La verdad sobre la muerte de Kshamenk

Se trata de un comunicado de la institución “Derechos Animales Marinos”. Se trata de la orca macho que vivió 33 años en cautiverio y 25 años en soledad.

Dicen que murió Kshamenk. No es así, lo mató el cautiverio: 33 años encerrado y 25 años en soledad. Exhibido, explotado, cosificado.

Mientras luchábamos en tribunales para que lo reconocieran como lo que siempre fue: un ser sintiente y consciente, un sujeto de derechos. Cuando se iban a hacer las pericias para ver qué estaba sucediendo con él, Kshamenk murió…

Un paro cardiorrespiratorio no explica las causas de su muerte. Vamos a honrar tu vida, exigiendo la etiología de tu muerte, rompiendo el hermetismo de la empresa privada Mundo Marino SA. Exigimos Justicia. Exigimos saber la verdad.

Ante la difusión de las notas periodísticas en los medios de difusión masivos sobre la muerte de Kshamenk y cómo fueron sus últimas horas según lo informado por Mundo Marino SA, las diversas organizaciones de defensa animal, especialistas en ética animal y profesionales independientes consideran necesario desmentir y refutar punto por punto la versión oficial allí expuesta, por resultar engañosa, incompleta y funcional a la legitimación del cautiverio de animales marinos en Argentina.

1) La causa de muerte: el “paro cardiorrespiratorio” no es una explicación suficiente. Afirmar que Kshamenk murió por un “paro cardiorrespiratorio asociado a su avanzada edad” no constituye una causa real de muerte, sino una descripción genérica del desenlace de cualquier organismo.

La pregunta central -omitida en la nota- es qué condiciones estructurales llevaron a ese desenlace. Numerosa evidencia científica demuestra que el cautiverio prolongado genera estrés crónico, deterioro físico y psicológico, inmunosupresión y fallas orgánicas progresivas en orcas. Estos factores son determinantes y no pueden ser reemplazados por una explicación biológica simplificada.

Por lo cual hemos presentado en el día de ayer 14/12/2025 un escrito, pidiendo las explicaciones, informes, análisis y pericias correspondientes ante el Juzgado Federal de Dolores donde se encuentra tramitando el amparo judicial por la salud de Kshamenk.

2) Kshamenk no era una orca “anciana”: la caracterización de Kshamenk como una orca de “avanzada edad” es falsa o, como mínimo, profundamente discutible.

En vida silvestre, las orcas pueden superar ampliamente los 50 años, e incluso llegar a los 80 o más en el caso de las hembras. Kshamenk murió con aproximadamente 33 años, una edad considerada prematura para la especie. Presentar su muerte como “natural” invisibiliza el impacto del cautiverio como factor de reducción de la expectativa de vida.

3) El acompañamiento humano no equivale a bienestar. La nota insiste en que Kshamenk estuvo “rodeada de sus cuidadores” y que era “parte de la familia”. Esta narrativa emocional no sustituye criterios objetivos de bienestar animal.

El acompañamiento humano no compensa la privación de libertad, la imposibilidad de desarrollar conductas propias de la especie, la separación social forzada ni la vida en un tanque de dimensiones ínfimas frente a su hábitat natural.

4) Cantidad de veterinarios no implica calidad de vida. La enumeración de veterinarios, cuidadores y especialistas externos busca reforzar una idea de excelencia técnica. Sin embargo, ningún protocolo veterinario puede neutralizar el daño estructural del cautiverio. Estos mismos veterinarios fueron quienes lo sometieron al estrés de realizarle la extracción de su material genético (esperma) para comercializarlo a la empresa Seaword (EE.UU.) para reproducción en los acuarios, perpetuando el cautiverio de las futuras crías.

La medicina preventiva en animales cautivos suele orientarse a mantener con vida individuos en entornos que ya son, en sí mismos, patológicos. El control constante no es sinónimo de bienestar, sino muchas veces la evidencia de un cuerpo que debe ser intervenido de manera permanente para sostenerse.

5) La supervisión estatal no legitima el cautiverio. El hecho de que organismos provinciales o nacionales hayan aprobado o supervisado prácticas no las convierte automáticamente en éticas, necesarias ni acordes a los estándares contemporáneos de protección animal.

La historia reciente demuestra que la legalidad no siempre acompaña los avances científicos ni los cambios sociales, especialmente en materia de derechos animales.

6) Kshamenk no fue un símbolo de conservación. Presentar a Kshamenk como un “símbolo del trabajo de conservación marina” constituye una apropiación discursiva.

La conservación implica proteger ecosistemas, poblaciones y hábitats, no exhibir durante décadas a un individuo aislado de su medio natural para fines recreativos, turísticos y comerciales.

La vida de Kshamenk representa, para amplios sectores de la sociedad, el símbolo de una deuda ética pendiente, no un logro conservacionista ni educativo.

7) El verdadero legado de Kshamenk. El legado de Kshamenk no puede reducirse a un relato de cuidado afectivo. Su historia deja una enseñanza clara y urgente: las orcas no deben vivir ni morir en cautiverio, como así tampoco ningún animal marino.

Su muerte vuelve a poner en agenda la necesidad de prohibir definitivamente los acuarios con cetáceos, avanzar hacia santuarios marinos y replantear el vínculo entre humanos y animales no humanos desde una perspectiva de derechos.

Proyecto de ley expediente 4131-D-2023 (06/10/2023)

https://www.derechosanimalesmarinos.com/proyecto-de-ley-bill/espa%C3%B1ol

Amparo Judicial https://www.derechosanimalesmarinos.com/kshamenk/amparo

Conclusión: la muerte de Kshamenk no cierra una historia ejemplar, como se pretende instalar desde Mundo Marino, sino que abre un debate impostergable sobre el cautiverio, la explotación animal y la responsabilidad social y estatal frente a estas prácticas.

Negar este debate mediante relatos edulcorados no honra su vida: la silencia. Kshamenk murió por y en cautiverio. Web para más info: www.derechosanimalesmarinos.com

Colaboración de la rafaelina Ana Rosillo.

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