Las castas en clave de interpretación histórica

No podría afirmarlo con total certeza, pero tan sólo deberíamos pensar en conjunto, si estas castas siguen existiendo en el sentido, en las prácticas y en nuestras contradicciones.

Por Adán Costa.- Las castas son grupos sociales rígidos, definidos por el nacimiento, que determinan la posición social y las oportunidades de un individuo en una sociedad. Es muy ambiguo el uso contemporáneo del término, pero, se sabe, con la polisemia y con los ingenieros del caos, la regla del todo vale arrasa con conceptos y sociedades.

El orden colonial que impusieron España, Portugal, Inglaterra, Holanda y Francia durante más de trescientos años a la América determinó un sistema de castas, consolidando las ya existentes en el Perú por el Incario de Atahualpa y el México de Moctezuma, con la picardía histórica de saber trocar la cúspide de esa pirámide social y agregar algunas otras combinaciones. Antes que lleguen los europeos, toda la América se venía recostando milenariamente sobre sus cordilleras y el océano Pacífico. Con los europeos merodeando, la América fue virando progresivamente hacia el Atlántico.

Cuando pensemos en la revolución de Mayo de 1810, hay que reflexionar, antes que en el acto escolar de la vendedora de empanadas o el de velas en ese sistema de castas y en quienes, dentro de ellas, la llevaron adelante. Mayo de 1810 es el acto escolar más transitado en toda nuestra subjetivación sobre la historia argentina. En todo caso, vale de mucho, pensar en ese acto por qué la vendedora de empanadas era morena. La sociedad que España impuso a sus cuatro virreinatos americanos, como así también a Marruecos y a Filipinas, y otros anteriores cuando España no era todavía España, fue claramente estratificada y jerárquica.

En la cima, los blancos peninsulares, es decir, los nacidos en España. En el escalón inmediato inferior, los blancos nacidos en suelo americano, es decir los criollos. Prestemos atención a este sector social. Luego le seguían todos los mestizos, zambos, mulatos, una combinación de sangres, españoles con indias, indias e indios con negros y negras, españoles con negras. La transformación racial en marcha. Luego de éstos, los indígenas, descendientes de todo el poblamiento y organización social previo a la llegada de los europeos.

Por disposiciones legales, las leyes de las Indias no podían ser formalmente esclavizados porque debían ser evangelizados y, a cambio de ésto, prestaban sus servicios personales. En la práctica, sobre todo los destinados a las plantaciones y a la extractividad minera de oro y plata, eran esclavos condenados a muertes prematuras y tormentosas. En el fondo de esta escala, los esclavos africanos, producto de uno de los mayores genocidios de la humanidad, la trata transatlántica que extrajo a más de veinte millones de personas del litoral atlántico africano y los implantó en América en los siglos XVI a XIX. La mayoría de los ejércitos de la independencia estaban compuestos por afroamericanos, que sufrieron el rigor de ser la primera línea en los combates.

En el río de la Plata existían muchos esclavos africanos, sobre todo alrededor en los puertos esclavistas y contrabandistas de Buenos Aires y de Montevideo, pero no alcanzó las dimensiones de otros lugares como el Brasil, el Caribe y sur de Estados Unidos, donde se practicaba a gran escala una economía de plantaciones de café, algodón, tabaco o plátanos. La revolución de mayo de 1810 no fue independentista ni modificó drásticamente el sistema social vigente cómo si lo fue el intento con éxito temporal, aunque concluido trágicamente, de la revolución de Tinta de Tupac Amarú y Túpac Katari de 1781, de base eminentemente indígena. Tampoco fue la revolución haitiana de 1791 a 1804, donde su componente étnico fue absolutamente afro.

Sin embargo, mayo supuso un cambio en la cúspide de la pirámide. Los criollos, esos blancos nacidos en América, afianzaron sus posiciones políticas y económicas, aprovechando la invasión de Napoleón a España en 1808 y el proceso de creación de juntas de gobierno locales en los cabildos españoles e hispanoamericanos. Caracas, La Paz, Bogotá y Buenos Aires. Una especie de democratización del poder, que era monárquico en lo formal, pero que en la práctica estos sectores, muy ligados al contrabando comercial de sus principales puertos venían liderando las decisiones políticas en el siglo previo a 1810. La historiografía liberal con la cual nos formamos desde niños ve en mayo el origen de la patria y, orgullosamente, el músculo político y económico religándose a los británicos. Bastante extraña idea de soberanía, que sólo pareciere interesarle el cambio de sus mandantes. Lo cierto es que en esa histórica semana de mayo, empezaron a crujir los intereses de los españoles peninsulares y un sector de abogados criollos formados en Europa o en Chuquisaca impulsaron ese cambio, como Castelli, Espejo, Monteagudo, Belgrano y Moreno.

Sí hubo, a su vez, un apoyo popular que fue escondido por la historiografía, sobre todo el 22 de mayo de 1810 donde llenaron el cabildo con personas que no eran los habituales “vecinos decentes”, es decir varones propietarios con familia. Los jacobinos hicieron de las suyas. Los días venideros las milicias que se habían formado para las invasiones inglesas cuatro años antes, integradas por la parte baja de las castas, los pardos, morenos, mulatos y también indígenas, conducidos por los piqueteros de mayo, los chisperos Domingo French, Felipe Cardoso y Antonio Berutti ejercieron una presión real y consistente para que el 25 de mayo se formara su primera junta de gobierno sin el virrey.

De allí en más, la Argentina, que ya existía desde hace mucho, pero sin que supiera siquiera que ese iba a ser su nombre, un hermoso país con muchos pobres debido a su riqueza, caminaría con más pendientes y cornisas que valles en su horizonte de emancipación real, aún inconcluso. No podría afirmarlo con total certeza, pero tan sólo deberíamos pensar en conjunto, si estas castas siguen existiendo en el sentido, en las prácticas y en nuestras contradicciones.

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