura la aftosa ni se baja el precio de la carne.

Elisa Carrió es diputada nacional y Alejandro Rabinovich es diputado de la ciudad de Buenos Aires.

Fuente: diario La Nación, Buenos Aires, 15 de marzo de 2006.

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