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“Las declaraciones de la Presidente son de una complicidad con el delito y la violencia”

Opina en una entrevista Santiago Kovadloff, licenciado en Filosofía. Su último libro es “El miedo a la politica”.Maria Herminia Grande (Rosario)

MHG: ¿Cómo analiza está nueva semana agitada con el asesinato de un militante del Partido Obrero, que ha vivido Argentina?
SK: En verdad, lo que hacemos es recorrer semana tras semana con un nivel de inquietud creciente. No se puede decir que cada semana nos depara algo inesperado, sino realmente algo esperable. Hace ya mucho tiempo que en la Argentina la violencia no hace otra cosa que crecer y el desconcierto de quienes creemos que las instituciones tiene una responsabilidad en la construcción de la pacificación es cada vez mayor. Porque esa responsabilidad parece que no se cumple. La presidente de la Nación declaró hace algunos días que la policía jamás había intervenido en las manifestaciones de los grupos que por un motivo u otro podían ser caracterizados como disidentes; ahora a mí me parece que esas declaraciones de la presidente lejos de señalar un acto de responsabilidad institucional, señala un acto de complicidad con la trasgresión, la desmesura, el delito y a violencia. Porque fíjese usted lo que ocurrió con los estudiantes que atacaron el edificio del Ministerio de Educación: ese hecho no está poniendo de manifiesto comprensión por parte del Estado hacia las demandas estudiantiles, sino una profunda renuncia al papel que la mesura y la palabra tiene que cumplir en el debate y en la elaboración de cualquier conflicto que enfrente el país. Lo mismo ocurrió esta semana terrible que pasó. La policía se abstuvo de impedir los actos de violencia que podrían haber desembocado de ser contenidos, en la posibilidad de resguardar una vida. No fue así. De manera que acá la pregunta de fondo, para mí, es qué papel está llamado a cumplir la ley en la contención de la desmesura que está desdibujando el significado de la vida democrática en Argentina.

MHG: El concepto es que ni se debe reprimir ni se debe dejar que todo suceda, sino cumplir con la ley.
SK: El concepto de represión cuando está asociado unilateralmente al ejercicio de una violencia que tiende a ahogar a otra no traduce el significado que tiene en el marco de la vida constitucional democrática. En una democracia cabal, republicana, la represión es un acto de contención de la violencia y no un ejercicio desmesurado de ella.

MHG: Lo que sucede es que por nuestra historia escuchamos la palabra represión y nos incomodamos.

SK: También sentimos con mucha angustia la palabra popular, democracia, instituciones, derechos humanos, todos los conceptos que sufren una profunda perversión por la instrumentación demagógica que de ellos se hacen.

MHG: ¿Qué palabra ha quedado virgen?
SK: La palabra que se mantiene extraordinariamente intacta en un sector muy importante de la sociedad argentina, es la palabra solidaridad, la solidaridad no ha cedido, las organizaciones no gubernamentales han crecido de manera notable en Argentina, precisamente en las condiciones menos propicias para el desarrollo de un proyecto de pacificación y de educación. Fíjese usted lo que ocurre con RAP, esta organización tan notable que se consagra a los que aspiran a ser dirigentes políticos, sostiene un ideario democrático en medio de la opacidad más profunda de la vida democrática que se está viviendo en estos años. Creo que el concepto de solidaridad si se une al de responsabilidad cívica puede generar un nuevo escenario político en el país.

MHG: Las generaciones que han crecido con todos los “no” ¿con qué posibilidades pueden llegar a gobernarnos?
SK: Con muy pocas, yo creo que lo que nosotros tenemos por delante es un desafío radical que es la construcción de políticas de Estado que garanticen en dos décadas el retorno de la credibilidad y de la funcionalidad y la eficacia de las instituciones argentinas. No podemos presumir, salvo con una profunda irresponsabilidad, que un cambio de gobierno implica un cambio de educación y de cultura. Las generaciones jóvenes de Argentina están pagando el precio de la ausencia de una generación intermedia que en los años setenta agotó sus energías políticas en un proyecto doblemente apocalíptico; por parte del terrorismo de Estado, sin duda alguna, y por quienes concibieron la violencia como un recurso de transformación social. Hoy en día las generaciones que están dirigiendo el país acusan todo los empobrecimientos generados por ese esquematismo brutal y el empobrecimiento que ha implicado para concebir las exigencias de modernización del país. Estamos frente a esta situación de una nueva generación joven que no tiene suficiente confianza en quienes le precedieron ni en las instituciones que deberían heredar para poder sostenerlas y transformarlas como sería necesario.

MHG: ¿Cree que hay de parte de la sociedad una conciencia de solidaridad ante los hechos producidos por estos desgobiernos?
SK: Creo que no deberíamos confundir a las dirigencias que están ejerciendo las investiduras que les corresponden con la sociedad que hace una demanda de mayor rendimiento cualitativo de esas investiduras. Hay cuatro hechos que le diría son probatorios de la fortaleza solidaria de una sociedad que no tiene suficiente representación institucional en el orden del Estado. La primera de ellas son las organizaciones no gubernamentales que surgen el país y se multiplican y se sostienen desde la crisis del año 2001 en adelante, esto me parece un hecho enormemente relevante, en donde también la Iglesia juega un papel muy importante, lo juega el rabinato, en la construcción de espacios solidarios imprescindibles, al menos, para la subsistencia de infinidad de personas que padecen la marginación. En segundo lugar, me parece que el episodio clave lo encontramos en el año 2008, cuando buena parte de la sociedad argentina fuerza al campo a entender su disconformidad con el gobierno como expresión de un fenómeno más amplio que el de la reivindicación de un derecho sectorial, es decir, a entenderlo como una necesidad de una transformación en la valoración de la república y la democracia. Esa presión cívica ejercida sobre el campo contribuyó enormemente a que el propio campo se replanteara sus necesidades en el marco de otro concepto de país. En tercer lugar, las elecciones legislativas del 2009 contribuyeron a manifestar muy claramente una disconformidad social con las dirigencias que presumían tener el monopolio del interés público, una derrota importante del oficialismo, que se tradujo, no tanto por parte de la sociedad, en un apoyo específico a un líder de la oposición, sino una demanda generalizada a la oposición de mayor calidad de procedimientos, cosa que redundó en la aparición del otro fenómeno que le quiero mencionar, que es al aumento considerable de la calidad en la vida parlamentaria en Argentina. Y, por último, le diría yo, el hartazgo frente a la violencia está poniendo de manifiesto una gran solidaridad pública. Las madres que se han manifestado recientemente en la Plaza de Mayo, son madres que cuentan con un creciente apoyo de la sociedad argentina que está harta de la violencia y va encontrando los canales de transformación de su disconformidad en un reclamo cívico que creo que va a tener un enorme efecto en las elecciones del 2011.

MHG: Me ha conmovido lo que usted ha escrito acerca de estas madres, conmueve pensar en la continuidad de pañuelos blancos en un país que transita en democracia.
SK: Ahí tiene usted una evidencia de la capacidad dramática que tiene la sociedad argentina de transformar su desesperación en reclamo y disconformidad. Así como las Madres de Plaza de Mayo contribuyeron a la denuncia de la violencia del terrorismo del Estado y a la transformación de un estado de impunidad en un juicio público a los dirigentes de ese terrorismo de Estado, de esta misma manera, confío yo, que las madres que actualmente lideran esta denuncia de la magnitud tomada por la violencia social, a través de la inseguridad que se expande, van a contribuir a definir las políticas de Estado prioritarias que tendrá que privilegiar el próximo gobierno si quiere ser auténticamente representativo de las necesidades sociales.

MHG: Si el próximo gobierno cambiara de signo político ¿cree que resistirá la tentación de modificar todo lo que hizo el anterior o es indispensable que lo haga?
SK: Lo indispensable para la ciudadanía es en qué medida se privilegia los proyectos de políticas de Estado sobre los perfiles personales de un liderazgo único, excluyentemente partidario, de un partido en desmedro de otro… Un país prospera si capitaliza sus fracasos, en este momento la capitalización del fracaso pasa por entender y resolver la cuestión de saber que la gobernabilidad exige una transformación de las relaciones con el mundo sindical, con el mundo productivo y con el mundo judicial. Nosotros ya contamos con una alta justicia, desde le punto de vista de quienes integran la Corte, se ha dado un paso en ese sentido y debe seguir profundizándose. Pero es necesario que la gobernabilidad esté respaldada por la preeminencia de los intereses comunes sobre los intereses corporativos. Si las políticas de Estado propuestas por los aspirantes a dirigir el país evidencian acuerdos transectoriales en este sentido, es probable que hayamos aprendido la lección. De no ser así caeremos otra vez en lo repetitivo.

MHG: ¿Por qué hemos llegado a esta instancia, por qué hemos ido en retroceso en calidad institucional, con la salvaguarda de lo que usted señala en cuanto al mejoramiento parlamentario, de la justicia…? ¿Hay un no entendimiento de la política con la sociedad o de la política mostrada con la sociedad?
SK: No hay duda, hay un desentendimiento La Argentina no terminó de concretar su transición del autoritarismo a la vida democrática, y no lo ha hecho porque las instituciones no llegaron a jugar el papel determinante que deberán llegar a jugar en el futuro si queremos que esa transición termine. Pero si usted recorre la historia argentina, por ejemplo las páginas de (Juan Bautista) Alberdi, escritas por quien nació hace 200 años, si recorre las páginas de los grandes pensadores se puede ver que el desvelo fundamental es esta transición de la vida fragmentaria a la integración a la unión nacional. Ese pasaje no se ha terminado de cumplir, por eso seguimos siendo en aspectos decisivos un país que está más cerca del siglo 19 que del 21..

MHG: ¿La “díscola” sigue siendo Buenos Aires como lo ha sido a lo largo de la historia?
SK: A mí no me cabe ninguna duda que la ausencia de federalismo es determinante en todo esto. El gobierno central sigue operando con respecto a las provincias como operaba Buenos Aires antes de ser Capital Federal y aún después de haberlo empezado a ser. Nosotros no tenemos políticas auténticamente federalistas y es por eso que el gobierno central accede al desarrollo en los términos en que la ley y la justicia se lo permiten termina por ser un gobierno totalitario.
-***Ensayista, poeta, traductor y antólogo de literatura de lengua portuguesa.
– Profesor universitario en Argentina y Honorario de la Universidad Autónoma de Madrid.-
– Integra el Tribunal de Ética de la Comunidad Judía de la Rep. Argentina
– Miembro de Número de la Academia Argentina de Letras (desde 1998)
– Miembro Correspondiente de la Real Academia Española (desde 2l 2002)

Fuente: www.mariaherminiagrande.com.ar, 23/10/2010.

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