Por Emilio Grande (h.).- Este fin de semana fue estrenada la obra teatral “Las 7 puertas del perdón”, escrita por la legendaria Teresita Tosco entre los años 2019 y 2020, en la sala L del Centro Ciudad de Rafaela.
Es interpretada por Teresita Tosco (Eva), Arturo Gentilini (Adán) y Máximo Gentilini (La Serpiente), con música a cargo de Ana Aubagna y Walter Colasso, fotografía de Natalia Debórtoli, iluminación de Gastón Walker, colaboración de María Esther Agodino, redes, Martín Werlen, puesta en escena y dirección de Arturo Gentilini, y producción del grupo de teatro del Centro Ciudad de Rafaela.
A decir verdad, se trata de una muy buena puesta teatral de los tres actores, de los cuales dos (Teresita y Arturo) tienen muchos años sobre las tablas y el restante (Máximo) que se va afianzando sobre el escenario.
Además, para destacar es la refinada dramaturgia que transcurre por diferentes momentos históricos, debiendo atravesarse las siete puertas, tomadas azarosamente, como la crucifixión de Jesús (estamos viviendo el tiempo litúrgico de la cuaresma cristiana), el diluvio de la época de Noé (Antiguo Testamento de la Biblia), la llegada de Colón a una tierra desconocida (América), la Revolución Francesa (1789-1799), la Primera Guerra Mundial (1914-1918) con sus consecuencias devastadoras, la llegada del hombre a la Luna (1969) y la última con el teatro como una herramienta de interpelación y revalorización del encuentro presencial de los actores con su público.

Antes del pecado original, Adán y Eva vivían felices en el jardín del Edén hasta que una serpiente tentó a Eva a comer la planta que estaba prohibida por Dios y fueron desterrados del Paraíso. Esa acechanza casi permanente de la serpiente con la manzana los cuestiona a lo largo de la hora que dura la puesta teatral.
En el medio hay interesantes diálogos, especialmente entre la pareja que se reconocen mayores y suelen pasarse facturas de sus egoísmos y miserias humanas, mechados por canciones interpretadas en grupo y personalmente por Tosco al inicio en inglés y el joven Máximo.
Finalmente, es una reivindicación del teatro como expresión cultural que, a pesar de los cambios tecnológicos, sigue vigente, generando un vínculo único con la gente, que en esta oportunidad llenó la renovada sala L del CCR con una fuerte aprobación.
Algunos detalles a tener en cuenta para mejorar: se podría subir el escenario o poner algunas gradas en las últimas filas para mejorar la visión, sumado a elevar el sonido de los actores y así no perder el hilo de los interesantes parlamentos.
Como reflexión final de esta obra es que como seres humanos vivimos siempre tentados por los 7 pecados capitales (la soberbia, la avaricia, la lujuria, la ira, la gula, la envidia y la pereza), pero al mismo tiempo es una invitación a reconocerse frágiles y limitados en clave de fe con el perdón de Dios. Es un proceso que cada uno debe descubrir a la lo largo de la vida. ¿Se presentará en el festival de teatro de este año en nuestra ciudad?