La virtud de saber mantenerse

Argentina supo jugar todas sus cartas aún en situaciones desfavorables, para terminar cantando un poker de títulos: Maracaná, Wembley, Lusail y Miami. Cuatro escenarios diferentes, pero con el mismo sello de aquel primer día que supo imprimirle Lionel Scaloni, el padre de una criatura que no por casualidad es la número 1 en un ránking que nadie puede rebatir: el de la FIFA.

Por Víctor Hugo Fux.- Que le tocó el grupo más fácil. Que los cruces fueron más accesibles. Que en la otra parte de la llave se iban a eliminar los más fuertes. Que el camino a la final sería demasiado sencillo. Y todas las especulaciones que uno pueda imaginarse.

Claro, los detractores de siempre y los que nunca reconocen los méritos, hasta llegaron a insinuar que el sorteo no era transparente, desconociendo que en esa instancia es sólo cuestión de fortuna.

Que en ese aspecto, el bolillero le terminó sonriendo a la Selección argentina, nadie puede desconocerlo, porque no es lo mismo tener que enfrentar en la primera fase a rivales de menor potencial, que hacerlo con Brasil, Uruguay o Colombia, ante quienes el equipo de Scaloni -uno de ellos- recién se podría ver las caras en una hipotética final, como terminó ocurriendo.

Esos mismos analistas que leyeron entre líneas antes del inicio del certamen, nunca repararon en la actualidad de un grupo de jugadores que fue a Estados Unidos por la gloria. Como lo hizo en Brasil, cuando inició su excepcional momento con la obtención de la Copa América; o cuando en el mítico estadio londinense de Wembley aplastó a Italia en la Finalissima; o cuando logró una espectacular consagración en Qatar.

Muy pocas veces se los escuchó decir a los integrantes del plantel y al mismo cuerpo técnico, que de ninguna manera iba jugar para estar a la altura de las circunstancias. La vara estaba muy alta como para no renovar las ilusiones y apostar por un nuevo título.

La palabra «hambre» es una de las que mejor define las convicciones de esta Selección, que no renuncia a seguir escribiendo una historia sencillamente espectacular.

Canadá, Chile y Perú, obviamente no fueron un trámite. En cada uno de esos partidos, hubo momentos de adversidad, pero los triunfos fueron inobjetables. Esa primera fase se pudo superar con puntaje ideal y con la valla invicta.

No es poca cosa, pero hay que decir que, a esa altura de las competencia, ya empezaba a consolidarse la imagen de una formación que tenía en el «Dibu» a un arquero que transmitía la sensación de ser prácticamente imbatible.

«Cuti» y Lisandro comenzaban a levantar una muralla en el fondo, que con el transcurrir de los partidos se convertiría en poco menos que infranqueable.

En el medio, el conmovedor despliegue de De Paul, el verdadero «motorcito» del equipo, le otorgaba el balance necesario a una zona en la que todos quieren imponer su ritmo.

«Angelito», en su despedida de la «albiceleste» fue tan determinante como en cada uno de los títulos conseguidos previamente; Julián y Lautaro con sus estilos diferentes, aportaron entrega y goles. El «10», en inferioridad física, volvió a exhibir el compromiso que lo distinguió en cada oportunidad que se calzó sobre su piel la camiseta que más ama.

Ecuador fue un escollo durísimo y el único que logró marcar diferencias en la mayor parte del juego, pero en los penales, el «Dibu» aportó lo suyo. Ya en las semifinales, frente a Canadá, un adversario repetido, supo aprovechar sus momentos para volver a derrotar a un equipo respetable y en crecimiento.

En la final, esperaba Colombia, hasta entonces el mejor del torneo por haber desplegado un juego armónico y efectivo. Tanto, que para muchos, era el gran favorito. No para los campeones, claro.

El respeto por los «cafeteros» fue expresado en cuanta entrevista o rueda de prensa ofrecieron los argentinos. Pero también, pusieron de manifiesto que de ninguna manera iban a renunciar a la posibilidad de revalidar el título.

Marcaron, con su victoria, en definitiva, otro hito. El que nunca había logrado otra selección en este tipo de campeonatos. Para que nadie tenga dudas que la fortaleza de este grupo no solamente es futbolística. Porque en este deporte, como en cualquier otro, son varios los factores que pueden inclinar la balanza.

Argentina supo jugar todas sus cartas aún en situaciones desfavorables, para terminar cantando un poker de títulos: Maracaná, Wembley, Lusail y Miami.

Cuatro escenarios diferentes, pero con el mismo sello de aquel primer día que supo imprimirle Lionel Scaloni, el padre de una criatura que no por casualidad es la número 1 en un ránking que nadie puede rebatir: el de la FIFA.

Fuente: https://diariolaopinion.com.ar/

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